Mientras aumenta la tensión con Rusia, cada vez se presta más atención en los medios de comunicación occidentales a lo que se suele describir como actividades de “propaganda” del régimen de Vladímir Putin. The Sun titula Las glamorosas chicas de la propaganda de Putin que intentan desestabilizar Gran Bretaña desde una agencia de prensa, en referencia a una nueva delegación de Sputnik News en Edimburgo. El Daily Mail describe cómo “Vladímir Putin está lanzando una guerra de propaganda contra el Reino Unido”.
Más recientemente, The Times informaba de un estudio de una estudiante de postgraduado de la Universidad de Oxford, Monica Richter, que decía que es más probable que la gente que ve el canal ruso RT (antes Russia Today) tenga ideas antioccidentales. El tono del artículo de The Times está claro: RT utiliza expertos “extraños” y sin conocimientos, y es sancionada con frecuencia por Ofcom (el regulador audiovisual británico) por no ser imparcial, y, lo peor de todo, parece estar influyendo a los espectadores contra Occidente. Quizá lo que se intenta en este artículo es advertir a la gente de que no siga a medios no occidentales porque podrían estar traicionando al país de alguna manera.
Más allá de la veracidad de RT, o falta de ella, y del impacto real en el público occidental, uno de los problemas con estos argumentos es que caen en la trampa de presentar a los medios alineados con los adversarios como inherentemente propagandísticos o manipuladores, mientras se da por hecho que “nuestros” medios son objetivos y veraces. Además, la impresión que se da es que nuestros gobiernos se ocupan de las “relaciones públicas” veraces, de “comunicación estratégica” y “diplomacia pública”, mientras que los rusos mienten a través de su “propaganda”.
Ninguna de estas alegaciones cuenta con apoyo académico. Un número sustancial de investigaciones de las últimas décadas destaca la proximidad entre los medios informativos occidentales y sus respectivos gobiernos, especialmente en los asuntos internacionales. Por razones que incluyen la dependencia excesiva de las fuentes gubernamentales, las limitaciones económicas, los condicionantes de las grandes empresas o el patriotismo a la antigua usanza, los grandes medios occidentales son incapaces de cumplir las expectativas democráticas en cuanto a su independencia. En el estudio que hicimos en la Universidad de Manchester sobre la cobertura en medios británicos de la invasión de Irak en 2003, descubrimos que la mayoría de los grandes medios británicos reforzaron los puntos de vista oficiales en vez de cuestionarlos.
En relación a la supuestamente positiva política de comunicación de nuestros gobiernos, existen razones de peso para cuestionar la idea de que la “comunicación estratégica” de nuestros gobiernos debe entenderse como un signo de libertad, frente al tipo de “propaganda” manipuladora de la que se acusa al Gobierno ruso. De hecho, los gobiernos occidentales se dedican con frecuencia a estrategias de manipulación a través del engaño, la ocultación y la confusión. Esto quedó bastante claro durante el periodo anterior a la guerra de Irak, cuando la información de inteligencia fue manipulada para movilizar el apoyo de la opinión pública a la invasión de Irak.
Además, el reciente informe Chilcot describe cómo pocos días después del 11S los “halcones partidarios del cambio de régimen” afirmaron en Washington que “una coalición conseguida con un propósito (contra el terrorismo internacional) podría utilizarse para resolver otros problemas en la región”. Tony Blair había planteado cómo las fases 1 y 2 de la “guerra contra el terrorismo” requeriría “una unidad de propaganda decidida y bien organizada”.
Se podría llegar a la razonable conclusión a partir de estas pruebas de que la opinión pública occidental fue engañada por una gran campaña de propaganda engañosa que se aprovechó de la amenaza del terrorismo para “resolver otros problemas” y que fue promovida por nuestros propios gobiernos y difundida a través de “nuestros” medios de comunicación.
La propaganda y los engaños no son, por lo que parece, un atributo exclusivo de los estados no occidentales. Están vivos y a pleno funcionamiento en las democracias occidentales.
Son tiempos confusos para los consumidores de noticias. El asunto de en qué medios confiar continúa siendo tan importante como siempre. A causa del nivel de conflictos en el mundo de hoy, actuales y posibles, así como temas globales básicos como la crisis medioambiental, la pobreza y los recursos, es esencial que la gente aprenda a navegar a través de los medios y se defienda contra la manipulación.
El primer paso para estar más informado es dejar de ver a nuestros gobiernos y medios como libres de la manipulación mientras demonizamos a los gobiernos y medios “extranjeros” por estar llenos de mentiras propagandísticas.
El segundo paso es reconocer que se puede obtener información y análisis útiles de muchas fuentes informativas, incluidas aquellas catalogadas de “propaganda”: RT, Al Jazeera y Press TV no deberían ser descartadas de entrada. Se sabe que los grandes medios, con independencia de su origen, se muestran sumisos a los poderes políticos y económicos, lo que significa que nosotros, como consumidores de noticias, tenemos que buscar puntos de vista alternativos en sitios como Media Lens y Spinwatch. Y en general, tenemos que ser más conscientes de las estrategias de manipulación que todos los gobiernos utilizan para moldear opiniones y conductas.
En una época en que los think tanks y los expertos en “relaciones públicas” dominan los espacios en los medios, sería bueno también implicar más al mundo académico como fuente de comentarios y análisis (relativamente) independientes. Podría parecer que estos pasos son demasiado exigentes y que suponen mucho tiempo, pero vivimos en tiempos exigentes y el riesgo aumenta cada año. La necesidad de que la opinión pública esté informada y de que se defienda contra la manipulación es ahora mayor que nunca.
Piers Robinson es profesor del Departamento de Estudios Periodísticos de la Universidad de Sheffield.