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Separados en el mar: la desesperación de un padre de Sierra Leona por reencontrarse con su hijo

Lorenzo Tondo

Palermo —

Una noche de marzo, un bote lleno de gente flotaba en el Mediterráneo. Treinta metros más adelante los esperaba un barco de rescate. Pero también había un guardacostas libio persiguiéndolos. Si los alcanzaba, se llevaría a los pasajeros de vuelta a los centros de detención que dirigen las milicias de Libia. En el bote remaban con las manos y los pies para avanzar más rápidamente. Entre ellos, un padre con su hijo: Chica Camara y Alfonsine, de diez años.

El bote se estrelló contra el barco de rescate y decenas de personas cayeron al mar. Una de esas personas fue Chica, que buscó frenéticamente a Alfonsine. No se habían separado desde su salida de Sierra Leona. Chica gritó cuando vio al bote a la deriva y acercándose peligrosamente hacia los libios.

El destino de un padre y un hijo se decidió en segundos. Su drama es uno más entre los miles que ocurren de forma cotidiana durante la peligrosa travesía por mar hacia Europa.

Unos días más tarde Chica Camara llegó a la ciudad siciliana de Palermo a bordo del barco de rescate MSF Aquarius. Había llegado a Europa. Hasta donde sabía, su hijo Alfonsine estaba en Libia.

“Fue terrible”, contó Camara al periódico The Guardian. “Mi hijo y yo nos fuimos de Sierra Leona porque yo quería un futuro mejor para él, lejos de la violencia y de la pobreza de mi país. Y ahora me encuentro aquí, mientras él está en Libia. Si Alfonsine no está conmigo, nuestro viaje ha sido en vano”.

Ayudado por los voluntarios del centro de acogida en Sicilia, Camara comenzó a buscar a su hijo. En agosto apareció un rayo de esperanza: la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) había localizado a Alfonsine en Libia. Decían que su vida corría riesgo y que no podrían garantizar su seguridad mucho tiempo.

En los últimos años, a la mayoría de los migrantes llegados a Italia se les ha otorgado el estatus de refugiados por razones humanitarias. Con una validez de dos años, sirve como un permiso de residencia que también les permite trabajar. Pero Camara aún no ha sido considerado legalmente como refugiado, por lo que no puede solicitar la reunificación familiar con su hijo.

Mientras tanto, el ministro de Interior perteneciente a la extrema derecha italiana, Matteo Salvini, está tratando de pasar un proyecto ley que eliminaría protecciones esenciales para personas como Camara: sin ellas pueden ser deportados.

“Pensar que Alfonsine sigue ahí es una tortura diaria”

Según el Instituto Italiano de Estudios Políticos Internacionales, el proyecto de ley, que el martes pasó un voto de confianza en el parlamento, podría hacer que en 2020 unos 130.000 solicitantes de asilo residentes en Italia se conviertan en inmigrantes ilegales.

“Los empleados de la OIM en Libia están siguiendo el caso; por desgracia, el niño no tiene madre y tal vez no haya ninguna otra persona que pueda cuidar de él en Sierra Leona”, dijo a The Guardian el portavoz de la OIM para Italia, Flavio di Giacomo, sobre el caso de Alfonsine Camara.

“La comisión de refugiados hará una audiencia por el caso de su padre a principios de 2019, que no podrá solicitar la reunificación familiar mientras siga con el estatus de solicitante de asilo; se trata de un caso complejo y la OIM lo sigue de cerca; estamos buscando la mejor solución para el niño y resolver este caso lo antes posible”, dijo también.

A Camara le preocupa la vida de su hijo. Es perfectamente consciente de las cosas que pueden pasarle a los inmigrantes en Libia. “Violencia, tortura”, dijo a The Guardian. “Pensar que Alfonsine sigue ahí es una tortura diaria”.

Apoyados por Italia, los guardacostas libios llevan más de un año patrullando las aguas para impedir que los barcos que salen de las costas de Libia lleguen a Europa. Según las condiciones del acuerdo con Libia, Italia ha accedido a formar, equipar y financiar a los guardacostas.

La necesidad de un “corredor humanitario”

De acuerdo con los datos de la ONG Amnistía Internacional, a lo largo de 2017 unas 20.000 personas fueron interceptadas por los guardacostas y devueltas a Libia.

Varios grupos de derechos humanos han criticado duramente la colaboración de Italia con Libia para detener a los inmigrantes. Las acusaciones son de graves violaciones contra los derechos humanos de las personas que quieren cruzar el Mediterráneo. La tortura y la esclavitud, entre ellas.

Los Camara parecen ser las víctimas de un acuerdo con Libia que ahora mismo está siendo cuestionado en los tribunales. En mayo, una demanda ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos argumentó que el arreglo de Italia con los guardacostas libios había provocado que hubiera personas sometidas “a condiciones inhumanas, palizas, violaciones e inanición”.

Los voluntarios del centro de acogida donde vive Camara en Palermo hacen todo lo que pueden para facilitar su solicitud de reunificación familiar. Según Fulvio Vassallo, experto en derecho de asilo de la Universidad de Palermo, “si la solicitud de Chica es tratada como un caso normal, tendría que conseguir antes que nada el estatus de refugiado, después tendría que conseguir un trabajo estable y legal, y tendría que demostrar que es capaz de mantener a su hijo; podrían pasar años antes de que pudiera abrazarlo de nuevo”.

En su opinión, “Italia debería hacer todo lo posible para otorgar un estatus especial a su solicitud de reunificación familiar”: “Es necesario crear un corredor humanitario, el niño tiene que ser evacuado de Libia cuanto antes”.

Camara trataba de darle una vida mejor a su hijo y ahora corre el riesgo de perderlo para siempre. “Nunca olvidaré la cara de mi hijo cuando los libios interceptaron el bote; todavía puedo oír a Alfonsine pidiendo ayuda a gritos; nunca encontraré la paz sin él; sin mi hijo, mi vida no tiene sentido”.

Traducido por Francisco de Zárate