Como muchos ya dijeron muy acertadamente antes que yo, la campaña del gobierno de los Estados Unidos para forzar a la empresa Apple a programar una novedosa “puerta trasera” en el código de programación de un móvil particular podría provocar que toda la información personal y encriptada en prácticamente todos nuestros dispositivos móviles y ordenadores personales se vea comprometida y al alcance de enemigos siniestros que quieran hacernos daño.
Para la comunidad queer y transgénero que (a mí también me pasó) depende del cifrado de los dispositivos para vivir su vida privada sin miedo a repercusiones legales, las probables consecuencias de la campaña del gobierno de EEUU para eliminar el cifrado son completamente escalofriantes. Incluso si Apple logra un fallo favorable del tribunal, ya hay legisladores de EEUU y del resto del mundo considerando leyes que obligarían a todas las compañías a modificar sus códigos de programación. Si son aprobadas, las “puertas traseras” estarán permitidas en todos nuestros dispositivos.
Años antes de ser encarcelada, trabajé como programadora de sistemas, diseñando y desarrollando interfaces web, bases de datos seguras y programas de comunicación. Luego trabajé para el ejército de EEUU como analista de inteligencia. Durante todo ese tiempo, utilizábamos diferentes métodos de encriptado para mantener la información a salvo de miradas indiscretas.
Más tarde, mientras trabajaba para los militares, la política del “No preguntes, no hables” del ejército me obligó a vivir una doble vida: trabajaba para una organización que me habría despedido si yo no hubiera podido mantener oculta mi vida como mujer transgénero y la relación que tenía con el que era mi novio entonces. Con frecuencia, dependía del encriptado de los dispositivos para proteger de la vista de mis amigos y compañeros de trabajo la información de mi ordenador y dispositivos móviles, en especial cuando vivíamos y trabajábamos tan cerca unos de otros.
Sin embargo, otras personas como yo enfrentan problemas mucho más graves. Las mujeres transgénero que viven y trabajan en países de mentalidad más cerrada (como Rusia, Uganda y Nigeria) pueden enfrentar consecuencias legales mucho más graves, que van desde el encarcelamiento y la tortura hasta la pena de muerte. La gente de la comunidad queer y transgénero que vive en esos países depende del encriptado de los dispositivos para construir y mantener la comunidad, además de para hacer escuchar sus voces y, al mismo tiempo, evitarse juicios de valores peligrosos.
Es por eso que Apple tiene mi apoyo en su lucha contra el FBI: debemos enfrentarnos a cualquier organización o gobierno que busque privar a nuestra comunidad de la herramienta más efectiva y poderosa que tenemos para protegernos de la discriminación, la persecución, la tortura y el genocidio.
Tim Cook, director ejecutivo de Apple, ya ha dado su punto de vista y ha dicho que si se le exigiera a la empresa crear una forma de saltarse los protocolos de seguridad o una “puerta trasera”, se estaría sentando un precedente muy peligroso y se vería debilitada la seguridad de los dispositivos móviles. Otras empresas de tecnología, como Twitter y Facebook, han intervenido en la disputa y han reafirmado su posición, asegurando que “pelearían con todas sus fuerzas para que no se obligue a las empresas a reducir la seguridad” de sus dispositivos y servicios.
En muchos temas, mi punto de vista es muy diferente al de Apple: como, por ejemplo, en el uso de software de código cerrado y en las restricciones arbitrarias que pesan sobre los usuarios que quieren copiar, compartir, editar y crear software en sus dispositivos. Sin embargo, creo firmemente que es de vital importancia defender ante un tribunal el derecho de sus usuarios y clientes a tener un sistema de encriptado confiable.
Es comprensible que a los fiscales y a las fuerzas encargadas de imponer la ley les interesa la medida: les sirve para obtener pruebas de los delitos. Pero debemos poner un límite al modo en que se recolectan esas pruebas. En el caso de Apple, si la empresa acata la orden, es muy probable que los resultados negativos generados sobrepasen el valor de la justicia conseguida, ya que se permitiría que cualquiera, desde un simple criminal hasta gobiernos y otras organizaciones poderosas, abusen de esas “puertas traseras” en el código de programación.
En Estados Unidos y en Europa es fácil olvidar cómo los gobiernos han dedicado sus recursos a perseguir con las fuerzas del orden a miembros de movimientos de derechos civiles, ambientalistas, manifestantes anti-corporativos y miembros de la comunidad queer y transgénero. En cambio, en otros países, muchas de esas mismas comunidades no se pueden dar el lujo de olvidar de qué manera sus gobiernos dicen estar protegiendo a la sociedad cuando persiguen a las comunidades más vulnerables.
En Estados Unidos la privacidad no es un lujo, es un derecho. Es un derecho que debemos defender tanto en el mundo digital como en el mundo real, aunque debemos estar alerta para que ese derecho se mantenga siempre a nuestro alcance. En especial, porque la tecnología sigue avanzando y porque la orden de un juez de los Estados Unidos para desbloquear un solo móvil amenaza con alterar la totalidad del mundo privado virtual tal y como lo conocemos.
Traducción de Francisco de Zárate