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Opinión - Nos están destrozando la vida. Por Rosa María Artal

EN PRIMERA PERSONA

Soy presentador de noticias ruso y estaba delante cuando la prensa libre murió en mi país

El 3 de marzo, el último canal de televisión independiente que quedaba en Rusia, Dozhd ―también conocido como TV Rain, su nombre en inglés― dejó de emitirse. A lo largo del último año, las pocas libertades que les quedaban a los periodistas en Rusia se han ido evaporando. Los censores han ido intensificando su férreo control hasta que, la semana pasada, finalmente alcanzaron su objetivo máximo. Suena dramático, pero creo que la era de los medios de comunicación independientes en Rusia ha terminado. La prensa libre está oficial y legalmente acabada por el momento.

Yo presentaba un programa de noticias en Dozhd llamado 'Here and Now' (Aquí y ahora). Llevábamos emitiendo desde 2010 y ya habíamos pasado por momentos difíciles. Durante el envenenamiento y posterior detención de Alexéi Navalni ―y las protestas consiguientes― en 2020 y 2021, sumamos 1.100 millones de visitas a través de nuestros canales de streaming y YouTube. A pesar de que nos expulsaron del grupo de periodistas del Kremlin y de que el Ministerio de Justicia nos tachó de “agente extranjero”, nos sentimos orgullosos de seguir en el aire y de llegar a millones de personas durante esos momentos históricos.

Aun así, la guerra en Ucrania nos tomó a todos por sorpresa. Fue anunciada por Vladímir Putin en la televisión estatal a las 5 de la mañana. Al igual que al comienzo de la Gran Guerra Patriótica, después de que los nazis bombardearan Kiev, no hubo declaración formal alguna: simplemente fue llamada “operación militar especial”. Tras la conmoción inicial, emitimos las 24 horas del día. Muchos de nosotros dormíamos en la oficina. Somos un equipo pequeño, pero cada uno de nosotros entendía la importancia histórica de nuestra misión: la necesidad y la demanda de información objetiva e independiente para el público.

La semana crítica

Dijimos la verdad desde el principio: la llamamos guerra (este término fue prohibido posteriormente por los censores). Hicimos segmentos que contaban lo que realmente estaba ocurriendo en Ucrania. Entrevisté a funcionarios y periodistas ucranianos, y a ciudadanos de a pie en Kiev, Mariúpol, Leópolis y otras ciudades mientras eran bombardeadas por el ejército ruso. Esta clase de cosas nunca aparecerían en la televisión estatal.

Era como si de verdad fuésemos la poderosa prensa libre de Rusia. En YouTube recibíamos entre 10 y 25 millones de visitas al día. En cierto modo, nunca me he sentido con tanta energía como durante esa extenuante primera semana. Pero rápidamente se volvió demasiado peligroso como para continuar. El 4 de marzo entró en vigor una ley que introduce una pena máxima de 15 años de prisión por difundir “noticias falsas” sobre las acciones de los soldados rusos. Como resultado, esto nos dejó con el Ministerio de Defensa ruso como la única fuente legal de información sobre la guerra, que seguía negando cualquier baja civil e informando de muy pocas pérdidas militares.

Al mismo tiempo, la oficina del fiscal general empezó a calificar cualquier ayuda financiera o estratégica a los residentes ucranianos como traición, castigada con una pena de hasta 20 años de prisión. Absurdamente, incluso una entrevista con un periodista ucraniano ahora puede, en teoría, ser considerada traición.

Esto complicó demasiado el panorama. Hizo que ejercer el periodismo de verdad en Rusia se volviera extremadamente arriesgado. El jueves pasado nos vimos obligados a cerrar, horas antes de que la ley entrara en vigor, para proteger a nuestro equipo de la persecución inevitable. Esperamos que sea temporal, ya que todos nosotros estamos dispuestos a encontrar la manera de seguir trabajando de algún modo. “No es el final del programa, solo de una temporada, que continuará”, fueron las palabras de despedida de Natalya Sindeyeva, nuestra cofundadora y directora general. Sindeyeva y Tikhon Dzyadko, nuestro redactor jefe, demostraron una ética de trabajo heroica y un liderazgo inspirador durante las últimas semanas de Dozhd.

Desde entonces, la situación de la prensa se ha deteriorado aún más. Facebook y Twitter ya han sido bloqueados y es solo cuestión de días que YouTube les siga. El gran cortafuegos ruso se está construyendo, ladrillo a ladrillo, delante de nuestros ojos, lo que conduce a un completo aislamiento del mundo exterior. El telón de acero está de vuelta, recordándonos los tiempos soviéticos tan queridos por Putin, pero algo me dice que la URSS 2.0 será un lugar incluso más extraño que su malogrado predecesor. Como una oscura y absurda creación de los hermanos Coen, este no será un país para periodistas viejos ni jóvenes. La Rusia moderna tal y como la conocemos está llegando a su fin. No es solo Ucrania lo que Putin está bombardeando hoy, sino también Rusia: su cultura, su patrimonio, su civilización.

Continuar la misión desde Francia

Esperando lo peor, el domingo tomé la decisión más difícil de mi vida y embarqué en el último vuelo de Aeroflot autorizado a aterrizar en la UE. Al igual que en 1922, cuando los intelectuales huyeron de la recién creada Unión Soviética a bordo de los “barcos de los filósofos”, cientos de periodistas independientes, políticos, artistas e intelectuales públicos rusos se han trasladado a Europa en vuelos que aterrizan en Georgia, Letonia y Armenia, entre otros destinos. Voy a seguir trabajando como periodista en Francia, un país que admiro desde hace tiempo por sus valores y principios. Estoy escribiendo una carta directa a Emmanuel Macron, que demostró coraje al intentar contrarrestar la agresión de Rusia, para solicitar permiso para trabajar.

Mientras paso por todo esto, la teoría que sostengo es que no es Rusia la que está luchando contra Ucrania, sino que es el propio Putin quien lo hace. Es su venganza por la transición democrática que nuestro país vecino emprendió y por su giro hacia Europa. Putin odia esto, y por eso también intenta borrar los signos de la europeización rusa. El debate político, la prensa libre: todo forma parte del campo de batalla. Pero sigo convencido de que Rusia es Europa, aunque se desvíe temporalmente de su camino de la forma más criminal posible. Acabaremos retomando el rumbo, y ni siquiera Putin con sus bombas podrá impedirlo.

Continuaremos con el espíritu de la prensa libre encarnado por Dozhd, con ese nombre o con otro, desde el extranjero si es necesario. Y un día, tanto Rusia como Ucrania, una al lado de la otra pero de forma independiente, se convertirán en miembros pacíficos de Europa plenamente integrados y serán considerados como tales. Para ello trabajamos.

Denis Kataev es un periodista ruso y antes presentador de Aquí y ahora en Dozhd.

Traducción de Julián Cnochaert

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