Un justiciero de cómic para cargarse a los políticos corruptos de Brasil

The Guardian

Bruce Douglas (Río de Janeiro) —

Una serie de brutales asesinatos políticos está inundando de terror el corazón del establishment brasileño. Indignado por la corrupción, un exsoldado convertido en justiciero enmascarado está persiguiendo a sobornables políticos, avariciosos ejecutivos y lacayos mediáticos. El presidente no tiene autoridad y la gente está sublevada en las calles.

Aunque el drama político de la vida real en Brasil se compara más habitualmente con House of Cards, una tira cómica denominada O Doutrinador ofrece a los frustrados brasileños un tipo de fantasía aún más oscuro. Mientras las consecuencias del épico escándalo de corrupción de Petrobras, la empresa petrolera estatal, implica a parlamentarios de todos los partidos, la solución radical del mortífero justiciero está teniendo un público cada vez mayor.

La creación del diseñador gráfico de Río de Janeiro Luciano Cunha vio la luz en Facebook en marzo de 2013, solo unos meses antes de las manifestaciones masivas de junio de ese año, que marcaron el inicio de una nueva era de agitación en la política brasileña. Por entonces, el personaje se conocía como El justiciero y los políticos a los que mataba estaban basados en homólogos de la vida real.

“Cuando me acerqué por primera vez a los editores, todos me dijeron que les gustaba, pero que era peligroso tratarlo”, cuenta el autor. “Un abogado amigo mío me aconsejó cambiar los nombres y las caras”. En general, funcionó.

Marcos Feliciano, político evangélico conocido por defender que las tres balas que mataron a John Lennon venían del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, mostró sus desavenencias con una historia en la que un persona que se parecía a él moría por el disparo de tres balas. Feliciano emprendió acciones legales, pero el caso acabó siendo archivado. “Mi mujer tenía pánico de que fuéramos a perder un montón de dinero, pero al final el juez se puso del lado de la libertad de expresión”, explica.

Inspirado en su infancia por los cómics de DC y Marvel –en especial Spiderman y Batman–, Cunha fue aprendiz de varios dibujantes brasileños famosos y empezó su carrera dibujando en muchos de los periódicos de Río de Janeiro. Pero eso no le daba para vivir, así que entró primero en el sector de la publicidad, y luego en el departamento de comunicación de Petrobras, donde solía entrar varias horas antes para trabajar en el cómic.

Después, en noviembre, lo despidieron. La empresa, que este lunes anunció sus mayores pérdidas de la historia, ha despedido a decenas de miles de trabajadores en los últimos 18 meses. Pero, para entonces, Cunha ya tenía una oferta de la productora de cine brasileña Downtown Filmes para hacer una película de O Doutrinador. “Me gustaba mi trabajo, pero siempre quise vivir de mis cómics”, relata. Su obra ha sido acusada de sesgo político por críticos tanto de la izquierda como de la derecha, pero los muy reconocibles personajes corruptos de sus trabajos vienen de todos los partidos.

Aunque buena parte de la indignación de las últimas protestas se ha centrado en la corrupción del Gobierno, la publicación este miércoles de una lista de más de 200 políticos de 24 partidos diferentes que recibieron donaciones de campaña cuestionables de Odebrecht, una constructora que está en el epicentro del escándalo de Petrobras, ha confirmado la idea que tienen los brasileños de que la podredumbre está muy extendida.

Cunha no es el único artista brasileño inspirado por la deficiente política del país. José Padilha, productor de Narcos y director del clásico brasileño Tropa de élite, está preparando una serie basada en lo ocurrido en la larga investigación a Petrobras. En el extremo inferior del espectro artístico, unos activistas opositores que piden la destitución de Rousseff incluso han inventado su propia coreografía.

A lo largo de su vida adulta, Cunha, de 41 años, votó al Partido de los Trabajadores (PT, el que gobierna actualmente) hasta las últimas elecciones. “Por supuesto que ha promovido mucho progreso social”, concede el dibujante, “pero al final, para ser un partido que era la cara del cambio, creo que ha hecho muy, muy poco. Al final, ha abandonado su papel histórico para perpetuarse en el poder haciendo exactamente todas las cosas que había criticado”.

Cunha cree ahora que la mejor forma de que Brasil salga de su situación actual sería que la presidenta Dilma Rousseff dimita, algo que ella reiteró este martes que nunca haría bajo ninguna circunstancia. “(El partido) solo quiere mantenerse en Brasilia a toda costa, tirando por la borda las esperanzas de millones de personas como yo. Y esos grupos fascistas y de extrema derecha solo han salido a la luz por esa desesperanza y esa frustración que ha creado el PT”, lamenta Cunha.

Traducción de Jaime Sevilla