Los recuerdos de la secretaria de Churchill al final de sus días: las películas de James Bond, el Premio Nobel y el whisky como “enjuague bucal”

Mark Brown

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Nonie Chapman tiene buenos recuerdos de Winston Churchill. Recuerda sus pies arrastrándose, embutidos en unas zapatillas con su emblema personal, un traje de terciopelo de una pieza y en dirección a la primera fila de su cine privado. Fumando un puro, por supuesto.

Ella era una secretaria de 21 años. Él estaba en los últimos años de su vida. Una de las cosas que más recuerda son sus manos. Sus manos artríticas lo hicieron. “Cuando se apagaba el puro, un enfermero se lo encendía, esos dedos largos y artísticos... realmente me impactaron”.

Chapman ha compartido sus recuerdos con The Guardian en la recién restaurada secretaría de la gran casa de campo de Churchill, llamada Chartwell, en el condado de Kent. La restauración del lugar forma parte de un proyecto del National Trust, que ha invertido 7,1 millones de libras (unos 7,6 millones de euros) en el lugar desde que 2016 decidiera comprar a la familia Churchill cientos de objetos, desde recuerdos personales hasta regalos recibidos de todo el mundo.

Los objetos, un préstamo a largo plazo a Chartwell, incluyen el premio Nobel de literatura que Churchill recibió en 1953, la caja de madera donde guardaba los discursos y un libro firmado por todos los miembros del parlamento, excepto los diputados del Sinn Féin, que el exprimer ministro recibió como regalo para su 80 cumpleaños en 1954.

La secretaría de Chartwell se ha recreado con gran exactitud como lucía en los años 50 gracias a la ayuda de fotos y recuerdos de quienes trabajaron allí. Chapman era una asistente para todo. “Hice todo lo que la gente quería que hiciera... ir de compras, buscar gente en la estación y ayudar en la oficina.”

Los viernes llevaba a la estación las películas que la familia había visto y recogía otras nuevas. “También recogía cebo vivo para el cachuelo [un pez]”, recuerda. “Sir Winston solía alimentar al cachuelo dorado”.

Chapman mantiene en la memoria el recuerdo de un lugar acogedor. A ella también la invitaban a ver las películas de los sábados por la noche en el cine privado. “Recuerdo haber visto Lawrence de Arabia y la que probablemente fue la primera película de James Bond. Eran una familia increíble para trabajar, podías ir donde quisieras, eran acogedores. La casa tenía una atmósfera maravillosa.”

Tras la muerte de Churchill siguió trabajando en Londres como secretaria, chófer y acompañante de Clementine, su viuda.

La sala de secretarias restaurada tiene máquinas de escribir, teléfonos, agendas y tinteros. En una pared hay fotografías de importantes figuras políticas y militares como Charles de Gaulle o el Mariscal Montgomery. En otra, una caja de mapas que el presidente Franklin D. Roosevelt le regaló a Churchil por Navidad en 1943.

Katherine Carter, directora del proyecto, explicó que una de las adquisiciones más importantes fue el libro de visitas de Chartwell, que abarca todo el periodo en que los Churchill estuvieron allí, desde los años 20 del siglo pasado hasta la década de los 60.

Hay muchas entradas en ese libro que son familiares, pero otras de personalidades como Charlie Chaplin, Vivien Leigh, Christabel Pankhurst o el president Harry Truman. “Aquí está todo aquel que tiene que estar”, explica Carter. Una versión digital de ese libro puede consultarse en Chartwell. De él nacen decenas de historias.

“Hemos realizado una gran investigación”, explica Carter. “Hay más de 700 nombres en el libro, y cuando comenzamos, 132 parecían indescifrables. Sólo quedan cuatro [por descifrar]. Ofrece una posibilidad maravillosa, la de mirar a una vida de un modo que nunca habíamos hecho… tenemos mucha suerte de contar con investigadores voluntarios que han dedicado miles de horas al proyecto”.

Entre las adquisiciones, está también la escultura de un león que Churchill recibió del pueblo luxemburgués, que solía acariciar de camino a la oficina; había también un par de cepillos de madera extraída del puente de un barco de la Segunda Guerra Mundial, el HMS Exeter. También una caja de pinturas en miniatura.

Los jardines de la residencia se abrieron en verano y reabrirán para quienes hayan reservado entradas. Los visitantes verán una recreación dramatizada del estudio de arte de Churchill con 141 de sus pinturas.

Churchill era famoso por ser un gran bebedor que disfrutaba del champán tanto como del brandy a la hora de comer y a la de cenar. A medida que envejeció bebía whisky con soda desde la hora del desayuno. El estudio recuerda esa afición con una licorera y un sifón junto al caballete.

Sin embargo, Carter pide que no se le juzgue demasiado duramente. “El whisky solo cubría el culo del vaso. Es algo a lo que se acostumbró en India. Él lo llamaba enjuague bucal”.

Traducido por Alberto Arce.