Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

The Guardian en español

Nos reímos de Ivanka Trump por no llorar

El primer ministro japonés Shinzo Abe y el presidente estadounidense Donald Trump se saludan ante Ivanka Trump (Europa Press)

Suzanne Moore

Todos hemos estado en esa tesitura ¿verdad? En medio de una conversación, con la esperanza de que nos tomen en serio, pero sintiéndonos bastante incómodos y fuera de sitio. Como la mayoría de nosotros tenemos cierto sentido del ridículo, deseamos no compartir este momento con el mundo entero. Sin embargo, al igual que su padre, Ivanka Trump, la princesa idiota, no sabe lo que es la vergüenza y por eso no le importa que todo el mundo haya visto cómo la diseñadora de bolsos es ninguneada por los líderes mundiales en la cumbre del G20 [celebrada en Osaka, Japón].

Ha hecho grandes saludos y reverencias y ha sido ella y no Melania [primera dama y su madrastra], que ha vuelto a brillar por su ausencia, quien ha acompañado a su padre a Corea del Norte. Definió la visita como “surrealista”. Y en efecto, lo es. Aunque la fuerza transgresora y poética del surrealismo hace tiempo que desapareció, lo cierto es que el surrealismo sacude la racionalidad e Ivanka lo ha conseguido.

Ivanka, la hija que ejerce de esposa sustituta, viaja por el mundo y habla del empoderamiento de las mujeres. Creo que se refiere al hecho de llevar pendientes. El hecho de que sus acciones permitan a su padre envalentonar a aquellos que despojarán a las mujeres de sus derechos es descorazonador, pero no es ninguna novedad. Los matones siempre han utilizado a las mujeres para dulcificar su imagen. Asma Al Asad, esposa de Bashar Al Assad, es un claro ejemplo. Ivanka promueve la marca Trump y nos vende el producto. Ella es a la vez el producto y la agencia de publicidad y nadie sabe muy bien cómo reaccionar.

Los líderes mundiales parecen sentirse incómodos cuando la hija de Trump se cuela en todas las fotografías, pero lo cierto es que son cómplices porque permiten esta situación. De hecho, muchos de ellos saben perfectamente cómo funciona todo esto. En especial, Narendra Modi, Vladimir Putin y los saudíes.

Cuando la semana pasada Putin afirmó que la visión liberal del mundo había quedado obsoleta, todos se comportaron como si fuera novedoso. Señaló que el liberalismo “ha entrado en conflicto con los intereses de la inmensa mayoría de la población”. Seguimos negando esta visión o al menos esperamos que no sea cierta. Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, respondió diciendo que lo que encuentra “realmente obsoleto es el autoritarismo, los cultos a la personalidad, el gobierno de los oligarcas”. Bueno, ojalá fuera así, pero cada vez tenemos más mandatarios que no han sido elegidos por los ciudadanos. Los políticos profesionales pertenecen al siglo XX.

En el Reino Unido vemos como Nigel Farage, que nunca ha sido elegido como diputado, cada vez tiene más poder. También tenemos a una primera ministra, Theresa May, que no parece tener ninguna habilidad diplomática. Ni siquiera parece tener un mínimo sentido de la honestidad.

La era de los tecnócratas –ya sea Jeremy Hunt o la formación Miliband– ha terminado. Ivanka dirige todo tipo de departamentos en la Casa Blanca, y está a cargo de la formación del personal (a saber qué significa esto). Su marido es el responsable del proceso de paz en Oriente Medio y organiza cumbres en Bahréin en las que no participan los palestinos.

Es evidente que en el caso de Ivanka, el día de llevar a tu hijo al trabajo se ha convertido en una situación permanente [en Estados Unidos algunas empresas permiten que los padres lleven a sus hijos al trabajo para que conozcan el entorno laboral de sus progenitores]. Compartió protagonismo con Angela Merkel en 2017 para hablar sobre las mujeres trabajadoras. El mes pasado, otra mujer aseguró que Donald Trump la había violado, pero esta denuncia apenas ha tenido ningún tipo de repercusión.

Cuando las dinastías se hacen con el poder parece imposible deshacerse de los familiares. El nepotismo importa. El dinero importa. Los contactos importan. La formación no importa. Cuando Alexandria Ocasio-Cortez indicó que Ivanka no debería asistir al G20, la gente se encogió de hombros y se lanzaron las habituales burlas sobre el hecho de que la política demócrata había trabajado como camarera en el pasado. Trabajar es cosa de gente insignificante.

Cuando nadie rinde cuentas por sus actos, una democracia puede convertirse en una dictadura. Esa es la frontera. Nadie eligió a Ivanka, pero aquí está, representando la marca Trump. Imagínense a las dos hijas de Obama haciendo esto, si hubiesen llegado a la edad adulta mientras su padre aún era presidente. Todos habrían puesto el grito en el cielo y habrían apelado a la Constitución. En cambio, la toxicidad de Trump, un mafioso patriarcal, sigue siendo recibida con una cortesía alarmante. No hay que olvidar que recientemente nuestra realeza se arrodilló ante estos pusilánimes.

Se mire como se mire, esto no es una democracia participativa. La única forma de participar es compartiendo memes de este espantoso espectáculo en las redes sociales. Como dijo el filósofo francés Guy Debord: “El espectáculo es capital acumulado hasta el punto de convertirse en imagen”. Esto es lo que realmente importa. La frágil imagen parece sólida. Al espectáculo no le importa que por detrás nos estemos riendo. No le importa que sepamos cómo funciona realmente. Ivanka es la comercial y vende su producto cada vez que aparece en escena. Nos reímos porque tomarla en serio es aceptar una realidad demasiado siniestra para nuestros ojos.

Etiquetas
stats