No dejemos que la pesadilla de Orlando estrangule nuestras libertades civiles
Esta mañana, me desperté en mi celda con un mundo todavía más destrozado y fracturado. Estamos perdidos. Estamos devastados. Estamos perplejos. Estamos heridos. Y estamos cabreados. No había estado tan cabreada desde que murió un soldado de mi unidad por un ataque de granada autopropulsada (RPG) en el sur de Bagdad durante mi despliegue en Irak en 2010.
Como joven LGTB, exploré mi identidad en discotecas de Chicago y Washington DC. Como muchos han dicho, las discotecas son nuestro santuario, un sitio donde nos encontramos a nosotros mismos, nos queremos y encontramos comunidad. Puedo relatar el absoluto drama que ha azotado a nuestra comunidad tras el tiroteo de Orlando.
Debemos llorar, lamentarnos y apoyarnos los unos a los otros, pero en nuestro dolor e indignación debemos resistir cualquier tentación de dejar que este ataque –o cualquier ataque– desencadene políticas de exteriores antimusulmanas, ataques contra nuestras libertades civiles o se convierta en una excusa para caer en la xenofobia o islamofobia.
Sin embargo, un ataque como este está cuidadosamente planeado y ejecutado para maximizar la atención incendiando las pasiones de una sociedad impotente. Por eso mismo, la respuesta puede ser más peligrosa que el ataque. Las letanías de “protección y seguridad” se han usado, desde hace años, como una poderosa herramienta para justificar restricciones de las libertades civiles y el auge de reacciones violentas contra los inmigrantes, personas musulmanas y otras.
Aquellos que desean continuar con las campañas del miedo están preparados para decir que toda una religión está llena de odio sin reflexionar sobre su propia complicidad en muchas formas de violencia con la que la comunidad LGTB se encuentra en Estados Unidos. No deberíamos dejar que sus agendas guíen nuestra reacción de esta masacre sin sentido.
Todavía no estamos seguros de qué planes se propondrán durante los próximos días y semanas, pero hemos visto cómo los políticos han usado nuestro miedo para comprometer nuestra constitución muchas veces en el pasado. Desde rendiciones extraordinarias (secuestros) hasta mejoradas técnicas de interrogatorio (torturas); desde tribunales de vigilancia de la inteligencia extranjera hasta puertas traseras encriptadas.
Algunos pedirán medidas extremas para proteger a la comunidad homosexual y trans. Algunos eliminarán las identidades latinas y homosexuales de las víctimas y en su lugar asegurarán que estamos en una guerra contra el islam. Pero independientemente de qué narrativa se cuente, dichas políticas tendrán indudablemente un impacto negativo en nuestra comunidad tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
Las propuestas de mejora actuales para las leyes por crímenes de odio y terrorismo solo le quitan más poder a nuestra comunidad. Nosotros consolidamos el poder con el cumplimiento de la ley para que luego esos mecanismos se vuelvan contra nosotros. Por ejemplo, una vigilancia más intensa sobre los procesos de verificación en el gobierno y en en las empresas ha creado barreras para la gente trans que pide documentos que identifiquen correctamente su género, lo que ha provocado que seamos sometidos a abusivos y humillantes registros cuando viajamos. Cualquier incremento de la vigilancia a comunidades marginadas en nombre de la seguridad ha ampliado el ciclo de la criminalización en el que las personas LGTB –especialmente las de color– están obligadas a navegar.
A principios de este año, el FBI pidió una nueva puerta trasera judicial para un teléfono en respuesta al ataque de San Bernardino. Potencialmente, una puerta trasera de ese tipo podía haber permitido al gobierno atacar más fácilmente a las personas homosexuales y transexuales así como a los activistas por los derechos humanos, ecologistas y manifestantes en contra de las grandes empresas por considerarlos “amenazas y delincuentes”.
Para responder a las fugas y a los ataques masivos en las bases militares, el FBI también intentó reprimir a potenciales filtradores. El programa Insider Threat utilizó mi identidad de género, mi perfil psicológico y mi historia como base para su enfoque. Los términos “protección y seguridad” siempre ha sido utilizados como una justificación para establecer un límite de dos pulgadas sobre la longitud de mi pelo.
No estamos a salvo ni seguros cuando el gobierno nos utiliza como títeres para perpetrar la violencia contra los demás. Nuestra protección y seguridad llegará cuando nos organicemos, queramos y resistamos juntos.
Debemos recordar que estamos vivos. Somos de carne y hueso. Aparte del hecho de que cada vez estamos más desconectados del mundo de la tecnología y la política, todavía sobrevivimos como comunidad.
Y a pesar de que nos queda un largo camino, episodios como este nos recuerdan que todavía nos queda mucho por hacer. Tan solo con pensamientos y oraciones no protegeremos nuestra comunidad. Necesitamos seguir construyendo y apoyando a las comunidades trans y homosexuales y terminar con la elaboración de perfiles y la criminalización a la que tantos hacen frente.
Encontramos consuelo y refugio en las discotecas porque con mucha frecuencia se nos expulsa de otros espacios públicos: de baños, de las esquinas de las calles, de los trabajos, de la historia. Nuestra supervivencia es nuestra resistencia. Y nuestra solidaridad y apoyo a la comunidad musulmana en los días y meses que están por venir –algunos de los cuales también son homosexuales y transexuales– nos elevará ante cualquiera que quiera seguir marginando a otro.
Traducido por Cristina Armunia Berges