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ANÁLISIS

Los resultados electorales de Putin ya son astronómicos, y solo pueden seguir subiendo en el futuro

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Vladímir Putin se acerca a cifras electorales astronómicas. Tras obtener este domingo el 87,32% de los votos con una participación del 77,44%, Putin se ha lanzado a la estratosfera.

Es un axioma matemático para cualquier presidente que aspire a serlo de forma vitalicia: el apoyo nunca debe bajar, solo subir; la participación nunca debe bajar, sólo subir. Y a medida que el Gobierno unipersonal de Putin se extiende más allá de un cuarto de siglo, los dirigentes rusos mantienen la cara seria incluso cuando publican cifras astronómicas que harían sonrojar a muchos autócratas convencidos.

El presidente ruso está ahora consagrado en el firmamento, con los difuntos Heydar Aliyev, de Azerbaiyán; e Islam Karimov, de Uzbekistán, cuyos regímenes de culto a la personalidad fueron respaldados por avalanchas electorales cuidadosamente controladas en los años 80 y 90 hasta su muerte. Sin embargo, Putin aún puede ir más lejos, en plena órbita con hombres como el kazajo Nursultan Nazarbayev, que obtuvo más del 95% en sus dos últimas elecciones; o el turkmeno Gurbanguly Berdymukhamedov, que obtuvo más del 97% en sus dos últimas elecciones. El récord lo tiene Saparmurat Niyazov, el líder de Turkmenistán, que obtuvo el 99,5% de los votos en 1992. En 1998 erigió una estatua de él mismo, de 12 metros de altura bañada en oro que giraba para estar siempre de cara al sol.

“Un resultado oficial del 87% de apoyo puede parecer ridículo, pero es un resultado lógico para el sistema autoritario personalista que Vladímir Putin ha construido”, afirma Ben Noble, profesor asociado de política rusa en el University College de Londres. En su análisis, la presión para mejorar los resultados viene de arriba y de abajo. “Las cifras oficiales de votación son el resultado tanto de las claras señales de la administración presidencial para producir un resultado aún mejor que en 2018, como de los esfuerzos de los funcionarios de menor rango para impresionar a sus superiores, dos factores que empujan los resultados cada vez más arriba”.

Elecciones en tiempos de guerra

Putin necesitaba este año un gesto, ya que se enfrenta a uno de los periodos más turbulentos de sus 25 años de gobierno. Estas eran las primeras elecciones desde que lanzó la invasión de Ucrania en febrero de 2022. Las tensiones con Occidente están en su punto más alto desde la Guerra Fría. Y Rusia se enfrenta a sanciones sin precedentes a medida que su economía pasa a estar dominada por las industrias estatales, especialmente el sector de la defensa.

En su discurso tras la victoria electoral, Putin trazó una línea de puntos entre la guerra y su aplastante victoria electoral. La victoria se debe “al dramatismo de los acontecimientos que vive el país... Al hecho de que nos vemos literalmente obligados a defender los intereses de nuestros ciudadanos, de nuestro pueblo, con las armas en la mano, para crear un futuro para el desarrollo pleno, soberano y seguro de la Federación Rusa, nuestra patria”, dijo: “Los resultados, y sobre todo la participación, demuestran que la gente corriente lo siente y comprende que mucho depende de ella”.

Este es su relato. Pero no todo el mundo lo comparte. Los países europeos han criticado este lunes las elecciones. Alemania dice que no reconoce los resultados como “legítimos” y un portavoz no ha respondido directamente a una pregunta sobre si se referirían a Putin como “presidente”. “No mantenemos un diálogo con Vladímir Putin, así que no es una cuestión en este momento”, ha dicho.

David Cameron, ministro de Asuntos Exteriores británico, ha declarado que la magnitud de la victoria “subraya crudamente la profundidad de la represión bajo el régimen del presidente Putin, que trata de silenciar cualquier oposición a su guerra ilegal”. “Putin elimina a sus oponentes políticos, controla los medios de comunicación y luego se proclama vencedor. Esto no es democracia”, ha dicho.

“El mensaje es que Putin sigue al mando”

Miembros de la oposición rusa habían pedido a la comunidad internacional que declarara ilegítimos los resultados. Mijail Jodorkovski, un exoligarca que ahora vive en el exilio, dijo antes de la votación que uno de los principales objetivos de Putin era mostrar a los líderes extranjeros que su control de Rusia es fuerte. Les instó a no respaldar los resultados.

Alexander Baunov, investigador del Carnegie Russia Eurasia Center, explica que las cifras marcan “la ruptura definitiva con las convenciones occidentales”. Y añade: “La primera parte del Gobierno de Putin tuvo lugar con el reconocimiento tácito de las normas occidentales ... [pero] un 85% al ser elegido para un quinto mandato es una soberanización completa de los números, un giro hacia el este y una de las formas de comunicar que el régimen ruso funciona ahora según leyes que no están relacionadas ni siquiera superficialmente con las occidentales”.

Las elecciones también tienen que ver con la estabilización del régimen de Putin en casa, donde la mayor amenaza para su gobierno puede no venir de una oposición democrática, sino de las fuerzas conservadoras o incluso de los miembros de su propio gobierno, a quienes ha confiado la dirección del vasto aparato de seguridad y estatal de Rusia.

Noble califica el resultado de las elecciones de “importante mecanismo de alerta para diversos sectores, incluida, sobre todo, la élite. El mensaje es que Putin sigue firmemente al mando y es capaz de asegurar una victoria electoral aplastante, incluso mediante el uso de diversos tipos de manipulación. Eso probablemente disuadirá a los miembros de la élite de pensar en un mundo post-Putin, por ahora”.

Habrá una resaca postelectoral cuando se relajen las medidas adoptadas por el Gobierno para controlar los precios de la gasolina y los alimentos (las principales cerveceras ya han advertido a los minoristas de que los precios de la cerveza subirán pronto entre un 8 y un 15%).

Abbas Gallyamov, antiguo redactor de discursos de Putin, afirma: “Se acabó la fiesta. La gente empezará a tener pronto una sensación más clara de que les han engañado: prometieron una cosa, pero están haciendo algo completamente distinto”. Pero el Kremlin volverá a engatusar, coaccionar o fabricar esos votos en 2030, y luego quizá de nuevo en 2036, cuando Putin probablemente busque cifras aún más altas.