Mientras los mercados abrían en medio del pánico el lunes, muchos rusos se dirigían a los puntos de extracción de efectivo en Moscú para retirar sus ahorros antes de que el daño sea aún peor. “La aplicación del banco decía que aquí tenían dólares, así que vine de inmediato”, decía Alexei Presnyakov, de 32 años, ubicado en una larga fila de 20 personas, refiriéndose al banco Tinkoff de Rusia que señalaba que aún podía retirar efectivo. Cuenta que la tasa de cambio por dólar se ha disparado de un día al otro, de 80 rublos que le cobraban el día anterior a 100 o 150 unas horas después.
“Me he tomado el día en el trabajo para tener tiempo de sacar todo mi dinero antes de que no valga nada”, dice Presnyakov. Pero en unos minutos la noticia corría por la fila: ya no había dólares. De inmediato, casi la mitad de las personas se fueron. “¿Quién quiere rublos?”, decía una mujer irónicamente mientras se alejaba.
Desde los centros comerciales hasta las salas de reuniones corporativas, los rusos intentan adaptarse a lo que el Kremlin describe como una “realidad económica alterada” que afronta ahora el país, tras las sanciones contra el Banco Central de Rusia y otras instituciones financieras clave. Había claras señales de que algo extraordinario estaba pasando: la Bolsa de Moscú, el mayor mercado de valores en Rusia, ha suspendido sus actividades hasta el 5 de marzo.
Con sus reservas congeladas, el Banco Central anunció que sus tasas de interés subirían a más del doble, un 20%, las más altas en un siglo, y obligaría a las grandes empresas exportadoras, incluyendo a los grandes productores energéticos Gazprom y Rosneft, a vender el 80% de sus ingresos en moneda extranjera para comprar rublos y así sostener su valor de cambio.
Pero eso no logró calmar la crispación en el Metropolis Mall de Moscú, donde podía verse a los rusos apresurados por comprar bienes de consumo antes de que los precios dieran un salto.
En M.Video, una tienda popular de electrónica, un empleado dice que los precios de los iPhone en rublos “por ahora siguen igual” pero que “eso podría cambiar en cualquier momento”. “Yo compraría ahora”, remata.
La reacción de los empresarios
Mientras en las calles se ve la conmoción, el ambiente entre la comunidad empresarial es todavía más amargo. Varios propietarios de medianas empresas dicen que la invasión y el aislamiento subsiguiente de Rusia han borrado la rentabilidad de sus actividades de la noche a la mañana.
Uno de ellos, el dueño de una empresa de servicios publicitarios con 100 empleados, cuenta que estaba a punto de anunciar a sus empleados que dejaría el país para irse a Armenia con su esposa y dos hijos. “Les diré que nos dirigimos a una crisis sin precedentes. Es como pilotar un avión sin motores o con los motores en llamas”.
Su compañía, que tiene contratos con empresas internacionales como Pepsi y Volkswagen, atravesaba hasta antes de la invasión un buen momento y enero de 2022 llegó a ser un mes récord en ventas. Pero ahora, cuando muchas de esas marcas se retiran del mercado ruso, su actividad se ha reducido “enormemente”.
Otro empresario con cientos de empleados en los sectores de alimentación y bebidas y del turismo siente que bajo el mando de Vladímir Putin no tiene ninguna certeza sobre el futuro. “No tenemos la más remota idea de qué hacer ahora. Nadie en la comunidad empresarial la tiene. Todos están deprimidos. He atravesado tantas crisis económicas aquí, la pandemia es la más reciente”, dice.
“Pero siempre hubo razones para seguir luchando por nuestras empresas. Ahora, ya no veo la luz al final del túnel. Aunque acuerden la paz, el daño ya está hecho. ¿Cómo podríamos revertirlo?”.
Punto de no retorno
Mientras los bombarderos rusos sobrevuelan Ucrania y los cohetes de artillería caen sobre barrios poblados de Járkov, una ciudad con más de un millón de habitantes, la sensación en Rusia es que la crisis está llegando un punto de no retorno.
Incluso los mayores empresarios rusos, incluyendo a poderosos oligarcas, parecen ahora conmocionados por la inestabilidad que ha traído la invasión y por las medidas extraordinarias que se han tomado para apuntalar el rublo.
El empresario multimillonario Oleg Deripaska pidió la paz “tan pronto como sea posible” en una publicación de Telegram el domingo. El lunes se opuso a las medidas del Banco Central que aumentaron los tipos de interés, apuntando en contra de su vieja rival Elvira Nabiullina, la directora del Banco Central.
“El incremento de los tipos, la obligación de vender divisas. Esta es la primera demostración de quiénes serán responsables por este banquete”, escribió Deripaska. “Realmente quiero ver explicaciones y comentarios claros sobre la política económica para los próximos tres meses”.
Hacia la noche, la respuesta consistió en medidas draconianas, incluyendo límites estrictos a las transferencias de dinero al extranjero. El anuncio llegó después de una reunión de tono fúnebre entre las autoridades económicas y Vladímir Putin, que declararon que las sanciones habían sido impuestas por el “imperio de mentiras” de Occidente.
Para muchos rusos, que se sentían europeos por la comida que comían y la forma en la que vivían, el lunes marcó claramente la llegada de la guerra a sus hogares. “Creo que la gente tendrá miedo de gastar dinero”, dice un dueño de restaurantes y empresas de turismo. “Abandonamos el comunismo hace 30 años, nos acostumbramos a vivir con comodidades que también se ven en Occidente. Todo eso puede haber desaparecido. Ya no somos miembros de la comunidad internacional”.
Traducción de Ignacio Rial-Schies
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