Sahra Wagenknecht, la agitadora preferida de la política alemana, ha lanzado por fin su partido con el complicado nombre de Alianza Sahra Wagenknecht Justicia y Razón (BSW, por sus siglas en alemán) y con la promesa de luchar contra la precarización laboral, subir sueldos y prestaciones, y restringir las políticas de inmigración y asilo.
Tras años de conjeturas, los medios alemanes y algunos internacionales se han lanzado en tromba a pronosticar que el nuevo partido “conservador de izquierdas” será una “sacudida” en el sistema alemán de partidos y podría “hacerse con el apoyo que hoy tiene la extrema derecha”.
¿Pero acaso es posible que la nueva formación de Wagenknecht, ex integrante del partido de extrema izquierda Die Linke (La Izquierda), sea el “antídoto milagroso” que neutralice a la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán)?
Por lo que hemos visto en naciones vecinas como Dinamarca y Países Bajos, no hay demasiadas posibilidades de que Wagenknecht, una figura icónica de la izquierda alemana, pueda sacar de las garras de la AfD a los votantes de clase trabajadora. De hecho, lo más probable es que Wagenknecht y su nuevo partido solo sirvan para legitimar aún más el programa de la extrema derecha.
El momento para lanzar el nuevo partido de Wagenknecht es el mejor, de eso no hay duda. La oficina nacional de estadísticas advirtió esta semana de que Alemania se encamina hacia la primera recesión de dos años desde principios de la década de los 2000. Liderada por Olaf Scholz, la actual coalición tripartita en el gobierno es profundamente impopular y hay mucha resistencia a la nueva ronda de políticas de austeridad que se viene. En las encuestas, el partido de centro izquierda SPD (Scholz), y el de Los Verdes solo obtienen un 28% de los votos, ¡los dos juntos!
Die Linke, la antigua formación de Wagenknecht, obtiene sistemáticamente alrededor del 4% en las encuestas, un porcentaje que sigue manteniendo al partido por debajo del mínimo para entrar en el Parlamento. La AfD, mientras tanto, ha ganado muchos simpatizantes en los últimos tiempos, y especialmente entre ex votantes de Die Linke.
Otro factor en favor del lanzamiento del BSW ahora es un calendario electoral extremadamente favorable. Para el otoño hay programadas tres elecciones estatales en el este del país, y el sistema proporcional que Alemania emplea para las elecciones europeas (se celebran en junio) fija un mínimo de solo el 1% del voto nacional para obtener escaño en el Parlamento Europeo. Con la AfD condenada al ostracismo, en gran medida, los medios alemanes también están desesperados por encontrar un nuevo partido “populista” al que darle una cobertura más favorable.
En la política alemana, Wagenknecht solo fue relevante durante unos pocos años, como colíder de la oposición entre los años 2015 y 2017. Pero a lo largo de su carrera ha disfrutado de una presencia en los medios desproporcionada. De hecho, podría decirse que Wagenknecht es ante todo un fenómeno mediático.
Sus colegas de Die Linke desconfiaban de ella y terminaron dejándola de lado. Después lideró Aufstehen (Levántate), un “movimiento colectivo” que no prosperó y que es el fracasado precedente de su nuevo partido. A pesar de todo ello, Wagenknecht ha seguido apareciendo en los medios alemanes como una de las políticas más destacadas y populares.
Probablemente, lo más importante de su nuevo partido es el enorme potencial electoral que tiene. En septiembre de 2023, una encuesta reveló que uno de cada cinco alemanes “podía imaginarse” votando al partido (aún por crear). Como argumentó hace poco la politóloga alemana Sarah Wagner, aunque una parte relevante del electorado alemán tenga opiniones económicas de izquierdas conviviendo con opiniones culturales de derechas, ningún partido de Alemania ofrece un programa “autoritario de izquierdas” (o “conservador de izquierdas”). A diferencia de otros partidos de la extrema derecha en Europa occidental, como la Agrupación Nacional, en Francia (RN); o como el Partido por la Libertad, en Países Bajos (PVV); la AfD no ha pasado (aún) del programa económico promercado para abrazar un programa soberanista de estado del bienestar.
Wagner y otros politólogos coinciden en que Wagenknecht “tiene la habilidad de tender puentes entre la izquierda y la derecha” pero no están tan seguros de que los votantes actuales de la AfD estén “dispuestos a darle la espalda a la AfD para votar en su lugar a un partido de Wagenknecht”.
Más allá de que los ciudadanos dentro del grupo “autoritarios de izquierdas” tienden a no votar, cuando lo hacen es más probable que su papeleta vaya a la derecha antes que a la izquierda, especialmente si la agenda política está dominada por temas culturales como la inmigración, como ha sido el caso durante la mayor parte del siglo XXI.
Esos son los temas que siguen dominando, de ahí que el discurso “antiinmigración” y “anti Woke” de Wagenknecht no sirva sino para fijar los temas de debate de la extrema derecha. En la mayoría de los casos, eso significa más apoyo electoral a la extrema derecha y no menos, como las últimas elecciones holandesas demostraron en noviembre de 2023.
El Partido Socialista de Países Bajos (SP, por sus siglas en neerlandés) hizo campaña presentándose como la “vieja izquierda” y combinando posiciones clásicas de izquierda en política sanitaria, por ejemplo, con llamamientos a ponerle un freno a los trabajadores inmigrantes, y una líder popular, Lilian Marijnissen, que cargaba contra la “política identitaria”. Pero volvió a perder, mientras la extrema derecha obtenía (en total) un número de votos récord desde el comienzo de la posguerra.
En algunos países este enfoque “conservador de izquierdas [también llamado rojipardo en países como España]” sí ha llevado a una pérdida de apoyos para la extrema derecha. En Dinamarca, por ejemplo, el enfoque benefició a los socialdemócratas. Pero incluso en ese caso se debió en gran medida a unos problemas internos dentro de la formación de extrema derecha que terminaron dando paso a un nuevo y exitoso partido antiinmigración en Dinamarca.
No hay duda de que el partido de Wagenknecht obtendrá buenos resultados electorales en 2024, pero es poco probable que transforme el sistema político alemán. Su salida de Die Linke provocó la disolución del partido en el parlamento, pero Wagenknecht solo fue el último clavo en el ataúd, no la responsable de su desaparición.
Aunque Wagenknecht se ha comprometido a “salvar la democracia”, lo más probable es que contribuya a debilitarla generalizando y normalizando el relato y las políticas de la extrema derecha.
Traducción de Francisco de Zárate