Algunos sonidos sorprenden durante el atardecer en Mogadiscio: gente haciendo surf en la playa, risas de juerguistas, el tintineo de copas y vasos, palabrotas de camareros atareados y las suaves melodías del oud de Aweys Kabanle.
Kabanle, un antiguo sastre de 45 años convertido en músico, toca música tradicional somalí en el lujoso hotel Beach View para un público elegante en una de las ciudades más peligrosas del mundo.
“Esto es Mogadiscio. Reímos y cantamos. Tocamos música. La música es para la paz, así ya no vivimos con miedo”, dice Kabanle mientras toma un capuccino.
Hay pocas ciudades con contrastes tan marcados como los de Mogadiscio. Desbordada por cientos de miles de personas desplazadas por el hambre, la sequía y el conflicto en zonas rurales, los distritos periféricos parecen un campo de refugiados gigante. Las autoridades son incompetentes, corruptas o simplemente están ausentes.
Ya han pasado siete años desde que se retiraron los combatientes islamistas de Al Shabaab, pero muchas de las calles todavía muestran las cicatrices que han dejado más de dos décadas de conflicto ininterrumpido.
Hace tiempo que los habitantes de Mogadiscio conocen su propia capacidad de adaptación, pero una nueva ola de activistas, emprendedores y artistas está intentando mejorar la ciudad.
Hace dos años, Kabanle sobrevivió a un tiroteo de Al Shabaab y a un ataque suicida con un coche bomba cerca de donde ahora toca su música cada noche. El ataque dejó 10 muertos, incluidos tres amigos suyos. Este artista del oud tuvo que saltar la pared del hotel donde estaba tocando para escapar.
“Durante los siguientes meses, no hubo espectáculos”, recuerda. “La gente no quería volver, pero yo estaba convencido de hacerlo. La primera noche, estaba solo. Toqué música y presenté el show. Gracias a Dios, la gente fue cogiendo confianza y ahora vienen a mi concierto”.
A pesar de la constante violencia en la capital somalí, la economía está creciendo. Cientos de emigrantes están regresando de Occidente o de otros países africanos, decenas de escuelas están abriendo para recibir a la joven población y la diáspora invierte cada vez más en el país. Las inmobiliarias florecen por todos lados: una casa de dos plantas puede costar casi 113.000 euros. Mogadiscio ya ha sido sede de charlas TED.
Ahmed Hassan Sheikh decidió regresar a Mogadiscio desde Kenia hace un año y medio. Fundó su propia compañía artística dentro del complejo fortificado del aeropuerto de Mogadiscio, donde se ven obligados a vivir miles de diplomáticos, personal de la ONU y las tropas regionales de las fuerzas de estabilización de Unión Africana. Las pinturas de Sheikh tienen gran demanda.
“No necesito un arma para luchar. Tengo un poderoso pincel con el que pinto mis sentimientos. Creo que con él puedo generar cambios. Puedo traer paz a Mogadiscio”, señala el artista de 48 años.
Sus pinturas son una llamada a la juventud para que cojan pinceles y libros en lugar de armas y alertan contra la migración ilegal y su devastador impacto en las familias somalíes.
Otros dibujos recuerdan la vida en Mogadiscio antes de la guerra civil, cuando la ciudad era conocida como la más hermosa de África. “Cuando la gente ve mis pinturas sobre la Mogadiscio de antes, pueden apreciar lo pacífica y próspera”, afirma Ahmed.
Luego está Ubaxa Caasimadda (Flores de la Ciudad), un grupo de estudiantes que hace un año y medio decidió embellecer las descuidadas calles de la ciudad y señalizarlas para mejorar la seguridad pública. Comenzaron con las calles más seguras, como aquellas que rodean al palacio presidencial, porque algunos ya habían sido amenazados de muerte por Al Shabaab.
“Cuando comenzamos, ni siquiera sabíamos qué saldría. Fue simplemente ir, hacer y luego ver. Conocíamos los peligros a los que nos enfrentábamos pero decidimos correr el riesgo”, explica Amira Mahad Abdulle, una estudiante universitaria de 24 años.
Abdulle lleva un burka que oculta su identidad y no responde a las llamadas de números desconocidos por seguridad. “Nos llegan muchas amenazas, pero intento mantenerme a salvo. No tengo miedo. Quiero servir a Mogadiscio”, asegura.
El grupo decidió actuar porque “nadie más estaba dispuesto a hacerlo” y el Gobierno de Mogadiscio está concentrado en luchar contra Al Shabaab. “No podíamos quedarnos sentados esperando que alguien hiciera esto por los habitantes de Mogadiscio. Somos la juventud de este país y decidimos alzarnos en su defensa”, afirma Abdulle.
Hasta ahora, el grupo ha pintado decenas de pasos de peatones y ha plantado flores en el pavimento. “Tenemos un compromiso. Nacimos en Mogadiscio y queremos ayudar a que nuestra ciudad se desarrolle, sea hermosa y segura como otras ciudades del mundo”, cuenta Isse Hassan Ibrahim, un joven de 23 años graduado en Tipografía.
Aunque su mejor amigo, un funcionario, fue asesinado el año pasado por Al Shabaab, Ibrahim no ha dejado de trabajar como voluntario en Mogadiscio. “Cuando mataron a mi amigo, me asusté, pero decidí no marcharme. Quiero ayudar a mi gente y a mi ciudad”, dice Ibrahim. “Ahora se nos han unido otros grupos de jóvenes de otras ciudades”.
En los últimos 18 meses, Estados Unidos y las fuerzas somalíes han intensificado la lucha contra Al Shabaab, aunque no han logrado ninguna victoria decisiva. La semana pasada, fuentes estadounidenses anunciaron que un nuevo ataque aéreo había matado a 14 combatientes. Si bien el aumento de actividad militar ha debilitado a los extremistas, también ha provocado más muertes civiles.
Kabanle cree que pronto su país tendrá paz. “Somalia ya no es una zona de guerra. Es una zona de amor”, afirma señalando a un grupo de hombres y mujeres jóvenes sentados en la cálida arena blanca de la playa de Mogadiscio.
Traducido por Emma Reverter