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The Guardian en español

De rescate en Mariúpol: bloques de pisos quemados, cadáveres en las calles y civiles con miedo a salir

Una madre abraza a su hijo que escapó de la ciudad sitiada de Mariúpol a su llegada a la estación de tren de Leópolis este domingo.

Isobel Koshiw

Kiev —
21 de marzo de 2022 22:30 h

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Cuando comenzó la guerra, Roman Kruglyakov, que trabajaba como responsable de proyectos, se fue de Mariúpol, su ciudad natal, para irse a vivir a un pueblo cercano. Hace unos días, ha hecho tres viajes a la ciudad devastada para recoger a sus familiares atrapados. Llevaban más de dos semanas incomunicados.

Entrar al lugar donde se había criado era como entrar al infierno, según relata ahora. “La gente salía de bloques de apartamentos quemados para cocinar en las hogueras de la calle”, dice. “Iba conduciendo y por todas las calles había pedazos de proyectiles, cables de electricidad y cadáveres”.

Kruglyakov quería recoger a las dos madrinas de sus hijos y a sus familias. La primera madrina que fue a rescatar se sorprendió cuando lo vio, pero enseguida empezó a reunir las pertenencias de la familia. “Nunca pensó que nadie arriesgaría su vida por ella”, dice.

Después recogió a su madre. Su bloque de viviendas era el único de la calle que había escapado a los bombardeos. Se fueron todos de la ciudad en su coche.

Mariúpol permanece bajo el asedio de las tropas rusas, que no permiten la evacuación de civiles de manera segura y organizada en corredores humanitarios y han bombardeado edificios de viviendas, un hospital materno-infantil, un teatro y una escuela donde se refugiaban cientos de personas, mientras las autoridades de la ciudad denuncian deportaciones forzosas a Rusia. El Gobierno ruso dio este domingo un “ultimátum” a la ciudad ucraniana para que se rindiera, algo que las autoridades locales y nacionales rechazaron. La organización de derechos humanos Human Rights Watch recuerda que este tipo de mensajes no son válidos como justificación para atacar a civiles, que siguen protegidos por la legislación internacional. En un informe sobre la situación en la ciudad, recoge los testimonios de las penurias de los ciudadanos sitiados desde el 2 de marzo.

Luego regresó a Mariúpol en busca de su otra madrina, con un bebé de dos meses y un marido demasiado asustado para salir del apartamento. “Lo que yo entendí es que estaba ante personas que habían pasado por tanto que estaban demasiado asustadas hasta para salir”.

Lanzaron una moneda al aire para decidir qué hacer y salió que se quedaban. “Les di dos minutos para que se lo pensaran. No se puede dejar el coche solo durante demasiado tiempo, la gente puede robar los neumáticos. La metralla ha perforado los neumáticos de prácticamente todos los coches”. Al final, la mujer y su esposo decidieron quedarse.

Entonces condujo hasta el refugio de un colegio a recoger a una familia con niños. Los parientes que esa familia tenía fuera de Mariúpol se lo habían pedido. “Fui a sacar a la gente de los sótanos, pero no querían irse porque estaban muy acostumbrados a estar allí. Tenían miedo de lo que les podía pasar fuera de los muros de hormigón. Los arrasaban todas las noches. Tuve que usar la fuerza para sacarlos. Les mentí, cualquier cosa que se me ocurriera, les dije 'hay comida caliente esperándoles, electricidad, señal de teléfono móvil'. Mentí y no me avergüenzo de ello. Creo que las personas que saqué corren menos peligro que dentro de la ciudad”.

Desesperados

Kruglyakov dice que vio soldados rusos en todas las esquinas de Mariúpol por las que pasaba con el coche y que la ciudad está ahora completamente rodeada por las fuerzas rusas. “Cuando te encuentras con esta gente, están completamente desesperados. Me dicen que se quedarán en los sótanos y que esperarán al convoy humanitario de evacuación hacia otras zonas de Ucrania, pero yo creo que eso nunca va a pasar. Eso no va a llegar ni ahora ni en los próximos días o meses. No va a llegar”.

Kruglyakov trasladó a sus familiares hasta Melekine, una ciudad costera cercana que los rusos han invadido hace pocos días. Para los refugiados que huyen de Mariúpol, Melekine es el primer lugar seguro.

“Lo que dicen los medios de comunicación ucranianos sobre gente siendo evacuada a la ciudad de Zaporiyia es engañoso; a no ser que sean de los pocos que tienen coche, hay que caminar 86 kilómetros hasta la vecina Berdyansk”, dice. “De las 25 personas que saqué, ninguna quería ser evacuada a Rusia, todos quieren ir a Zaporiyia pero no todos pueden hacerlo”.

Manhush es una ciudad más cercana a Mariúpol. Según Kruglyakov, si la ruta de evacuación se ampliara hasta allí, “la gente podría ir andando hasta Manhush”.

Kruglyakov y su mujer no piensan regresar a Mariúpol pero los más mayores de su familia podrían hacerlo si vuelven el gas, el agua y la electricidad. Todas sus propiedades, excepto dos, han sido destruidas o gravemente dañadas.

Traducción de Francisco de Zárate

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