ANÁLISIS

A pesar de la letra pequeña, podemos ser optimistas sobre la vacuna contra la COVID-19

12 de noviembre de 2020 22:02 h

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En este momento, a todos nos vendría bien recibir buenas noticias. Después de un año largo y difícil, con diferentes etapas de confinamiento y habiendo hecho numerosos sacrificios, el anuncio de Pfizer y BioNTech de que estudios preliminares muestran que su vacuna es efectiva en un 90% a la hora de proteger contra la COVID-19 ha sido como ver la luz al final del túnel.

El anuncio se basa en los resultados provisionales de la fase 3 de un ensayo controlado, aleatorizado y multinacional –lo cual está considerado el método de referencia de ensayos médicos– en el que han participado 43.538 personas. Cada participante ha recibido dos dosis de la vacuna o de placebo con 21 días de diferencia para ver si de esta forma se podía prevenir el desarrollo de la enfermedad COVID-19. Hasta la fecha, 94 participantes han desarrollado la enfermedad. Los datos sugieren que solo ocho de ellos habían recibido la vacuna.

Hasta ahora, el ensayo no ha generado preocupaciones serias en materia de seguridad. Las pruebas continuarán hasta que 164 participantes hayan desarrollado la COVID-19.

¿Qué significa esto para Reino Unido? Cuando el lunes por la tarde Boris Johnson comunicó al público las novedades sobre la vacuna, tuvo la precaución de enfatizar que aún estamos en una etapa “muy, muy temprana”. Es necesario que finalice el ensayo clínico de la vacuna para recoger más información sobre la seguridad de la misma y así que las agencias de regulación de medicamentos puedan comenzar a revisar si la vacuna es lo suficientemente segura para obtener una autorización provisional. Esto permitiría ofrecer la vacuna al público antes de que se emita la autorización definitiva.

Pero podemos permitirnos un poco de prudente optimismo. Estos resultados preliminares son probablemente un avance enorme. Y parece que esta podría ser una vacuna de primera generación mucho mejor de lo que muchos esperaban. Por un lado, este tipo de vacunas de ARNm tienen una tecnología novedosa, pero además un 90% de efectividad es un gran punto de partida (incluso la Organización Mundial de la Salud ha afirmado que una vacuna con un 50% de efectividad previniendo la COVID-19 sería aceptable).

Por supuesto, todavía quedan obstáculos por superar. Aunque sabemos que la vacuna es efectiva en un 90% en prevenir la enfermedad de la COVID-19, aún no sabemos si previene el contagio del coronavirus que provoca la COVID-19. Esta es una cuestión fundamental: prevenir el contagio del virus, incluso en personas que luego sean asintomáticas y no desarrollen la COVID-19, puede ser tan importante como impedir el desarrollo de la enfermedad y sus síntomas porque el contagio de coronavirus puede suceder entre personas asintomáticas. Tampoco sabemos si la pequeña cantidad de personas que desarrollaron la COVID-19 después de haber sido vacunadas tuvieron síntomas graves o moderados, lo cual podría indicar si la vacuna reduce la gravedad de la COVID-19 y así disminuir la cantidad de personas que requieren cuidados intensivos u hospitalización.

E incluso cuando tengamos esta vacuna, u otra, nos enfrentaremos al desafío de la distribución. En septiembre se divulgó en el Reino Unido una guía sobre qué grupos serían los primeros en recibir la vacuna contra la COVID-19. La prioridad serán las personas mayores, ya que corren mayor riesgo de tener síntomas graves y morir, así como trabajadores sociales y de sanidad de primera línea, especialmente aquellos que trabajan en residencias geriátricas. Matt Hancock compara este proceso con el embarque de un avión: los que estén en los grupos prioritarios embarcarán primero.

Aunque los ensayos clínicos pueden decirnos cuán efectiva es la vacuna en proteger a una persona de la enfermedad, no sabemos su efectividad para modificar el curso de la epidemia en toda la población, ni en controlar los contagios del virus. Esto se sabrá cuando comience a aplicarse. También habrá que seguir buscando tratamientos efectivos para los síntomas de la COVID-19, incluso cuando exista la vacuna.

Mientras la vacuna de Oxford/AstraZeneca, que se encuentra actualmente en la fase tres de los ensayos clínicos, tiene una base de manufactura en el Reino Unido y ya está en marcha su producción, la vacuna de Pfizer será fabricada en Bélgica. Pfizer anticipa que será capaz de proveer 50 millones de dosis de la vacuna en 2020 y 1.300 millones de dosis en 2021. Esto no alcanzará para cubrir las necesidades de todo el planeta, lo cual significa que probablemente los países que puedan pagarla serán los primeros en recibirla, a menos que se firmen acuerdos de acceso equitativo.

La vacuna debe ser conservada a una temperatura extremadamente baja, de -70ºC. Si bien no se esperan problemas con el mantenimiento de la cadena de frío en las rutas de distribución europeas, en muchas otras partes del mundo no hay instalaciones refrigerantes que permitan el transporte y la conservación de la vacuna de Pfizer de forma segura. Esto es muy importante si queremos eliminar el virus a nivel global, en lugar de hacerlo solamente en países ricos con sistemas logísticos desarrollados. Sin embargo, incluso si no se puede fabricar esta vacuna de forma que se adapte a esto, otras vacunas seguramente podrán superar estos obstáculos.

Esta noticia ha demostrado el poder de la ciencia a la hora de encontrar soluciones ante la crisis. También es alentador que 43.538 personas se hayan ofrecido como voluntarios para participar en el ensayo clínico. Los científicos necesitan urgentemente más voluntarios y hay muchas formas de ayudar. Por ejemplo, en Reino Unido, si te has recuperado de la COVID-19, puedes donar plasma al Servicio Público de Salud (NHS, por sus siglas en inglés) para que los ensayos de Recovery y Remap-Cap puedan determinar si es un tratamiento efectivo para tratar la enfermedad.

Además, hacen falta voluntarios de todo el Reino Unido y de todos los grupos étnicos que hayan dado positivo en coronavirus y que hayan pasado por la UCI para el estudio médico de GenoMICC sobre por qué algunos pacientes con COVID-19 necesitan cuidados intensivos. Y el Instituto Nacional de Investigaciones en Salud del Reino Unido ha establecido un sistema online en el que las personas pueden apuntarse para participar en ensayos de vacunas.

Casi todos nos hemos sentido en algún momento desamparados ante esta pandemia y hemos llegado a pensar que no va a acabar nunca. Esta noticia trae esperanzas y demuestra que se están logrando avances.

• La doctora Charlotte Summers es profesora de medicina de cuidados intensivos en la Universidad de Cambridge

Traducido por Lucía Balducci