Raoni Metuktire, líder indígena de Brasil: “Bolsonaro ha sido el peor presidente para nosotros”

Jonathan Watts

0

A sus casi 90 años, Raoni Metuktire regresa a la primera línea para tratar de detener a Jair Bolsonaro, el peor presidente de Brasil que dice haber conocido. El líder indígena más respetado del país denuncia los planes del Gobierno de extrema derecha de autorizar la minería en territorio indígena. Las políticas de Bolsonaro para la Amazonia, dice, atentan contra los esfuerzos globales de proteger la naturaleza y luchar contra la emergencia climática.

“He visto a muchos presidentes ir y venir, pero ninguno habló tan mal de los pueblos indígenas o nos amenazó de esta manera a nosotros y a la selva”, dice. “Desde que [Bolsonaro] llegó a la presidencia, ha sido el peor para nosotros”.

Desde su primer contacto con el mundo fuera de la selva, Raoni ha conocido 24 Gobiernos brasileños. En el país con mayor superficie de Sudamérica, el jefe kayapó encabeza un renovado movimiento indígena junto a Davi Kopenawa Yanomami. Son los que lideran la resistencia contra los planes oficiales de abrir la selva tropical a la especulación y a la explotación ganadera, maderera y minera (de oro).

Hoy, Raoni es probablemente el indígena del Amazonas más conocido del mundo, con sus pendientes, collares, su disco labial y sus canas. Pero hasta los 18 años nadie lo conocía fuera de su comunidad en la selva.

Según un libro recientemente publicado del experimentado explorador británico John Hemming, a principios de la década de los cincuenta Raoni era un joven guerrero pintado con jenipapo (el fruto de la genipa americana) cuando los primeros invasores no indígenas contactaron con los Metuktire Kayapó, su tribu. Los intrusos traían regalos como collares y cuchillas de metal, pero también dejaron enfermedades europeas como el sarampión, la malaria y la gripe que diezmaron gravemente a la población.

En los 70 y los 80, Raoni fue uno de los que lideraron la lucha, a menudo letal, contra los ganaderos, la presa de Belo Monte y la carretera BR-080. Se hizo famoso en todo el mundo gracias a su amistad con el cantante Sting.

En los años siguientes fue agasajado por los líderes del mundo y llegó a reunirse con el Papa. Su influencia y prestigio cuestionaron el prejuicio de muchos brasileños que ven a los indígenas como personas sin educación y de pocos recursos. Con su lucha contribuyó a que los kayapó obtuvieran el reconocimiento oficial de derechos territoriales que, mediante una extensa cadena de reservas naturales, se convirtieron en la columna vertebral de un cortafuegos norte-sur contra la deforestación.

“Desde hace muchos años he luchado en campañas y aparecido en los medios. Dejé de hacerlo cuando obtuvimos la victoria de la demarcación de nuestras tierras porque todo parecía estar bien, todo estaba tranquilo”, explica. “Pero el nuevo presidente amenaza a los indígenas, así que he vuelto a luchar de nuevo”.

Las últimas cifras oficiales muestran que la deforestación de la Amazonia está en su nivel más alto en una década. Los incendios que provocan los agricultores y usurpadores de tierras para despejar las tierras emiten enormes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera, interrumpen el ciclo del agua y destruyen el hábitat terrestre con mayor biodiversidad del planeta. Están envalentonados por el primer año de un Gobierno que ha debilitado las protecciones medioambientales, que ha animado a los madereros y que ha vilipendiado a los pobladores de la selva y las ONG ecologistas.

Bolsonaro viene metiéndose con los grupos indígenas desde antes de ser presidente. Los acusa de representar un obstáculo para el desarrollo económico. “Es una lástima que la caballería brasileña no haya sido tan eficiente como la estadounidense, que exterminó a los indígenas”, dijo en 1998. Ahora que está en el poder, ha prometido impedir la creación de nuevas reservas y abrir territorios al negocio agrícola y minero. Los antropólogos alertan de que será un genocidio para las tribus no contactadas.

Entre las mayores amenazas figura la invasión y la destrucción ecológica que provocan los buscadores de oro brasileños, conocidos como garimpeiros. Casi todos son ilegales, pero el apoyo que les da Bolsonaro ha sido mucho más explícito que el de los presidentes anteriores. En parte, es una cuestión personal. El padre de Bolsonaro trabajó como garimpeiro a tiempo parcial y el presidente ha reconocido que él mismo buscó oro durante su etapa en el ejército.

Como dice Davi Kopenawa Yanomami, “Bolsonaro es un garimpeiro, eso explica su forma de pensar, siempre tratando de explotar más tierras”. “Está enfermo de la cabeza, no piensa en los demás ni en el futuro”, añade.

Autor, chamán y ecologista, Kopenawa es posiblemente el intelectual más relevante dentro de los más de 300 grupos indígenas que hay en Brasil. Su libro 'La caída del cielo' esboza la muy diferente cosmología de los pueblos tradicionales de la selva amazónica y advierte: más allá de la crisis climática, la humanidad está rompiendo los pilares de la selva que sostienen el cielo.

Kopenawa asegura que en el último año las tierras yanomami, en la frontera entre Brasil y Venezuela, han recibido el mayor alud de mineros ilegales desde los años 80. “Están envenenando nuestros ríos, matando nuestros peces y nuestra gente ha vuelto a enfermar de malaria”, denuncia.

En voz baja, pero desafiante, Kopenawa dice que el problema es mayor que Bolsonaro. El presidente empeoró las cosas, explica, pero los que están presionando por los recursos son las empresas mineras de Canadá, China y Japón. “Nuestros políticos están vendiendo nuestra riqueza y esto no trae ningún beneficio a nuestro pueblo, sólo destrucción. ¿Quién se está haciendo rico? Los extranjeros. Las grandes empresas están detrás”.

La selva no es la única amenazada. Raoni, al que acompañan dos guardaespaldas, se ha convertido en un blanco para los nacionalistas que buscan llamar la atención y congraciarse con Bolsonaro. Hace poco, durante una reunión de defensores del bosque en Altamira, un pequeño grupo formado por agricultores y usurpadores de tierras se subió al estrado empujando y gritando en la cara a la joven indígena que hablaba sobre los asesinatos sufridos por su pueblo. Raoni movió un dedo en señal de reprobación y media docena de guerreros kayapó empujó a los intrusos de vuelta a sus sillas.

Después de la refriega se publicaron falsedades y exageraciones en las redes sociales de la derecha. Raoni había “ordenado un ataque”, decían, cuando lo cierto es que se habían limitado a defenderse. Todo un símbolo de lo que lleva ocurriendo desde hace décadas en la Amazonia.

La trifulca ya está en los tribunales, después de que el académico responsable del altercado presentara una denuncia penal contra el jefe kayapó. Los organizadores del evento habían demandado antes a los revoltosos por amenazas.

Raoni dice que la pelea no debe distraer la atención del tema más importante: salvar al Amazonas. “Lo que pasó hizo que me sintiera muy mal, los que quieren destruir el bosque vinieron a estropearlo todo y yo pensaba que era importante hablar, por eso pedí que los detuvieran”. Los terratenientes se portaron mucho mejor a partir de ese momento. Según los representantes de las ONG, fue una victoria para una mayoría de los brasileños que sí quiere proteger la selva.

La esperanza está puesta ahora en la construcción de una red de alianzas en el Amazonas y el resto del mundo para contrarrestar la amenaza que representan Bolsonaro y las industrias extractivas. Hay señales de que esto puede estar sucediendo gracias al liderazgo de Raoni, Kopenawa, y otros indígenas. En otras épocas, las tribus indígenas luchaban unas con otras, así como con los colonos de las riveras y con los descendientes de los cimarrones que escaparon a la selva. Pero muchos de estos grupos están formando hoy un frente unido contra los intrusos que talan árboles y envenenan ríos.

Raoni invita a las personas de todo el mundo a unirse en la resistencia pacífica contra las fuerzas que amenazan el territorio indígena, la Amazonia y el mundo. “Ellos tienen el dinero y las armas, nosotros no tenemos eso, yo no tengo eso”, dice al terminar la entrevista. Pero con las temperaturas en ascenso y el bosque bajo una amenaza creciente es necesario actuar, dice, para ayudar a Brasil y evitar un peor futuro para los pueblos del mundo.

“Necesitamos a la naturaleza para respirar”, dice. “Espero que la gente, no sólo en Brasil, tome mi mano y una sus fuerzas a las nuestras para salvar la naturaleza, la selva y todo lo que hay en ella, incluyendo los animales y las personas”.

Traducido por Francisco de Zárate