La población china vuelve a los mínimos de crecimiento de los años 60: “No es nuestra obligación tener hijos”

Helen Davidson y Vincent Ni

Taipei —
12 de mayo de 2021 21:58 h

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China acaba de registrar su menor crecimiento poblacional desde los principios de los años 60, a pesar de que en 2015 abandonó la política del hijo único con el objetivo de fomentar los nacimientos y evitar la inminente crisis demográfica.

Según los resultados de un censo que se hace cada diez años y que el Gobierno publicó el martes, entre 2010 y 2020 la población de China creció hasta un total de 1.411.780.000 personas, lo que implica un aumento de 5,38% para todo el período y una subida promedio anual de 0,53%, menor a la de 0,57% registrada entre 2000 y 2010.

La ralentización no es ninguna sorpresa y, de hecho, es más leve de lo que algunos analistas esperaban, pero también es una señal de que China aún no ha terminado de abordar los factores sociales que influyen en la decisión de tener hijos, como el retraso en la edad del matrimonio, el encarecimiento del coste de vida y el estancamiento de la movilidad social.

Según el organismo oficial de estadísticas de China, en 2020, nacieron 12 millones de bebés, 2,65 millones menos de los nacidos durante 2019 (un descenso del 18%). Los datos preliminares publicados a principios de año, basados en nacimientos registrados, indicaban una caída interanual más leve, del 15%.

Los datos muestran que China ha evitado llegar a un punto de inflexión en el número de habitantes, como temían algunos analistas, pero también que incumplió con el objetivo de crecimiento fijado en 2016: alcanzar los 1.420 millones de personas para 2020.

El censo también indica un rápido envejecimiento de la población, generando preocupaciones por la economía: la proporción de ciudadanos mayores de 65 años pasó de representar el 8,9% del total de la población en 2010 al 13,5% en 2020, mientras que la proporción de niños solo aumentó un 1,35% y la población activa se mantuvo sin variaciones.

Los factores de la baja tasa de natalidad

Según Ning Jizhe, vicedirector de la oficina del censo, hay una “moderación” en el crecimiento de la población. “El número de mujeres en edad fértil está disminuyendo y hay aplazamiento de la maternidad y encarecimientos del coste de crianza”, dice. “Todas estas son razones que explican el descenso en el número de recién nacidos”. 

Ning también opina que el envejecimiento es “un resultado natural del desarrollo económico y social de China”, aunque advierte por las presiones que impone sobre el desarrollo a largo plazo.

Durante la reunión plenaria que el partido comunista celebró en marzo, el primer ministro Li Keqiang confirmó que el país elevaría gradualmente una edad de jubilación que desde hace 40 años está fijada en 60 años para los hombres y en 55 para las mujeres. También dijo que Pekín incentivará “una fertilidad moderada” y tomará medidas para lograr “una tasa de natalidad adecuada”.

Las autoridades comunicaron el martes que los cambios en las políticas de fertilidad habían “logrado resultados positivos”, destacando el crecimiento proporcional del grupo compuesto por niños de 0 a 14 años y la “mejora constante” en los desequilibrios de género.

Según la Oficina Nacional de Estadísticas de China, la tasa de 0,53% para el crecimiento anual es la menor desde principios de los 60, cuando el país venía de sufrir una hambruna que provocó decenas de millones de muertes.

Entre el censo anterior y el publicado el martes, el Gobierno chino abandonó su política de un solo hijo y elevó el límite a dos, pero no ha tenido demasiado impacto.

Según Ye Liu, profesora de desarrollo internacional en el King's College de Londres, lo de ampliar el límite de dos hijos fue una política vacía: “El Gobierno elevó la cuota de natalidad sin comprometerse a nada, por lo que básicamente puso toda la responsabilidad en los ciudadanos, especialmente en las mujeres”. En su opinión, las cifras publicadas en el último censo podrían servir como disparador “para pensar de forma diferente y adoptar un enfoque proactivo y global”.

El Gobierno tiene que abordar los factores detrás de la baja tasa de natalidad, entre los que Liu destaca la creciente discriminación laboral contra las mujeres en edad fértil y la escandalosamente baja financiación pública de las guarderías. Las madres trabajadoras dependen de sus padres y de sus suegros para cuidar a los hijos, pero el aumento en la edad de jubilación va a reducir su disponibilidad.

Las recomendaciones de Liu van en la línea de las que hizo el Banco Central de China en abril, cuando pidió que se quitaran trabas a las mujeres y se eliminaran todos los límites en el número de hijos para “liberalizar y fomentar plenamente la natalidad”.

La dificultad de los jóvenes para tener hijos

Algunas cosas no se pueden cambiar. Yen-hsin Alice Cheng, profesora asociada de Academia Sinica, la academia nacional de Taiwán, dice que China y otras sociedades de Asia oriental se industrializaron tan rápidamente que los cambios sociales no pudieron seguir el ritmo y ahora conviven generaciones con expectativas muy diferentes sobre los roles de género y el equilibrio entre vida laboral y familiar.

“Hay presiones de los padres sobre la vida que deberían seguir las generaciones más jóvenes, pero estas generaciones más jóvenes sienten que se enfrentan a toda una serie de incertidumbres y riesgos nuevos, y una competitividad dura en el mercado laboral”, explica Cheng. “No es que no quieran tener familia, pero se les está haciendo difícil”. En su opinión, solo se solucionará con el tiempo: a los jóvenes de todo el este de Asia todavía les pesa el deber filial y no les gusta ir contra los deseos de sus padres.

El censo del martes también revela un aumento en los desplazamientos de población hacia los centros urbanos, así como una disminución del tamaño de los hogares hasta un promedio de 2,62 personas. Según Ning, esos datos demuestran la “creciente movilidad de la población” y unas mejoras en vivienda que permiten a los jóvenes irse de casa.

Para el profesor Carl Minzner, catedrático de Derecho en la Universidad de Fordham y experto en el Gobierno chino, los datos se corresponden con la rápida urbanización del país, aunque le preocupa que la población que está mudándose pueda convertirse en un grupo de “ciudadanos de segunda clase”. “La pregunta clave es si disfrutarán el mismo nivel de servicios sociales y educación”.

Los resultados del censo se basan en los datos recogidos por los siete millones de encuestadores que en noviembre de 2020 empezaron a tocar en las puertas. La publicación del informe se retrasó más de un mes y sin ninguna explicación, lo que desató toda una serie de conjeturas y rumores, como que había deficiencias en los datos por el impacto de la COVID-19, o que las tasas de natalidad se habían movido en una dirección diferente a la esperada por el Gobierno. 

“Para las autoridades chinas, la población se está convirtiendo en un tema cada vez más sensible y cuando los números son delicados, como pasó con el PIB, es cuando existe la posibilidad de que se manipulen los datos. Hay que tener en cuenta esto”, dice Minzner.

“No es nuestra obligación tener hijos”

Antonia, un empleada del sector jurídico en Shanghai, se dio cuenta hace seis o siete años de que no quería tener hijos. Esta mujer de 34 años dice que le gustan los niños y que cuando era niña imaginaba que quería tenerlos. Pero a medida que fue creciendo la vida empezó a parecerle más injusta y comenzó a rebelarse contra las presiones para ser madre impuestas por su familia, la sociedad y el Gobierno. “Cada vez más pensaba ‘esta no es la vida que quiero’, tenía que elegir”, dice.

Antonia, que se describe como feminista de clase trabajadora, no tiene hijos por razones similares a las señaladas por los analistas. Falta de movilidad social, coste de vida elevado, pocas guarderías públicas y discriminación por parte de los empleadores: las mujeres no se están resignando a asumir el mayor coste que tener hijos significa para sus cuerpos, sus carreras y sus vidas personales, en comparación con el que representa para los hombres.

“Sinceramente, creo que si el Gobierno quiere que la gente tenga más hijos, su misión es lograr que vivamos más cómodamente”, dice Antonia. “No es nuestra obligación tener hijos”.

Traducido por Francisco de Zárate