La película Entebbe, protagonizada por Daniel Brühl y Rosamund Pike, se estrenará próximamente e introducirá a una nueva generación la historia de cómo un vuelo de Air France salido de Tel Aviv fue secuestrado en 1976 por miembros del Frente Popular para la Liberación de Palestina y las Células Revolucionarias Alemanas. Existe un personaje clave que no aparece en la película, pero que debería.
Michel Cojot-Goldberg era uno de los viejos amigos de mi padre y estaba en ese vuelo con su hijo de 12 años, Olivier. Michel dominaba varios idiomas y actuó como traductor para el presidente de Uganda, Idi Amin, y como mediador entre los secuestradores y los pasajeros. Se convirtió en una figura clave en el rescate final. Pero puedo entender por qué los directores le han dejado fuera, porque la historia de Michel es tan increíble que necesitaría su propia película.
Nacido como Michel Goldberg en París, pudo escapar con sus padres a la Francia no ocupada durante la guerra. Un día su padre tuvo que irse a Lyon y quería llevarse consigo a su querido hijo de cinco años. Pero había nieve y a la madre de Michel le preocupaba que pudiese coger un resfriado, por lo que se quedó en casa con ella. Esta nieve salvó la vida a Michel porque su padre fue capturado y deportado en el trayecto. Pudo escaparse del tren, pero volvió a ser capturado a los pocos días y enviado finalmente a Auschwitz, donde fue asesinado.
La madre de Michel se volvió a casar después de la guerra y cambió rápidamente el claro apellido judío de su hijo por el apellido más neutro de su padrastro, Cojot, y así protegerle de cualquier futuro holocausto. Michel creció y por fuera parecía feliz y exitoso. En los 60 tenía un cargo poderoso en París, donde le conoció mi padre. Se casó y tuvo tres hijos, Olivier, Stephane y Yael.
Pero por dentro, Michel estaba lleno de culpa por no haber estado con su padre el día en que fue arrestado y se obsesionó con la idea de que tenía que matar al hombre responsable de la detención de su padre para vengar su muerte. Este hombre era Klaus Barbie, director de la Gestapo en Lyon y directamente responsable de la muerte de 14.000 personas.
Michel sabía que Barbie estaba escondido en Bolivia, así que en 1975 fue a buscarle, haciendo una parada antes en México para comprar un arma. Localizó a Barbie haciéndose pasar por periodista y se aprendió cuidadosamente su rutina diaria (a qué hora iba a qué cafetería y con quién salía). Un día le siguió y le apuntó a la espalda. Era el momento perfecto para disparar, pero al final bajó la pistola. No pudo hacerlo. Michel creía que había vuelto a fallar a su padre.
Michel volvió a Francia y sufrió una crisis nerviosa. Su matrimonio se rompió y estaba muy deprimido. Al año siguiente llevó a su hijo mayor, Olivier, a Tel Aviv y el 27 de junio volvían a París en el vuelo 139 de Air France. El avión que fue secuestrado.
Cuando el avión fue desviado a Uganda y los rehenes trasladados a un edificio abandonado del aeropuerto, Michel desarrolló de forma astuta lo que podría ser descrito como una relación con Wilfried Böse, el principal secuestrador. Durante muchas horas, debatieron de política y Michel ayudó a persuadir a los terroristas a liberar al primer grupo de rehenes, incluido su hijo.
El propio Michel fue liberado unos días más tarde en el segundo grupo y cuando volvió a París relató a agentes del Mossad todo lo que cuidadosamente había memorizado: el plano de la base de los terroristas, su rutina diaria y dónde dormían los rehenes que aún estaban allí.
En el libro de 2015 sobre el rescate de Entebbe, Operación Rayo, el historiador Saul David describe con detalle la importancia de la información de Michel para llevar a cabo la misión de rescate. El entonces jefe de las Fuerzas Armadas israelíes, Motta Gur, dijo que “hubiesen muerto muchos más rehenes y soldados” de no ser por Michel.
Michel no había podido vengar a los judíos asesinados por Barbie, pero fue capaz de salvar a prácticamente todos los rehenes del avión. Y aunque no fue capaz de salvar a su padre, había salvado a su hijo. Después Michel escribió su testimonio sobre su intento de asesinato de Barbie en la revista Le Point y testificó en el juicio definitivo contra Barbie en 1987 en Lyon, donde fue sentenciado a cadena perpetua. Barbie murió en la cárcel cuatro años después. El círculo estaba cerrado.
La salud de Michel mejoró tras lo ocurrido en Entebbe (Uganda), pero incluso entonces estaba triste. Cuando era pequeña me acuerdo que pensaba que cuando Michel sonreía, parecía que estaba a punto de llorar. En aquel momento y a mi manera infantil, yo lo relacionaba con su divorcio, ya que era demasiado joven para entender palabras como “secuestro” y “Holocausto”.
Michel murió en 1999, que es cuando yo leí su autobiografía (en él da las gracias a mi padre, Ron Freeman). Pero no fue hasta que vi el emocionante documental de Boaz Dvir sobre Michel, que se estrenará próximamente, cuando realmente entendí la vida de Michel y, quizá, su mensaje: las películas de acción de Hollywood están muy bien, pero los héroes de verdad están entre nosotros.