El pueblo japonés está conmocionado tras la violenta muerte del exprimer ministro Shinzo Abe, el político más influyente del país en las últimas décadas, que fue asesinado a tiros este viernes mientras pronunciaba un discurso en un mitin en la ciudad de Nara. El primer ministro de Japón más longevo será recordado, sobre todo, por su capacidad de permanencia en la política. Volvió a ocupar el cargo en 2012, seis años después de verse obligado a dejarlo por un escándalo y por sus problemas de salud.
Su emblemática estrategia económica, conocida como Abenomics y cuyo objetivo era revitalizar a la tercera economía del mundo tras décadas de estancamiento, atrajo más atención internacional de la que suele reservarse a los líderes japoneses. En el ámbito de la política exterior, su apoyo a un papel más destacado de las Fuerzas Armadas japonesas, con el fin de contrarrestar las crecientes amenazas tanto de Corea del Norte como de una China más asertiva, se ganó los elogios de Washington, pero generó recelo en Pekín.
Abe, un conservador procedente de una familia con un gran abolengo político, creía que Japón debía poner fin a décadas de reflexión “masoquista” sobre su papel en la Segunda Guerra Mundial. Este enfoque revisionista condujo a un dramático deterioro de las relaciones con Corea del Sur.
Tenía 52 años cuando en 2006 se convirtió en el primer ministro más joven de la posguerra. Algunos lo veían como un símbolo del cambio, pero otros lo consideraban un producto de la élite japonesa: un político de tercera generación, que había sido preparado para el liderazgo desde temprana edad.
Su breve primer mandato estuvo plagado de escándalos y división, y terminó en una dimisión abrupta. Aunque citó una dolencia intestinal crónica como motivo de su dimisión, los críticos creen que las turbulencias políticas de los 12 meses anteriores fueron la principal causa de su salida.
'Abenomics': gasto público y menos burocracia
Abe había dimitido, pero su carrera no había acabado. A finales de 2012, tuvo una segunda oportunidad como primer ministro después de que una nueva medicación le ayudara a controlar los síntomas de la dolencia que padecía. Se comprometió a reactivar una economía estancada, revisar la constitución “pacifista” de la posguerra para dar un mayor papel a los militares e inculcar valores conservadores en la educación. Su regreso marcó el fin de un período de inestabilidad en que los líderes japoneses podían llegar a ser sustituidos a un ritmo de uno por año.
Su Abenomics incluía un aumento del gasto público, una enorme expansión monetaria y la reducción de la burocracia: un enfoque que contrastaba con las medidas de austeridad que se estaban introduciendo en otras democracias liberales. No consiguió revertir la baja tasa de natalidad, pero supervisó las reformas en el mercado laboral que aumentaron enormemente el número de mujeres y extranjeros que encontraron trabajo aunque, en su mayoría, en empleos temporales y con bajos salarios.
El ex primer ministro impulsó polémicas subidas de los impuestos sobre el consumo para ayudar a financiar las guarderías y cubrir las carencias del sobrecargado sistema de seguridad social japonés. Aunque hubo algunos avances gracias a las reformas, los problemas estructurales de la economía fueron heredados por su sucesor, Yoshihide Suga, y por el actual primer ministro, Fumio Kishida.
Abe fue decisivo en la adjudicación de los Juegos Olímpicos de 2020 a Tokio, tras convencer a los funcionarios del Comité Olímpico Internacional en 2013 de que el accidente nuclear de Fukushima estaba bajo control, dos años después del triple accidente que se produjo en la central. Millones de personas que vieron la retrasmisión de la ceremonia de entrega de los Juegos Olímpicos de Río 2016 recordarán su cameo como Mario Bros, el personaje de videojuegos de Nintendo.
Luces y sombras
En política exterior, Abe fue artífice de una ligera distensión en las relaciones con China, que habían llegado al punto más bajo de su historia a causa de las reclamaciones territoriales sobre las disputadas islas Senkaku en el Mar de China Oriental. Sin embargo, dejó el cargo con las relaciones entre Japón y Corea del Sur hechas añicos, después de que ambos países no lograran resolver sus históricas disputas por las esclavas sexuales y los trabajadores forzados durante la Segunda Guerra Mundial. Si bien hubo intransigencia de ambas partes, los críticos de Abe señalan su negación ante las acusaciones -incluidas las de las víctimas- de que las tropas japonesas habían coaccionado a mujeres y niñas coreanas para que trabajaran en burdeles militares, durante la ocupación japonesa de la península coreana entre 1910 y 1945.
Abe fue más lejos que los demás líderes de las mayores economías mundiales en el intento de ganarse la simpatía del expresidente estadounidense Donald Trump. Recurrió al amor que ambos comparten por el golf para subrayar la importancia de los compromisos en materia de seguridad asumidos por Washington, frente a una China más activa y una Corea del Norte equipada con armamento nuclear.
El más longevo
Se convirtió en el primer ministro de Japón más longevo en su cargo en noviembre de 2019 pero, en el verano del año siguiente, el apoyo público se había erosionado debido a su gestión de la COVID-19 y a una serie de escándalos políticos, incluida la detención de su exministro de Justicia. Alegando la reaparición de la enfermedad que había contribuido al final prematuro de su primer mandato, Abe dimitió sin presidir los Juegos de Tokio, que fueron pospuestos a 2021 a causa de la pandemia.
Su mayor plan frustrado como político fue no haber podido cumplir su principal ambición: reformar la constitución pacifista de Japón, que prohíbe al país el uso de la fuerza para resolver disputas internacionales. En las últimas semanas, se había manifestado a favor de un aumento significativo del presupuesto de defensa, citando la invasión rusa en Ucrania como advertencia de que Japón debía mantenerse alerta en caso de una invasión china en Taiwán. Incluso, se habló de un nuevo regreso y de un tercer mandato como primer ministro.
Aunque el texto de la Constitución, escrito por Estados Unidos, permanece inalterado, Abe aprovechó el dominio de su partido en el Parlamento para impulsar en 2015 una ley que permite a las Fuerzas Armadas participar en la autodefensa colectiva, es decir, el derecho a acudir en ayuda de un aliado incluso cuando el propio Japón no está siendo atacado.
Traducción de Julián Cnochaert