Decenas de miles de personas refugiadas en el vulnerable litoral mediterráneo de Gaza se enfrentan a la dureza del invierno, sin un refugio en condiciones ni suficientes alimentos y combustible. Las temperaturas están descendiendo en picado en el castigado territorio y las tormentas están destruyendo las improvisadas tiendas de campaña.
En las últimas semanas, el mal tiempo ha obligado a cientos de personas que viven en la franja costera de Gaza alrededor de al-Mawasi a evacuar sus refugios, y ha dañado utensilios de cocina, ropa, reservas de alimentos y la preciada leña. Al-Mawasi fue designada “zona humanitaria” por las ofensivas militares israelíes y está repleta de personas que se han visto obligadas a desplazarse durante 13 meses de combates, ataques aéreos y bombardeos de artillería.
Hisham al-Haddad, de 30 años, explica que un repentino torrente de agua de mar se precipitó sobre su tienda y las de sus vecinos la semana pasada, y los pilló completamente desprevenidos. En el momento del temporal, su familia, formada por ocho personas, vivía cerca de Deir al Balah, en una parte del litoral declarada zona humanitaria, desde que huyeron de la ofensiva israelí contra la ciudad meridional de Rafah en mayo. “No tuvimos más remedio que montar nuestra tienda sobre la arena de la playa por falta de espacio, pero había dos hileras de tiendas delante de la nuestra, frente al mar. A todas se las tragó el mar por completo durante la tormenta y la marea alta. Fue como un tsunami. Cogí a mis hijos y eché a correr”, relata al-Haddad. “Todos intentábamos salvar nuestras vidas. Las olas arrastraron a algunas personas y niños, pero fueron rescatados. Todos gritábamos y pedíamos ayuda. Yo quería ayudar a los demás, pero tenía que salvar mi vida y la de mi familia”.
La ONU y otras organizaciones humanitarias han alertado de las graves dificultades a las que se enfrentará la población durante los meses de invierno, cuando las temperaturas en Gaza pueden descender hasta los 5ºC, con una temperatura mínima media de 10ºC. Más de dos tercios de los edificios del territorio han resultado dañados y hay zonas inhabitables.
El mes pasado, Philippe Lazzarini, comisionado general de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), señaló que los habitantes de Gaza se habían visto obligados a quemar basura de plástico como último recurso para mantenerse calientes. “El invierno en Gaza significa que la gente no sólo morirá a causa de los ataques aéreos, las enfermedades o el hambre. El invierno en Gaza significa que más personas morirán tiritando de frío, especialmente los más vulnerables, como los ancianos [y] los niños”, publicó Lazzarini en X (antes Twitter).
Las organizaciones humanitarias, la ONU y algunos gobiernos han pedido que mejore el flujo de ayuda a Gaza, especialmente al norte, donde se calcula que entre 60.000 y 75.000 personas llevan más de dos meses sin recibir asistencia humanitaria debido al bloqueo impuesto por el ejército israelí en varios barrios.
También a través un mensaje en la plataforma X, el COGAT, el organismo del Ejército israelí que gestiona asuntos civiles en los territorios ocupados, encargado de la logística, coordinación y facilitación de iniciativas humanitarias, informó de que seguirá trabajando con la comunidad internacional para aumentar la ayuda humanitaria a Gaza a través de Kerem Shalom y otros pasos. Asimismo, señaló que la UNRWA ha coordinado menos del 10% de la ayuda que entró en Gaza en noviembre.
El mes de octubre de 2024 marcó el peor mes para la ayuda humanitaria en Gaza desde que comenzó el conflicto hace trece meses. Según COGAT, en noviembre entraron una media de 90 camiones diarios, comparado con los 60 camiones diarios de octubre.
“Hace tanto frío que no tenemos ropa de invierno para abrigarnos, ni suficientes mantas. He usado la mitad para construir la tienda. Mis hijos tienen dos piezas de ropa de abrigo, se las ponen para calentarse, pero no es suficiente. Tampoco tenemos leña para prender fuego y calentarnos un poco”, explica Fida Eid, una mujer de 26 años y madre de dos niños. Eid, desplazada de Jabalia, una ciudad situada a cinco kilómetros al norte de Gaza sitiada por Israel y escenario de encarnizados combates, cuenta que cinco familiares cercanos han muerto en el conflicto.
La ofensiva de Israel en Gaza se desencadenó tras un ataque de militantes de Hamás contra el sur de Israel el pasado 7 de octubre. Más de 1.200 personas, en su mayoría civiles, murieron en el ataque transfronterizo que pilló a los servicios de seguridad israelíes por sorpresa. Otras 250 personas fueron secuestradas. Hasta la fecha, según las autoridades sanitarias gazatíes, la ofensiva israelí ha causado más de 44.800 muertos y 106.300 heridos. La mayoría son personas civiles. Miles más están desaparecidas.
Sin acceso a ayuda humanitaria
En las últimas semanas, los precios de los alimentos se han disparado y los productos básicos son demasiado caros para gran parte de la población civil. Un saco de harina de 25 kg cuesta ahora más de 114 euros, más de 10 veces el precio que tenía antes de que estallara la guerra.
“Recibimos muy poca ayuda de las ONG. La última vez que recibí un paquete de ayuda fue hace un mes. Como de costumbre, sólo contenía alimentos enlatados, así que dependemos de las comidas que nos dan en los comedores de beneficencia. Hacemos colas durante horas para conseguir agua. Así es nuestra vida”, cuenta al-Haddad.
Sabreen al-Atout vive con su marido y sus seis hijas en una tienda improvisada en al-Mawasi. “Se acerca el invierno... no tenemos ningún refugio en condiciones, para protegernos de la lluvia. No tenemos suficientes mantas, no tenemos ropa de invierno, y no tenemos forma de mantenernos calientes con ningún tipo de calefacción”, lamenta. Rahaf, la hija de 12 años de Al-Atout, murió en un bombardeo en noviembre del año pasado, y su hermana gemela tiene heridas graves en la parte inferior de ambas piernas. “Necesita salir de Gaza para el resto del tratamiento, pero eso es imposible, y con este frío glacial en invierno, sufre mucho por el impacto de la herida, y no tenemos ropa ni calcetines para calentarle los pies”, explica al-Atout.