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Peligro a cada paso: el trabajo de los desminadores en los bosques de Ucrania

Peter Beaumont

Zalissia (Ucrania) —
4 de diciembre de 2022 22:05 h

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En el bosque que limita con el pueblo de Zalissia, al noreste de Kiev, una estaca de madera pintada de amarillo está clavada en el suelo arenoso junto a un tronco de árbol destruido por una mina.

Eduard, un lugareño, fue hasta el bosque para buscar objetos que los soldados rusos robaron en su casa cuando la saquearon durante la ocupación de Zalissia al principio de la guerra. Durante el fallido intento del ejército ruso por hacerse con el control de la capital ucraniana, el bosque se convirtió en el frente de batalla. El hombre pisó una mina antipersona de salto OZM (un tipo de mina de fabricación rusa) conectada a un cable trampa y murió a causa de la explosión.

Las trincheras rusas todavía son visibles entre los árboles, pero los equipos de desminado que trabajan con la organización benéfica británica Halo Trust ya han empezado a limpiar el bosque de minas.

Otros accidentes con minas ocurridos en los últimos meses son un recordatorio del peligro. En septiembre, una ambulancia pasó por encima de una mina cerca de Balaklia, en Járkov, y cuatro personas que paseaban por un bosque cerca de Chernígov​​ murieron tras tropezar con uno de estos artefactos.

De hecho, incluso antes de la invasión de Rusia en febrero, los desminadores llevaban años trabajando en la eliminación de minas en el este de Ucrania. Antes de la guerra el país ya ocupaba el quinto lugar en el mundo en cuanto a víctimas civiles causadas por las minas y estaba entre los tres primeros en cuanto a incidentes con minas antivehículo. Los expertos ucranianos en desminado han advertido que, aunque la guerra terminara mañana, se necesitaría al menos una década para eliminar la amenaza.

Una gran cantidad de minas

Los trabajos de desminado de los servicios públicos de emergencia ucranianos, el ejército y las ONG locales e internacionales destacan por su sofisticación. Sin embargo, en redes sociales se han difundido imágenes que muestran métodos de desminado más arriesgados, como vídeos de soldados que accionan las minas con ramas e incluso con neumáticos.

Tras los intensos combates en el sur y el este del país, los desminadores han constatado que el ejército ruso ha dejado a su paso una gran cantidad y variedad de minas, como las minas mariposa, apodadas “pétalos” por los ucranianos: minas antipersona de plástico y de pequeño tamaño que se han hecho famosas en todo el mundo por su capacidad de infligir bajas mucho después de que las guerras hayan terminado.

En el pueblo de Zalissia, en la carretera principal entre Chernígov​​ y Kiev, la presencia de minas en el bosque tiene consecuencias sociales, psicológicas y económicas, y supone un riesgo inmediato.

Antes de la invasión rusa, en esta carretera era tradición que en otoño los ancianos vendieran bayas y setas que recogían en el bosque a los automovilistas, con el objetivo de complementar sus modestas pensiones, mientras las familias paseaban y hacían un picnic en el bosque.

Un trabajo muy costoso y meticuloso

Iryna Horyushko, que supervisa el desminado, muestra un mapa con las zonas a inspeccionar y desminar, un proceso manual lento y laborioso porque la espesa cubierta de árboles dificulta la utilización de las máquinas mecánicas de desminado que se emplean en la estepa del sur.

“Empezamos a trabajar en esta zona en julio. Como pueden ver, el 97% del terreno es bosque con pinos y matorrales. El esfuerzo es complicado porque estamos muy cerca de la carretera. Todas las mañanas los lugareños se acercan a la parada del autobús y todavía tenemos trabajadores forestales que se adentran en el bosque, así que tenemos que parar el trabajo si alguien se acerca”.

“Debido a la ocupación rusa, hay muchas trincheras y muchas señales metálicas [en los detectores de minas]. Debido al tipo de amenaza, es un trabajo muy costoso y meticuloso. Los desminadores tienen que estar de rodillas para limpiar entre 8 y 16 metros cuadrados al día”.

Mientras camina por un sendero despejado entre los árboles, Iryna se detiene para señalar un cable trampa -un fino filamento casi invisible entre la harina de hojas- cuyo extremo aún no han alcanzado.

El limpiador de minas cuyo trabajo consiste en seguir el cable trampa utiliza una varilla de mano para comprobar la zona delante de donde está trabajando a la altura de la cabeza en busca de más cables trampa antes de arrojarse a buscar en el suelo delante de él.

“La población no puede volver a su vida normal”, afirma Tymur Pistriuha, de la Asociación de Desminadores de Ucrania, un grupo sin ánimo de lucro que representa a las empresas de desminado del país. 

“Tengo una amiga que no deja que su hija visite a su padre porque él vive en una ciudad recientemente liberada y la mujer tiene miedo a que la niña pueda ser víctima de una mina. Esta debería ser la temporada en la que la gente va a buscar setas y bayas, y recoge leña en toda Ucrania, pero el gobierno les ha advertido que no vayan al bosque”.

Pistriuha explica que la situación ya era mala antes de la invasión. “En el este del país la situación ya era crítica. Ahora es quizá 20 veces peor. Es imposible calcularlo, porque la guerra no ha terminado. Nadie sabe la cantidad de minas a la que nos enfrentamos”.

“Estamos encontrando de todo. Minas antipersona, minas antitanque, trampas explosivas y dispositivos improvisados. Muchas personas han sido víctimas de este tipo de artefactos. Y como los rusos han estado minando a distancia [utilizando sistemas de artillería para esparcir minas antipersona], no hay cartografía. Es caótico y complejo”.

Los peligros del bosque

Andro Mathewson, del Halo Trust, que ha estado recopilando datos sobre incidentes con minas en toda Ucrania, corrobora las palabras de Pistriuha, y explica que han encontrado 450 tipos diferentes de explosivos en el país, incluyendo minas y munición sin explotar.

“Es un problema de grandes dimensiones. Debido a que la guerra no ha terminado es inconmensurable. La situación cambia constantemente. Uno de los mayores problemas que estamos viendo es que los conductores que circulan por carreteras sin asfaltar detonan minas antitanque. Otro problema es encontrar minas antipersona en los caminos donde la gente busca alimentos”.

Desde la muerte de Eduard, en Zalissia todos los habitantes son conscientes del peligro. En el taller de reparación de coches que hay junto a su casa, Volodomyr Horbach recuerda cómo los tanques rusos entraron en el pueblo en marzo y las tropas establecieron su cuartel general en unas casas cerca de la suya. Los habitantes del pueblo siguen sufriendo las consecuencias.

“Como los rusos saqueaban las casas y escondían lo que robaban en el bosque, muchos lugareños iban al bosque cuando los soldados se marcharon. Creemos que esto es lo que hizo Eduard. Probablemente estaba buscando los objetos que el ejército le había robado”. 

“¿Iría ahora al bosque? No, no, no, no. Es peligroso. El Gobierno nos ha dicho que no vayamos a recoger setas y el ejército ha venido a mi casa para decirme que no vaya”, señala.

Unas cuantas casas más allá, Lubov Kuash, de 64 años, observa cómo dos voluntarios checos toman las medidas de su casa para reparar los daños causados por los ataques. Como consecuencia de los daños en la estructura, el sótano donde se refugió durante un mes también se ha derrumbado.

“Solía ir al bosque a recoger setas y a bañarme en el lago. Pero ya no. Mi hermano sigue yendo allí a recoger setas para venderlas, pero está un poco loco. Nadie más del pueblo va”.

Durante la visita de The Guardian, una habitante solitaria estaba sentada junto a la carretera, limpiando setas para venderlas. Tetyana Sikachina, de 31 años, había encontrado su botín en los campos que están detrás de su casa.

“Ahora no me apetece ir al bosque”, dice. “Solía ser una de las cosas más placenteras, pasear y hacer un picnic. O ir a pescar. No sé cuándo podremos volver”.

Traducción de Emma Reverter.