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The Guardian en español

Putin y el príncipe: preocupación en Estados Unidos y la UE ante el acercamiento entre Rusia y Arabia Saudí

Mohamed bin Salmán y Vladímir Putin en la cumbre del G20 de Buenos Aires en 2018.

Martin Chulov

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Los dos han iniciado guerras en países vecinos; los dos ejercen una influencia importante sobre el mercado mundial de la energía; y los dos son conocidos por ansiar un lugar en la historia y por no tolerar la disidencia. El acorralado líder ruso, Vladímir Putin, y el gobernante de facto de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán, parecen tener mucho en común.

Casi ocho meses después de la invasión rusa de Ucrania, las relaciones entre Riad y Moscú pasan por un momento dulce. Mientras en gran parte de Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea (UE) se redoblan los esfuerzos contra un líder ruso cada vez más amenazante, el príncipe Mohamed ha optado por profundizar los lazos con Moscú. Ambos países, sin embargo, mantienen posiciones opuestas en la guerra en Siria.

Este miércoles la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y sus aliados, liderados por Rusia, que juntos forman el grupo conocido como OPEP+, mantuvieron una reunión en Viena. Es el último hito de una relación en crecimiento que cada vez va más en contra de las exigencias de los aliados de Riad y parece dar espacio a Putin en un momento crítico de la guerra. En el encuentro, los países productores decidieron recortar la oferta de crudo en dos millones de barriles diarios para presionar los precios al alza.

Arabia Saudí y Rusia extraerán respectivamente 10,478 millones de barriles de crudo al día, frente a la cuota de 11,004 millones pactada anteriormente, lo que implica un ajuste a la baja de 526.000 barriles diarios cada uno. El recorte perjudica directamente a los países europeos, que necesitan importar casi todo el petróleo. Por otra parte, Estados Unidos está considerando prohibir la exportación de petróleo y derivados para precisamente reducir el precio dentro de sus fronteras, lo que suma también en contra de la eurozona, porque supondría menos oferta en los mercados internacionales.

La medida llega tras la interrupción generalizada en el suministro de gas a Europa que ha provocado la guerra y ante predicciones de una crisis energética que será peor a medida que se acerque el invierno. El acuerdo también va en contra de los intereses de Washington, un aliado de Riad que trató de convencerle de que abriera el grifo de su enorme depósito para aliviar las presiones por el suministro energético.

En vez de eso, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, intimida con la mirada a un socio de Oriente Medio al que visitó personalmente en verano, cuando se hizo evidente la magnitud de la crisis energética. Biden se marchó de aquella reunión con las manos vacías y, como resultado, con la incómoda perspectiva de llegar a las elecciones legislativas de mitad de mandato en noviembre con los precios del surtidor de gasolina en niveles altos. Quizá lo más importante para el presidente de EEUU es que una subida en el precio del petróleo pueda interpretarse como una ayuda a financiar la guerra de Putin.

“Las anteriores administraciones saudíes habrían sido mucho más sensibles a los sentimientos de EEUU y a los mensajes que se daban, aunque lo más probable es que hubieran hecho lo mismo”, dice Robin Mills, consejero delegado de Qamar Energy. “En materia de petróleo, Arabia Saudí siempre ha hecho lo que ha querido sin conceder favores a EEUU, pero por lo general lo ha hecho endulzándolo. No en esta ocasión”, añade.

Diplomacia saudí

El mes pasado hubo otra señal de la profundización de los lazos entre Moscú y Riad. En un movimiento diplomático poco común, los saudíes consiguieron la liberación de prisioneros internacionales capturados durante los combates en Ucrania, con cinco británicos entre ellos. Un movimiento que parecía aprobado por Putin como una forma de regalar a Riad un momento en el tablero global: aquí estuvo la diplomacia saudí, muy lejos de casa, negociando un acuerdo en el que no había ninguna relación evidente con Oriente Medio.

Según un alto cargo británico con conocimiento de las dinámicas políticas, “fue un regalo de Putin a MBS [Mohamed bin Salmán]”. “Putin quería que ocurriera y quería que pareciera que los saudíes lo habían logrado mediante la diplomacia”, dice.

Tras cuatro años sufriendo las repercusiones globales por el asesinato en Estambul del disidente y periodista saudí Jamal Khashoggi a manos de sus ayudantes de seguridad, Mohamed bin Salmán está en plena operación regreso al mundo. Posicionar al reino como un motor global y una potencia regional es uno de los objetivos principales del príncipe heredero de 37 años.

El príncipe, “fascinado” con Putin

Las autoridades saudíes no han condenado la invasión de Putin, de la misma forma en que Moscú tampoco ha dicho nada sobre la invasión saudí en Yemen de los últimos cinco años, una guerra que ha dejado al vecino oriental de la península arábiga empobrecido y con una significante y continua necesidad de ayuda exterior. Según una alerta de varias ONG divulgada esta semana, el sufrimiento de millones de personas se agravará aún más si no se renueva el alto el fuego en Yemen.

Mientras tanto, la destrucción generalizada y el sufrimiento humanitario en Ucrania han estado ausentes del discurso central saudí. El príncipe MBS parece no inmutarse por el nacionalismo estilo 'sangre y tierra' [blood and soil] de Putin ni por su intento de recuperar la gloria perdida de la Unión Soviética. De hecho, ha habido muchas señales de que a Bin Salmán le gustaría emular al experimentado tirano ruso con su propio nacionalismo de 'sangre y petróleo' [blood and oil].

En 2016, cuando el príncipe Mohamed era un treintañero y aún ejercía como viceministro de Defensa, reunió en Riad a varios diplomáticos británicos, entre ellos altos cargos del MI6 [servicio de inteligencia británico], con el único propósito de pedir consejo a Reino Unido sobre la mejor forma de tratar con Putin. “Estaba fascinado con él”, dijo años después uno de aquellos británicos al periódico The Observer. “Parecía admirarlo, le gustaba lo que hacía”.

En los años transcurridos desde entonces, el príncipe Mohamed bin Salmán ha llegado a emular al hombre que fue su objeto de estudio. En su forma de reprimir a la disidencia hay ecos evidentes de la represión ejercida por el líder ruso. También en la incipiente aparición de un Estado policial saudí, construido sobre bases nacionalistas árabes y reforzado mediante el control de la disidencia y los oligarcas y la consolidación de una base de poder.

En los últimos meses, a Putin y Bin Salmán también les ha unido su desagrado por Joe Biden, cuyo Gobierno ha liderado la iniciativa internacional para armar al ejército ucraniano, obligando al ejército ruso a una sucesión de retiradas humillantes. Biden ha liderado además los esfuerzos para aislar al príncipe MBS, el mismo al que le divertía saber que un líder estadounidense había llegado gorra en mano a la ciudad árabe de Yeda para irse con las manos vacías.

“Putin ve esto como una cosa del nuevo orden mundial y piensa que puede llevarse a MBS con él”, dice el alto cargo británico. “Los saudíes se asientan sobre un activo muy poderoso que es el petróleo, todavía con un papel estratégico que jugar. No se puede descartar a los hidrocarburos como herramienta política de las próximas décadas. MBS sabe lo que significa ser visto ayudando a Putin, pero no le importa, ninguno de los dos es un progresista liberal, los dos entienden el liderazgo de la misma manera”.

Traducción de Francisco de Zárate.

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