Es la única alianza militar capaz de atacarse a sí misma, decía un viejo chiste sobre el Pacto de Varsovia, liderado por Moscú, después de que en 1968 los tanques soviéticos entraran en Praga para aplastar un movimiento reformista.
Con el despliegue este jueves en Kazajistán de soldados de la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (la nueva alianza militar de la región, liderada por Rusia), hay quien ha trazado ‘paralelismos inquietantes’ con la Primavera de Praga de 1968 y con el aplastamiento soviético de la Revolución húngara de 1956.
Concebida como un pacto de defensa mutua, la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC) no ha tenido ningún despliegue conjunto desde que se fundó en 1999. Ahora están recurriendo a ella para sofocar las revueltas internas de uno de sus Estados miembros.
Para justificarlo, el presidente kazajo Kassym-Jomart Tokayev alegó que la revuelta había sido alentada por “terroristas” con apoyo del extranjero. Pero lo que sugiere la llamada a la OTSC es que ya no puede confiar en sus propias fuerzas de seguridad.
Tras la petición de Tokayev, la OTSC entró en acción en cuestión de horas y en la mañana del jueves ya había paracaidistas rusos llegando a Kazajistán.
En declaraciones a la agencia de noticias RIA, el secretario general de la OTSC ha dicho que las fuerzas de mantenimiento de la paz están compuestas por unos 2.500 soldados, pero que podrían reforzarse si fuera necesario.
Algunos en Moscú han elogiado la intervención. Maxim Suchkov, director del Instituto de Estudios Internacionales de la destacada universidad moscovita MGIMO, ha dicho que compararlo con las intervenciones del Pacto de Varsovia producidas durante la era soviética es “propaganda”. También, que una misión breve podría mejorar la posición de Rusia en la región. Los acontecimientos en Kazajistán representan una “crisis en la que Moscú puede ser decisivo y útil”, ha escrito Suchkov en su cuenta de Twitter.
Un paralelismo evidente con el Pacto de Varsovia es que la decisión de intervenir se tomó casi con toda seguridad en Moscú, por más que la OTSC sea una alianza. La decisión final la habrá tomado Vladimir Putin, aunque haya sido celebrada por el presidente bielorruso Alexandr Lukashenko, que en 2020 logró aplastar una gran revuelta en su país usando solo sus fuerzas de seguridad.
Es posible que Putin esté pensando en una misión breve que restablezca el orden y deje a Kazajistán agradecido y en una situación de deuda con Moscú, pero la operación tiene sus riesgos.
Uno de los principales logros del expresidente de Kazajistán Nursultan Nazarbayev fue evitar un conflicto importante entre la mayoría kazaja y la minoría étnica rusa del país. De ahí el desconcierto sentido por muchos que están viendo la intervención de la OTSC como una decisión rusa.
Durante años, Kazajistán se ha enorgullecido de una política exterior “multivectorial”, en la que sus estrechas relaciones con Moscú se compensaban con buenas relaciones con las naciones occidentales.
Cuando este miércoles se supo que Tokayev había pedido ayuda a la OTSC, la redactora jefe de la cadena de televisión estatal rusa RT, Margarita Simonyan, publicó en Twitter una serie de demandas. “Debemos ayudar, pero también tenemos que poner algunas condiciones”, escribió en la red social. Entre ellas, hacer del ruso la segunda lengua oficial del país y que se reconozca a Crimea como parte de Rusia.
Podría ser una señal de cómo es interpretada la alianza OTSC por algunas personas en Moscú. Si Tokayev consigue aplastar las protestas con ayuda de Moscú, los rusos pueden esperar favores a cambio.