Se le conocía como el 'Rasputín peruano'. Estaba a cargo del servicio de inteligencia de uno de los regímenes más corruptos y brutales del país.
Vladimiro Montesinos era la mente maestra detrás de una red de espionaje político mediante la cual controlaba la cúpula militar, la corte y los medios de comunicación, mientras vaciaba las arcas públicas para lograr su cometido, hasta que una de sus propias grabaciones, en las que se lo veía sobornando políticos, acabó con su carrera.
Ahora Montesinos, exasesor y mano derecha del encarcelado expresidente Alberto Fujimori, ha reaparecido tras casi dos décadas en relativa oscuridad, debido a su supuesto intento por ayudar a la hija de Fujimori, Keiko, cuyas denuncias infundadas de fraude electoral han llevado a Perú a atravesar las semanas más convulsas de su historia reciente.
Con todos los votos de las elecciones del 6 de junio ya contados, el candidato izquierdista Pedro Castillo cuenta con una pequeña ventaja de alrededor de 44.000 votos, sobre un total de más de 19 millones.
Pero Fujimori –con el apoyo de los medios de comunicación, en su mayoría partidistas, y de un torrente de desinformación– ha exigido que decenas de miles de votos fueran recontados o anulados, en especial en las áreas rurales, donde Castillo cuenta con un apoyo abrumador.
Montesinos está cumpliendo con múltiples condenas por crímenes de lesa humanidad, corrupción y tráfico de armas y drogas en una prisión naval de máxima seguridad, pero aun así pudo usar un teléfono fijo, desde el que realizó 17 llamadas a Pedro Rejas, exmilitar y miembro fiel del séquito de Alberto Fujimori, quien dio a conocer las grabaciones.
El ministro de Defensa de Perú confirmó esta violación a la seguridad en la cárcel controlada por la Armada y dijo que tres guardias y un oficial fueron apartados de sus cargos.
La conversación
En una conversación, días después de las elecciones, Montesinos pareciera sugerir que se paguen sobornos a través de un intermediario a tres de los cuatros miembros del tribunal electoral, para así favorecer a Fujimori en el recuento.
“Si hubiéramos hecho el trabajo que habíamos planteado ya no estaríamos en este problema de mierda”, dice Montesinos, de 76 años, en una de las llamadas.
Las grabaciones son el último giro de guion en el tortuoso panorama postelectoral, pero también un recordatorio desagradable de algunos de los momentos más oscuros de la historia reciente del país.
Jo Marie Burt, asesora principal de la Washington Office on Latin America (WOLA), dice: “Keiko Fujimori hace tiempo que intenta separar a su padre y a sí misma de Montesinos”.
“No sabemos si está siguiendo sus consejos o no”, añade Burt, que fue observadora internacional del juicio contra Alberto Fujimori, que terminó en 2009 con una condena de 25 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad y corrupción.
Burt dice que Keiko Fujimori representa la continuación del proyecto político de su padre, del cual Montesinos era una parte integral. “Ellos eran uña y carne. Ninguno podía existir sin el otro”.
Fujimori considera a las grabaciones de Montesinos como un intento por distraer la atención sobre el proceso electoral. Pero hay indicios de que los seguidores de Fujimori están distanciándose de ella. “Ya estuvo bueno” dijo en su editorial de este domingo el periódico El Comercio, parte del grupo de medios más grande de Perú, que anteriormente apoyaba a la candidata en su tercera campaña presidencial.
“Hoy queda claro que lo que empezó con el empleo de recursos legales legítimos para cuestionar la idoneidad de algunas actas (…) ha empezado a transformarse en un intento de diferentes sectores políticos por dilatar el proceso lo más posible”, dice el texto.
El partido de Castillo, Perú Libre, ha negado las acusaciones de fraude. Asimismo, el Departamento de Estado de Estados Unidos describió el proceso como un “modelo para la democracia” y la Unión Europea ha llamado a las elecciones “libres y democráticas”.
La aparición de las grabaciones de Montesinos fue el último episodio de una semana inquietante: tras discrepancias con los otros magistrados respecto a las peticiones de anular votos, uno de los cuatro fiscales encargados de evaluar las denuncias de fraude renunció a su cargo, dejando al tribunal electoral sin quórum. Fue reemplazado el sábado por otro juez, aunque ambos se enfrentan a sendas investigaciones por supuesta corrupción.
El tribunal electoral tiene hasta el 28 de julio, día de la Independencia de Perú, para declarar un ganador. Si no lo hace, la constitución indica que se debe llamar nuevamente a elecciones.
Mientras tanto, la corte busca condenar a exmilitares –entre ellos, el exdictador Francisco Morales Bérmudez, procesado por el asesinato de civiles italianos en la Operación Cóndor– por sedición y conspiración, debido a tres cartas abiertas en las que pedían a las Fuerzas Armadas que rechazaran la victoria de Castillo.
“Lo que estamos presenciando es una conspiración a cámara lenta que busca evitar que Castillo sea presidente”, dice Burt.
Traducido por Julián Cnochaert.