Una periodista filipina da la cara frente a la furia de Rodrigo Duterte
Las señales de alarma eran evidentes. Sin embargo, Maria Ressa afirma que “nunca lo vio venir”.
La fundadora de la página web de noticias filipina Rappler reconoce que no esperaba que el presidente Rodrigo Duterte declarara la guerra a los periodistas del medio digital y anunciara la que representa la mayor amenaza a la libertad de prensa del país en décadas.
Rappler fue fundada en 2012 por Ressa, exjefa de la delegación de CNN en Manila. En un inicio era una start-up de noticias por Internet y contaba con una plantilla de doce periodistas. En los dos últimos meses, este medio, pequeño pero cada vez más influyente, ha estado en primera línea de fuego de una batalla contra la erosión de la libertad de prensa en Filipinas.
El portavoz de Duterte declaró, en un lenguaje que recuerda el estilo del inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, que “no solo las noticias de Rappler son falsas sino que además también lo es que sea un medio filipino como afirma esta web”.
La ofensiva del Gobierno empezó en enero, cuando le retiraron la licencia para operar, y desde entonces se ha intensificado.
A los corresponsales políticos de Rappler ya no se les permite entrar en el palacio presidencial para asistir a las ruedas de prensa. La semana pasada, el gobierno anunció que está investigando a Rappler por una posible evasión de impuestos que ascendería a 2,5 millones de dólares, una acusación que según Ressa es “ridícula”.
Ressa libra ahora una batalla altamente politizada y al más puro estilo David contra Goliat para defender la supervivencia de Rappler. El Tribunal Supremo de Filipinas tiene la última palabra.
“Estamos preparados para luchar”, afirma desafiante. “El objetivo final es seguir informando mientras Filipinas siga siendo una democracia, y de momento, por lo que yo sé, seguimos siendo una democracia. De algún modo, no deja de ser gracioso y un cumplido un tanto extraño que el presidente considere que nosotros, una pequeña start-up, somos una amenaza”.
Fue en julio, durante el segundo discurso de Duterte sobre el Estado de la Unión, cuando Ressa se sorprendió al escuchar al presidente declarar que Rappler era un medio “propiedad de estadounidenses”, y por lo tanto un medio que vulneraba la Constitución del país. “Es una afirmación ridícula”, dijo Ressa, sacudiendo la cabeza. “Somos un medio 100% filipino, los documentos lo demuestran”.
El discurso venía precedido de meses de artículos críticos de Rappler sobre la cada vez más sangrienta y brutal guerra contra las drogas de Duterte y las ejecuciones extrajudiciales auspiciadas por el gobierno, que han costado la vida a unas 8.000 personas. El Tribunal Penal Internacional está estudiando las pruebas presentadas con el objetivo de determinar si Duterte cometió crímenes de lesa humanidad.
Duterte, en guerra con los medios
Indignado con la cobertura mediática, Duterte decidió boicotear y más tarde atacar a los medios de comunicación tradicionales, con la finalidad de poder imponer el discurso oficial. En primer lugar, decidió ir contra el periódico con más difusión de Filipinas, el Philippine Inquirer, que había empezado a confeccionar una “lista de muertos” con todas las víctimas de la guerra contra las drogas. Después decidió declarar la guerra a la principal cadena de televisión, la ABS-CBN, y la amenazó con no renovar sus licencias. Finalmente, le llegó el turno a Rappler.
En agosto de 2016, la Comisión de Bolsa y Valores pidió documentación exhaustiva a Rappler, primero para comprobar que sus propietarios tenían la nacionalidad filipina y más tarde, por razones desconocidas. “Era obvio que iban a por nosotros”, indica Ressa. “Éramos culpables hasta que pudiésemos probar nuestra inocencia, nunca presentaron cargos formales”.
En enero, el gobierno anunció que había retirado a Rappler la licencia para operar. A diferencia de otros medios, que libran una discreta batalla contra el gobierno, Rappler decidió que no iba a permanecer callado. Ressa convocó una rueda de prensa en la puerta de su redacción en Manila, y anunció al mundo que el gobierno estaba atacando la libertad de prensa.
“Me niego a que me intimiden”
“Confío en el hecho de que el gobierno todavía tiene personas con principios que frenarán esta ofensiva. Hace 33 años que soy periodista y en Rappler nos negamos a cambiar nuestra forma de cubrir la información. Me niego a que me intimiden”.
El caso está en manos del Tribunal de Apelaciones, que a menudo tarda más de una década en pronunciarse. Duterte tiene el poder de nombrar a los jueces del Tribunal Supremo.
Rappler también libra esta batalla en el frente digital. En agosto de 2016, después de las acusaciones de Duterte, Ressa se percató de que la misma maquinaria de redes sociales que había ayudado a Duterte a ganar las elecciones, se había “transformado y se había convertido en un arma”.
“Los periodistas fueron el primer blanco de ataque”, indica Ressa. “Cualquier periodista que formulara preguntas incisivas, cualquier persona en la red que preguntara por las ejecuciones extrajudiciales, era bombardeada con insultos, amenazas de muerte por parte de trolls y bots y cuentas falsas de Facebook. Recibimos incontables amenazas de violación, amenazas de muerte, ataques muy misóginos a mujeres. El objetivo final era utilizar el odio para acabar con las preguntas que criticaran o cuestionaran al gobierno”.
Las amenazas ya no han cesado desde entonces y, como consecuencia, Ressa ha reforzado la seguridad de sus periodistas y les ha ofrecido apoyo psicológico. En un determinado momento, Ressa recibió en las redes sociales unas 90 amenazas de muerte por hora.
El papel que ha podido desempeñar Duterte es difícil de medir y de probar. Cuando en diciembre de 2016 Ressa preguntó al presidente si estaba al corriente del despiadado ejército de trolls que defendían su agenda en internet este se limitó a responderle que “ya sabes que no navego por internet”. “Y tal vez no esté al corriente, pero es la clásica táctica de negación creíble, una forma de usar tácticas terroristas”, señala Ressa.
Han pagado un precio por no quedarse callados. “Yo he sido corresponsal de guerra y puedo afirmar que es un trabajo más fácil que el que he hecho estos dos últimos años. Al menos cuando cubres un conflicto sabes quién es tu enemigo y de dónde viene, mientras que en estos momentos nunca sabemos cuándo nos atacaran en masa”, lamenta.
Para muchos activistas, la supervivencia de Rappler va unida a la libertad de prensa, y en última instancia, de la democracia en Filipinas. Si bien Ressa cree que el país está sufriendo una transformación “que debe ser seguida con atención”, también afirma que Duterte todavía no ha firmado la sentencia de muerte de la democracia del país.
“Alcancé la mayoría de edad en 1986 y vi cómo el poder del pueblo evolucionaba y cómo oscilaba el péndulo cuando todos los regímenes autoritarios del sudeste de Asia se transformaron gradualmente en democracias”, recuerda Ressa. “Ahora que mi carrera profesional llega a su fin no soportaría ver que el péndulo vuelve a decantarse hacia el otro lado”.
Traducido por Emma Reverter