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The Guardian en español

El regreso de Trump pone en peligro la campaña de la CIA para reclutar agentes dobles rusos

El entonces presidente de EEUU, Donald Trump (dcha), y su homólogo ruso, Vladimir Putin, en junio de 2019.

Shaun Walker

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Durante los últimos tres años, la CIA ha dirigido un programa de captación inusualmente atrevido. El plan tenía en el punto de mira a los rusos dentro del Gobierno o los servicios de seguridad del país, con el objetivo de convertirlos en agentes dobles.

Unos vídeos de reclutamiento con una producción impecable presentan la cooperación con la agencia secreta estadounidense como la opción patriótica para aquellos funcionarios rusos que estén descontentos con el régimen de Vladímir Putin y la guerra de Ucrania. Al final, los vídeos presentan instrucciones sobre cómo ponerse en contacto con la CIA de forma segura.

En enero, sin embargo, los rusos que hayan elegido dar el paso se enfrentarán a un escenario geopolítico muy diferente. Donald Trump regresará a la Casa Blanca y, si implementa las mismas políticas de su último mandato, buscará convertir a la Rusia de Putin en un aliado. Trump ha nominado para un puesto clave en inteligencia a Tulsi Gabbard, que a lo largo de los últimos años ha suscitado inquietudes por sus declaraciones sobre política exterior, incluyendo sus comentarios sobre “las legítimas preocupaciones de seguridad de Rusia” como una de las causas de la guerra en Ucrania.

La posibilidad de un cambio drástico en la política exterior hacia Rusia y Ucrania, combinado con la ya conocida indiferencia de Trump por la seguridad de la información clasificada, podría causar unas cuantas noches de insomnio entre los agentes dobles que permanezcan en Rusia.

“No podemos saber con certeza si se han hecho reclutamientos, ni tampoco deberíamos saberlo. Pero claramente esa ha sido la estrategia, y, en el pasado, momentos de crisis como éste fueron momentos de oro para las campañas de reclutamiento de los servicios occidentales”, dice Calder Walton, historiador de inteligencia en la Kennedy School de Harvard y autor de un libro recientemente publicado sobre la historia de la batalla de inteligencia entre Moscú y Washington.

Es probable que cualquier agente doble sea consciente de los riesgos inherentes a su decisión y del largo y truculento historial de predecesores que tuvieron un final trágico. Durante la última etapa de la Unión Soviética, la información procedente de topos dentro de la CIA y el FBI llevó al KGB a descubrir y ejecutar a numerosos funcionarios soviéticos que habían aceptado cooperar con Estados Unidos.

Existen motivos para creer que al menos algunos reclutamientos se han llevado a cabo. El año pasado, el director de la CIA, William Burns, dijo que la agencia tenía una “oportunidad única en una generación” para reclutar rusos ante al descontento generalizado con la guerra en Ucrania. Richard Moore, jefe del MI6 británico, aprovechó una rara aparición pública en 2022 para decir: “Nuestras puertas están siempre abiertas”.

Moore comparó la invasión a gran escala en Ucrania con la represión de la Unión Soviética en Checoslovaquia durante la Primavera de Praga en 1968. “En aquella oportunidad, varios rusos decidieron que era su momento para luchar contra el sistema al que estaban representando”, dijo Moore.

Varias fuentes de inteligencia y seguridad europeas que hablan bajo condición de anonimato han confirmado en entrevistas recientes que las agencias occidentales han intensificado los intentos de reclutamiento. Según una fuente, estos intentos pueden consistir en responder a contactos proactivos de los rusos o en realizar una captación “a puerta fría” utilizando la vieja técnica de la “maleta llena de dinero”.

Muchos miembros de la élite rusa están horrorizados por la invasión a Ucrania y el consecuente estatus de paria de Rusia a nivel internacional, pero de ahí a decidir revelar secretos a una potencia extranjera hay un gran trecho. Otra antigua fuente de inteligencia de alto nivel dice que “los acercamientos ‘fríos’ rara vez tienen éxito, pero nunca se sabe. Si hay éxito en el 1% de los casos, aún vale la pena intentarlo”.

En el contexto actual, el reclutamiento dentro de Rusia se considera demasiado arriesgado y la mayoría de los funcionarios rusos ya no pueden viajar a Europa. “Pero hay terceros países donde es posible localizar a estas personas”, explica la fuente.

Las motivaciones de los posibles reclutas pueden estar relacionadas con la necesidad económica, la desafección ideológica o los rencores personales, y a menudo se trata de una combinación de las tres. Con frecuencia, los acuerdos con los posibles agentes dobles implican que la fuente acepte permanecer en el lugar durante un tiempo determinado, con la promesa de un reasentamiento posterior bajo una nueva identidad en Occidente. “Además, está el hecho de que algunas personas observan el régimen de Putin y cuestionan su estabilidad; piensan: ‘Vale, puedo durar un poco más, pero necesitaré una estrategia de salida en algún momento’”, dice una fuente.

James Olson, exjefe de contrainteligencia de la CIA, dijo a CNN el año pasado que la agencia podría hacer ofertas muy atractivas a los rusos descontentos en posiciones de influencia: “Podemos ofrecerles protección. Podemos ofrecerles seguridad. Podemos ofrecerles anonimato total. Y podemos ofrecerles un paquete que se corresponda con el valor de la información que están proporcionando”.

Para despertar interés, la CIA ha creado una cuenta oficial en la aplicación de mensajería Telegram, muy popular en Rusia, y ha producido dos vídeos de reclutamiento con un elevado coste de producción en los que aparecen funcionarios rusos ficticios y suena música clásica. En uno de los vídeos el narrador cita a Tolstói y dice que quiere un futuro mejor para su hijo. El vídeo termina con las palabras: “Puede que la gente que te rodea no quiera saber la verdad. Nosotros sí”.

Puede que estas maniobras inusualmente abiertas sean parte de un juego psicológico que exagera el éxito de los esfuerzos de la CIA con el fin de asustar a una élite rusa ya paranoica por la presencia de espías extranjeros en su entorno.

Es probable que las agencias rusas también estén jugando sus propios juegos psicológicos: según las fuentes, las agencias occidentales todavía tienen que estar en guardia ante lo que se conoce como “dangles”, falsos desertores que dicen estar desilusionados pero que, en realidad, son operativos leales que alimentan a las agencias occidentales con una cuidada combinación de inteligencia de bajo nivel y desinformación.

“Los rusos tienen un largo historial de saturarte con agentes dobles. Crees que quieres información sobre un submarino nuclear, y al día siguiente alguien te la está ofreciendo. Siguen utilizando esta táctica, por supuesto”, dice una fuente de inteligencia occidental recientemente retirada.

Sin embargo, para cualquier desertor real los futuros cambios políticos en Estados Unidos pueden ser motivo de preocupación. “Creo que la Administración Trump podría ser extremadamente perjudicial para comprometer secretos y proteger fuentes cuando se trata de Rusia”, dice Walton. Describe el posible nombramiento de Gabbard como “extraordinariamente alarmante”. Como directora de Inteligencia Nacional, Gabbard supervisaría 18 agencias, incluidos el FBI y la CIA.

Las preocupaciones de larga data sobre los lazos entre Trump y Rusia llevaron a algunos aliados a compartir menos inteligencia con Estados Unidos durante la primera presidencia de Trump, incluso dentro de la estrecha alianza de intercambio de inteligencia integrada por Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, conocida como Five Eyes [Cinco Ojos].  

“Sé con certeza que durante el primer Gobierno de Trump uno de los socios de Five Eyes tuvo cuidado a la hora de compartir inteligencia sobre Rusia que pudiera acabar en la Casa Blanca. Los servicios de inteligencia estrechamente aliados tenían protecciones específicas para que la inteligencia relacionada con Rusia no se viera comprometida. Es una suposición razonable decir que lo mismo será cierto en la próxima administración”, dice Walton.

Traducción de Julián Cnochaert.

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