Los votantes bolivianos han condenado al presidente Evo Morales a una ajustada pero hiriente derrota después de que la junta electoral anunciara que ha fracasado en el intento de encabezar su cuarto mandato consecutivo.
Tan pronto como se hicieron públicos los resultados, Morales se mostró desafiante y poco dispuesto a aceptar lo que parece su mayor revés electoral en diez años. Sin embargo, las autoridades electorales comunicaron en la noche del martes que los ciudadanos habían rechazado en el referéndum, por un pequeño margen, la enmienda constitucional que le abriría paso a un nuevo mandato en 2019.
Después del anuncio del comunicado, la gente se lanzó a las calles para celebrar en la ciudad de Santa Cruz, al este del país, donde existe una fuerte oposición a Morales. También se lanzaron fuegos artificiales en La Paz, donde han tenido mucha repercusión varios casos de corrupción que sacuden al Gobierno.
La propuesta que se votó en el referéndum del domingo fue rechazada por un 51% frente al 49%, con el 99,5% escrutado, según fuentes de la junta. El recuento también impide que el vicepresidente, Álvaro García, se presente de nuevo.
Morales declaró a los periodistas, a primera hora del lunes, que aceptaría los resultados en cualquier caso y que depositaba todas sus esperanzas en una demostración tardía de apoyo desde las zonas rurales. “No nos quieren mucho en la ciudad”, admitió. El referéndum consultaba al electorado sobre una reforma en la constitución que permitiera a Morales –el primer presidente indígena de Bolivia– presentarse a las elecciones de 2019 con una posibilidad real de mantenerse en el poder hasta 2025.
La 'lucha' del presidente
Morales había advertido con anterioridad que fuese cual fuese el resultado no abandonaría su “lucha” y culpó de su fracaso a la “guerra sucia” llevada a cabo por la oposición en las redes sociales. “Nos oponemos al neoliberalismo, al capitalismo y al imperialismo, así hemos sido siempre. La lucha va a continuar tanto en caso de que gane el sí como el no. Nunca renunciaremos a ella”, añadió.
The Guardian presenció un tenso enfrentamiento en el organismo electoral boliviano, cuando los partidarios de la oposición gritaron “fraude” a las mesas electorales que siguieron funcionando mientras los observadores se iban a comer. El líder de la oposición y expresidente Jorge “Tuto” Quiroga instó a los observadores electorales de la Organización de los Estados Americanos a no abandonar el país hasta que se hubiese finalizado el recuento.
Morales –que ganó las tres campañas anteriores con mucha facilidad– parecía inmune a los problemas económicos y las acusaciones de corrupción que afectan a sus aliados regionales. Pero su popularidad se ha visto perjudicada por el escándalo de una antigua amante, Gabriela Zapata, con la que tuvo un hijo. Para colmo de males del presidente, Zapata ocupa un importante puesto en la compañía de ingeniería china CAMC, que se ha asegurado más de 455 millones de euros en acuerdos con el Gobierno de Bolivia.
“Últimamente han salido a la luz muchos casos de corrupción que no han salpicado al presidente de la República”, explica el economista Carlos Toranzo. “Pero este escándalo ha tenido un fuerte impacto sobre Morales”.
Castigo en las urnas
El presidente había depositado todas las esperanzas de la campaña en sus impresionantes logros de los últimos diez años. Durante su mandato, Morales ha encabezado el gobierno más estable de la historia de Bolivia, ha mejorado los derechos de los indígenas, ha impulsado un crecimiento económico con una media de 5,15% anual y ha reducido la pobreza y la desigualdad. Pero los críticos le acusan de iniciar una racha de autoritarismo y de favorecer a la mayoría indígena aymara –a la que él pertenece– en detrimento de los otros grupos.
Las elecciones no han ayudado a disipar esos miedos. Seis personas murieron cuando los partidarios de la formación de Morales (Movimiento por el Socialismo) prendieron fuego a un ayuntamiento dirigido por la oposición en El Alto. A pesar de ser un tradicional baluarte de Morales, los ciudadanos prometieron “castigarlo” en las urnas durante una protesta frente a los restos del edificio. Muchos votantes se mostraron disconformes ante un nuevo mandato del presidente.
En un colegio electoral de Sopocachi, un barrio de case obrera de La Paz, Marleny Armayo afirma: “Voté por el no porque nunca es bueno que las autoridades permanezcan en el cargo durante un periodo ilimitado de tiempo, especialmente en un trabajo tan duro como el de administrar el país”.
“Siempre he apoyado el proceso de cambio y defiendo el progreso que hemos alcanzado en Bolivia, pero esta vez he votado no”, dice una antigua seguidora de Morales, Tatiana Aranieba. “Creo que es el momento oportuno para un cambio”.
Pero estos reñidos resultados también destacan la gratitud que muchos bolivarianos sienten por los cambios que ha impulsado Morales desde su llegada al poder en 2006. Felipa Aruquipa, una empleada doméstica retirada, confiesa a The Guardian que ha votado sí por la continuidad del presidente. “Durante muchos años este país se ha mantenido inmóvil, ahora de verdad estamos avanzando y es gracias a Evo”, declara.
Traducción de Mónica Zas