La construcción de un aeropuerto internacional, con un presupuesto de miles de millones de euros que facilite el acceso a los turistas a Machu Picchu, ha levantado la indignación entre arqueólogos, historiadores y lugareños. Perú cuenta con una gran cantidad de lugares de interés arqueológico de la época Inca, pero ninguno tan conocido como la ciudadela de Machu Picchu. En 2017 la visitaron más de 1,5 millones de turistas, casi el doble del límite recomendado por la Unesco, una enorme carga para las frágiles ruinas y la ecología local.
Las excavadoras ya han empezado a levantar millones de toneladas de tierra en Chinchero, un pueblo inca situado a unos 3.800 metros sobre el nivel del mar que hace las veces de entrada al Valle Sagrado. En el pasado, fue el corazón de una civilización que se extendió desde la actual Colombia hasta Argentina, convirtiéndose en el siglo XV en el imperio más grande del mundo.
“Este es un paisaje construido de terrazas y rutas que fueron diseñadas por los incas”, indica la peruana Natalia Majluf, historiadora del arte en la Universidad de Cambridge que coordina la campaña contra el nuevo aeropuerto. “Un aeropuerto destruiría este lugar”, apunta.
La mayoría de los turistas que visitan las ruinas llegan desde el aeropuerto de Cuzco, que cuenta con una sola pista de aterrizaje y al que solo pueden acceder aviones de fuselaje estrecho en vuelos de escala desde Lima, la capital de Perú, y ciudades cercanas como La Paz en Bolivia.
El nuevo proyecto, que se disputan constructoras de Corea del Sur y Canadá, permitiría vuelos directos desde las principales ciudades de América Latina y de Estados Unidos.
Los detractores del plan argumentan que los aviones tendrían que pasar por encima del cercano pueblo de Ollantaytambo, con un parque arqueológico de 348 kilómetros cuadrados, lo que podría causar daños potencialmente incalculables a las ruinas incas. También preocupa que la construcción agote la cuenca del lago Piuray, de la que depende prácticamente la mitad del suministro de agua de Cuzco.
“Parece irónico y en cierto modo contradictorio que aquí, a sólo 20 minutos del Valle Sagrado, el núcleo de la cultura Inca, se quiera construir un aeropuerto, justo encima de lo que los turistas han venido a ver”, indica el antropólogo cuzqueño Pablo Del Valle. La campaña, liderada por Natalia Majluf, insta al presidente peruano, Martín Vizcarra, a reconsiderar o reubicar el aeropuerto. “No creo que haya ningún arqueólogo o historiador relevante trabajando en el área de Cuzco que no haya firmado la petición”, señala Majluf.
Chinchero, la localidad donde quiere construirse el aeropuerto, fue una propiedad real del gobernante inca Túpac Inca Yupanqui construida hace seis siglos y que se mantiene en buen estado de conservación. La economía local se basa en la agricultura y el turismo, pero incluso aquellos que dependen de los turistas se muestran reticentes.
Alejandrina Contreras, teje con un telar manual una manta muy cerca de la iglesia colonial de la plaza del pueblo. “Tenemos una vida tranquila, no hay ladrones, no hay criminales. El aeropuerto traerá progreso, pero también muchos cambios”, cuenta. “Piensen en el ruido, la contaminación y las enfermedades que este aeropuerto puede traer”, opina Karen Auccapuma, de 20 años, mientras observa cómo un grupo de turistas pasea por la plaza.
Un plan que ya está en marcha
No es la primera vez que se intenta construir un aeropuerto cerca de Machu Picchu. Un primer proyecto quedó estancado después de que la empresa responsable se viera envuelta en un escándalo de corrupción y fuera criticada por engordar el presupuesto inicial. El Gobierno ha puesto en marcha esta vez una serie de medidas de supervisión, de manera que sigue con sus planes y espera que esté construido para 2023.
“Este aeropuerto se construirá lo antes posible porque es muy necesario para la ciudad de Cuzco”, indicó el ministro de Economía de Perú, Carlos Oliva, en una rueda de prensa. “Contamos con una serie de estudios técnicos que apoyan la construcción de este aeropuerto”, señaló.
Por su parte, el alcalde Luis Cusicuna señala que los líderes locales llevan presionando por un segundo aeropuerto más grande en Cuzco desde la década de 1970. Muchos lugareños confían en la promesa de que las obras van a generar 2.500 puestos de trabajo y otros se han beneficiado con esta operación: Yanacona, una de las tres comunidades indígenas de Chinchero, vendió prácticamente todas sus tierras al Estado por más de 31 millones de euros, y algunas familias campesinas han logrado amasar una pequeña fortuna vendiendo hectáreas de tierras que antes se utilizaban para el cultivo de patatas.
Existe una “preocupación legítima de que la infraestructura turística de Cuzco está al límite”, puntualiza Mark Rice, autor de 'Making Machu Picchu: The Politics of Tourism in Twentieth Century Peru', 'Construyendo Machu Picchu: las políticas turísticas de Perú en el siglo XX'. La ubicación del nuevo aeropuerto hará “mucho daño a una de las ofertas turísticas clave de Cuzco, que es su belleza escénica”, considera.
El problema es que Machu Picchu es “prácticamente el único imán de la oferta turística del país”, señala el experto, “la mejor manera para que se entienda es compararlo con lo que pasaría si todos los turistas que visitan el Reino Unido solo fueran a Stonehenge”.
En un esfuerzo por gestionar el creciente número de visitantes, y después de que la Unesco amenazara con incluir a Machu Picchu en una lista de sitios del patrimonio mundial en peligro, Perú endureció los requisitos de entrada al sitio, limitando las visitas de los turnos de la mañana y de la tarde.
No obstante, y ante los inminentes planes para la construcción de un nuevo aeropuerto y la previsión de que aumente la afluencia de turistas, en Chinchero se están construyendo a contrarreloj viviendas y hoteles.