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Niñas con el pecho planchado con una piedra caliente: una tradición de abuso infantil que asoma en Europa

Inna Lazareva

La tradición de “planchar” el pecho de las niñas con una piedra caliente para retrasar la formación de los pechos se está extendiendo por Reino Unido, con decenas de casos registrados recientemente, según ha revelado una investigación de The Guardian.

Trabajadores sociales en Londres, Yorkshire, Essex y el oeste de Inglaterra cuentan a The Guardian casos en los que niñas preadolescentes de familias migrantes de diferentes países africanos como Camerún han sido sometidas a esta práctica dolorosa, abusiva y dañina.

Margaret Nyuydzewira, directora de la Organización de Desarrollo para Mujeres y Niñas Migrantes (Cawogido, por sus siglas en inglés), calcula que en Reino Unido unas mil mujeres y niñas han sido sometidas a esta práctica. No existe ningún estudio sistemático ni recopilación formal de información.

Otra activista de la comunidad, que prefiere permanecer en el anonimato, cuenta que sabe de entre 15 y 20 casos recientes sólo en la ciudad de Croydon. “Suele hacerse en Reino Unido, pero no en todas partes, como la mutilación genital femenina”, señala, describiendo la práctica en la que madres, tías o abuelas utilizan una piedra caliente para masajear repetidamente el pecho de las niñas con el propósito de “romper el tejido” y retrasar el crecimiento de los pechos. “A veces lo hacen una vez a la semana, a veces dos veces por semana, dependiendo de cómo resulte”, añade. 

Los responsables de esta práctica, generalmente los progenitores, la consideran una medida tradicional que protege a las niñas de atraer la atención de los hombres, del acoso sexual y de las violaciones. Médicos y víctimas la consideran una práctica de abuso infantil que puede dejar marcas físicas y psicológicas, generar infecciones, imposibilitar la lactancia, provocar deformaciones e incluso cáncer de mama. La ONU lo describe como uno de los cinco delitos de violencia machista menos denunciados a nivel mundial.

Una mujer que vive en los suburbios de una ciudad inglesa cuenta que comenzó a plancharle el pecho a su hija en cuanto notó señales de la pubertad. “Cogí la piedra, la calenté y comencé a masajearle el pecho a mi hija”, relata. “La piedra estaba un poco caliente. Cuando comencé a masajearla, ella me dijo ‘¡Mama, está caliente!’”. La niña quedó con cicatrices y la policía interrogó a la madre, que luego fue puesta en libertad con una advertencia. 

Leyla Hussein, una activista y psicoterapeuta británica de origen somalí que lucha contra la mutilación genital femenina, afirma que en su clínica en el norte de Londres ha hablado con cinco mujeres que han sido víctimas del planchado de pecho.

“Todas eran mujeres británicas, de nacionalidad británica”, aclara Hussein. Una de las mujeres le dijo que como consecuencia de esta práctica, nunca le crecieron los pechos, señala Hussein. “Me repetía: ‘Tengo pecho de chico’. Pero nunca nadie la entrevistó por este tema, nunca le hicieron un examen físico. Esto sucedió en el norte de Londres, aquí cerca”, denuncia Hussein.

“Durante más de 10 años fui enfermera en Reino Unido y he visto cómo han aumentado los casos”, explica Jennifer Miraj, que trabajó en hospitales en Essex, Glasgow, Birmingham y Londres hasta el 2015. Miraj especifica que ha conocido casos confirmados de planchado de pecho en aproximadamente 15 mujeres adultas y ocho niñas.

“Cuidé a una niña de 10 años que se le había infectado. Hacía varios años que le planchaban el pecho”, recuerda, mencionando un caso que atendió en el hospital Broomfield en Essex.

Mary Claire, una mujer sacerdote en una iglesia en Wolverhampton, cuenta que en Leeds habló con cuatro víctimas oriundas del oeste africano. “Se les veían las marcas”, remarca.

La policía dice que no ha recibido denuncias formales por planchado de pecho en Reino Unido, pero sospechan que sucede. “Si yo supiera de un caso concreto, haría algo al respecto”, asegura el inspector Allen Davis, de la Policía Metropolitana. “Es muy importante denunciar. La gente tiene que reconocer estas prácticas como lo que son: abuso infantil”, añade.

Un informe reciente de la oficina de salud mental del municipio de Brent, en las afueras de Londres, menciona que organizaciones de voluntarios que trabajan con migrantes africanos consideran que el planchado de pecho es “un problema cada vez mayor al que no se le está prestando la atención suficiente”.

“Me sorprende que la policía y otras autoridades no estén ni siquiera destinando los recursos necesarios para lidiar con este fenómeno tan horroroso”, señala Alex Carlile, un destacado jurista exjuez suplente del Tribunal Supremo y miembro de la Cámara de los Lores. 

“Ya es hora de que la policía y los fiscales se ocupen de este problema con seriedad y con sensibilidad respecto a las cuestiones personales que afectan a las víctimas jóvenes y a sus comunidades”, añade Carlile.

“No es sólo una cuestión de asignar fondos, sino un tema de voluntad política a la hora de enfrentarse a algo que históricamente ha sido aceptado como una práctica cultural”, señala la diputada conservadora Maria Miller, que además preside el comité de Mujeres e Igualdad en el Parlamento.

“Creo que los funcionarios públicos deben comenzar por ser más honestos y realistas respecto de algunas cosas con las que se encuentran y deben enfrentarse a estas prácticas abusivas y bárbaras, especialmente las que afectan a la niñez”, añade. 

El Gobierno afirma que está “completamente comprometido” con poner fin a esta práctica. Sin embargo, activistas y trabajadores sociales dicen que hasta ahora se ha hecho muy poco. “No han hecho nada ¡Nada!”, se lamenta Geraldine Yenwo, activista de Cawogido. “Siempre se habla del matrimonio infantil y la violencia contra mujeres y niñas, pero nadie habla del planchado de pecho”.

Nyuydzewira, que sufrió este abuso cuando era niña, cuenta que las autoridades británicas no se toman en serio el problema y que no han denunciado a aquellos que lo realizan a sus hijas argumentando que lo ven como una “práctica cultural”.

“Los británicos son muy respetuosos, en el sentido de que cuando ven algo así lo primero que piensan es en no herir sensibilidades culturales”, afirma. “Pero si una práctica cultural está dañando a niñas… Cualquier daño que se le provoque a una niña, sea en público o en privado, debe ser denunciado”, concluye.

Traducido por Lucía Balducci