Tras 16 años de agotadoras cumbres europeas, negociaciones de coalición a altas horas de la noche y conferencias telefónicas con jefes de Estado, una tras otra, Angela Merkel se ha comprometido a pasar el futuro inmediato, relajada y leyendo cómoda en casa unos buenos libros.
Sin embargo, los detalles que han salido a la luz recientemente sobre una nueva oficina en el centro de Berlín y las insinuaciones veladas en entrevistas sugieren que el mundo podría no haber visto aún lo último de la canciller saliente de Alemania.
El nuevo canciller alemán, Olaf Scholz, juró su cargo en el Palacio de Bellevue este miércoles. Ahora Merkel “se retirará de la vida política” y “no acudirá a ninguna cita durante un periodo de meses”, según su portavoz, Steffen Seibert.
Este martes, en una videoconferencia con parlamentarios de su partido, la Unión Cristiano Demócrata (CDU), la canciller saliente dijo que seguiría estando disponible para preguntas, pero que no daría ningún consejo en público.
Lo que sí hará es escribir sobre el pasado. Uno de sus colaboradores más estrechos confirmó este viernes los planes de Merkel de escribir una autobiografía.
Pensar con cuidado
Merkel ha descartado las ideas que sugieren que podría ponerse una bata blanca de laboratorio y volver a la investigación científica junto a su marido, el químico cuántico Joachim Sauer, que recientemente extendió su contrato como investigador asociado en la Universidad Humboldt de Berlín hasta 2022.
“Me veo hablando regularmente sobre la conexión entre prosperidad, investigación e innovación, pero estoy segura de que no haré ningún trabajo científico”, dijo Merkel a Reuters el mes pasado.
En un acto celebrado en septiembre junto a la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, la canciller dijo que, desde su entrada a la política en la Alemania reunificada de 1990, apenas había tenido un minuto para considerar cuáles podrían ser sus intereses en la siguiente etapa de su vida.
“Quiero pensar con mucho cuidado en la fase de mi vida que se aproxima”, dijo Merkel. “¿Quiero escribir, hablar, hacer senderismo, quiero estar en casa, quiero viajar por el mundo?”
Merkel dice que tampoco volverá a Hamburgo, donde se rumoreaba que la canciller había comprado una propiedad en el acaudalado barrio de Blankenese. En septiembre, Merkel aseguró que Berlín y el estado de Brandeburgo seguirían siendo el centro de su vida.
“No aceptaré la primera invitación que reciba solo por tener miedo a no tener nada que hacer”, dijo Merkel en julio, al aceptar un título honorífico en la Universidad Johns Hopkins.
Su nueva oficina
No hacer nada no parece una posibilidad realista, o así lo sugiere un documento que la oficina de Merkel presentó el mes pasado a una comisión del Bundestag.
Según la solicitud oficial, que posteriormente se filtró a la prensa alemana, Merkel ha pedido que su futura oficina en el bulevar Unter den Linden, en el centro de Berlín, cuente con nueve empleados: dos administradores de oficina, dos asistentes especializados, tres administrativos y dos conductores.
Su predecesor, Gerhard Schröder, trabajaba en una oficina con siete empleados tras perder ante Merkel en 2005. Pero Schröder no tardó en manchar su legado político al aceptar un puesto de trabajo en la empresa rusa de gasoductos Nord Stream, apenas unos meses después de dejar la cancillería.
El predecesor de Schröder, Helmut Kohl, cuyas antiguas oficinas Merkel ocupará, aprovechó su retirada de la política para crear una empresa que ofrecía lucrativos servicios de asesoramiento estratégico y de presión al Gobierno.
Para la primera mujer canciller de Alemania, la puerta giratoria entre la política y los negocios no es una posibilidad al menos por un tiempo: una ley aprobada en 2015 prohíbe a los titulares de altos cargos políticos pasar de forma directa a formar parte de grupos de presión hasta 18 meses después de dejar su puesto.
Después de ponerse al día con la lectura durante su descanso autoimpuesto, quizá Merkel se inspire en una novela publicada esta primavera. La novela negra Miss Merkel, de David Safier, imagina a la canciller retirándose a una casa de campo en el distrito de Uckermark, en el noreste del país, aunque pronto se aburre y comienza a investigar asesinatos no resueltos.
Traducción de Julián Cnochaert.