El Puente 25 de Abril de Lisboa, un arco de metal rojo que queda suspendido entre el río Tajo y un cielo otoñal de un azul intenso, ha cargado desde sus inicios con un peso simbólico que solo es comparable con el de los vehículos que lo atraviesan a diario.
Cuando terminó de construirse medio siglo atrás, el puente fue bautizado en honor al dictador portugués António de Oliveira Salazar. En 1974, cuando se cumplió el cuarto aniversario de su muerte, le cambiaron de nombre con el objetivo de conmemorar la efeméride del inicio de la Revolución de los Claveles, que liberó al país de medio siglo de autoritarismo.
En la actualidad, el Puente 25 de Abril, que guarda un parecido notable con el Golden Gate Bridge de San Francisco, suele ser invocado para reflejar otro nuevo giro en la larga y turbulenta historia de la capital portuguesa, que hace esfuerzos por reinventarse y convertirse en la capital tecnológica de Europa.
Si bien las comparaciones con San Francisco son un poco fantasiosas y, sinceramente, no van más allá de la evidencia de que las dos ciudades tienen un puente rojo, colinas y son un buen lugar para practicar surf, lo cierto es que la capital de Portugal ha conseguido acercarse un poco más a sus sueños de futuro al convertirse en la anfitriona del Web Summit que se celebra este año.
En los últimos siete años este encuentro se ha celebrado en Dublín y es considerado el “Glastonbury de los geeks” o empollones informáticos o, para los que se lo toman más en serio, el “foro de Davos de los genios de la informática”. Aunque en realidad, por muy 'friki' y especializada que pueda parecer la conferencia, se trata de un encuentro que genera muchos beneficios y que tiene un gran peso en el sector.
El encuentro de Lisboa atraerá a más de 50.000 personas de todo el mundo, cuyo propósito es hacer contactos y escuchar a oradores muy influyentes y con perfiles muy diversos: desde el fundador de Tinder hasta el director general de la Organización Mundial del Comercio, y desde el responsable de tecnología de Facebook al jugador de fútbol e inversor Ronaldinho.
El Web Summit de 2016 se celebrará del 7 al 10 de noviembre y dejará a la ciudad unos 200 millones de euros. Los beneficios de este encuentro sobre la imagen y reputación de la ciudad son todavía mayores.
Buen clima y talento
En los últimos años, es posible que muchos jóvenes talentos se hayan mudado a Lisboa atraídos por los alquileres asequibles, una vida cultural vibrante, una gran cantidad de días soleados y su alta calidad de vida. Sin embargo, el país todavía no ha conseguido superar la crisis económica que lo sacudió de 2007 a 2009 y recientemente también ha tenido que lidiar con cierta agitación política. Por otra parte, el crecimiento económico ha sido menor de lo esperado.
Por este motivo, no resulta sorprendente que el gobierno no tenga ningún inconveniente en que comparen la capital del país con San Francisco. El pasado miércoles, Manuel Caldeira Cabral, el ministro de economía de Portugal, se pasó toda la tarde escuchando las inquietudes que le transmitieron algunas startup de reciente creación en un acto que se celebró en el Museo de la Electricidad, desde el que se ve el Puente 25 de Abril. El político sonreía cuando se comparaba Lisboa con la ciudad californiana.
“California también tiene sol y un puente parecido al nuestro”, dijo: “Queremos promover la noción de que nuestra economía también se basa en el conocimiento y en una comunidad de emprendedores en crecimiento”.
Caldeira Cabral explicó que el gobierno está impulsando las medidas económicas necesarias para dar un impulso al sector de las startup y atraer a empresas de Reino Unido, Estados Unidos, Holanda y Alemania, y señaló que Lisboa juega un papel clave en la regeneración de la economía.
“Atraemos a estas empresas por muchos motivos: tenemos un sistema financiero interesante, tenemos unas condiciones fiscales muy competitivas para las startups, y al mismo tiempo la calidad y el estilo de vida que ofrece la ciudad a los emprendedores que se mudan aquí”.
Como muchos de sus compatriotas, Ridhi Kantelal, una emprendedora portuguesa, se fue de su país para estudiar y trabajar en el extranjero. Sin embargo, tras participar en un 'hackatón' que se celebró en su ciudad decidió dejar su trabajo como consultora de estrategias en Londres y regresar a su país para fundar Noxidity, una startup que utiliza sensores inteligentes para predecir la corrosión de la maquinaria industrial.
“Me di cuenta de todo el talento que tenemos”, explica: “Normalmente en un hackatón de Londres, por cada 50 personas encontrarás a 10 programadores y el resto serán hombres de negocios. En el hackatón que se celebró aquí, solo me encontré con dos hombres de negocios y todos los demás eran ingenieros”.
Ella cree que el atractivo de Lisboa va mucho más allá de su capital humano: “Todo el mundo habla inglés, encuentras un gran talento tecnológico, y es mucho más barato vivir en Lisboa que en Londres. Con lo que pagaba de alquiler en Londres, puedo vivir en Lisboa y viajar a Londres dos veces al mes. El clima es fantástico, y la gente y la comida, también”.
Los emigrantes retornados no son los únicos que valoran el atractivo de Lisboa. El exasesor de Downing Street y emprendedor Rohan Silva, que dirige el espacio cultural y creativo Second Home, también ha sucumbido al encanto de la ciudad y abrirá una sucursal lisboeta en diciembre.
Su epifanía tuvo lugar el pasado verano, a las cuatro de la madrugada. Como suele ser habitual en estos casos, se había pasado la noche bebiendo: “Fue una respuesta humana y natural, me percaté de que la ciudad es genial. Puedes pasar toda la noche de fiesta y bebiendo, y la oferta cultural y creativa es fabulosa”.
“Sin ánimo de parecer uno de esos viejos que evocan el pasado, lo cierto es que recordé cómo empecé la iniciativa Tech City, en 2010. Había mucho talento emergente, un ambiente vibrante y muy interesante, y la sensación de que algo grande podía pasar”.
En cuanto a las comparaciones con San Francisco, considera que son bastante absurdas y un poco miopes: “Lisboa es mucho más interesante que San Francisco porque no tiene una sola industria. Creo que debería compararse Lisboa con Los Ángeles, ya que sus estilos de vida y la atmósfera son más parecidas”.
Para demostrar que está convencido de esta similitud, Silva indica que los miembros de la sucursal Second Home en Lisboa tendrán a su disposición una vieja camioneta que los llevará de la oficina a la playa para que puedan practicar surf: “Puedes salir de tu despacho a la hora del almuerzo y estar en la playa en menos de quince minutos. Esta situación es similar a la de Los Ángeles, y no a la de San Francisco, una ciudad cuyos habitantes son un poco sabelotodo”.
Cree que las influencias creativas y tecnológicas de Lisboa se parecen a las de Londres, donde los jóvenes se sienten frustrados por el elevado coste de vida, la falta de viviendas asequibles y el deterioro de la vida nocturna en la ciudad. “Para un diseñador gráfico de 23 años o un codificador de 25 es muy difícil poder acceder al tipo de viviendas donde les gustaría vivir. Es muy complicado y además muchos locales nocturnos londinenses están cerrando. De alguna forma, la ciudad corre el riesgo de convertirse en un sitio menos divertido”, subraya.
Lisboa siempre fue internacional
João Vasconcelos, secretario de Industria de Portugal y exdirector ejecutivo de una incubadora de startups en Lisboa también huye de las etiquetas: “Todos quieren definir el fenómeno que se vive en Lisboa. Para algunos, es como Berlín pero con sol y para otros es el nuevo Silicon Valley. En realidad no es ni lo uno ni lo otro: esto es Portugal y esto es Lisboa”.
En su opinión, el resurgimiento de la ciudad está vinculado con una larga tradición de tender puentes internacionales; una tradición que quedó interrumpida con la dictadura, la revolución y, más tarde, con la crisis económica: “Durante cinco siglos fuimos capaces de relacionarnos con distintas culturas y pueblos, hay países de habla portuguesa en todos los continentes y también portugueses que viven en todos los continentes”.
“Es algo que hacemos, y con bastante éxito, desde el siglo XVI. Ahora, seguimos esta tradición con las startups y los emprendedores”.
Muchas de las startup que fueron al evento celebrado hace unas semanas para poder hablar con el ministro aplauden los esfuerzos del gobierno por ayudar al sector tecnológico pero creen que se debería hacer mucho más. Joana Rafael, de Sensi, una startup que gira en torno a la analítica, indica que la legislación laboral del país es burocrática y arcaica y debe ser reformada. También es partidaria de ofrecer incentivos fiscales a los emprendedores.
“Una startup debería poder beneficiarse de estos incentivos cuando contrata a personal altamente cualificado”, explica: “Está invirtiendo para crear un producto que no dará beneficios en las primeras etapas de su desarrollo y estos incentivos nos ayudarían más que la financiación pública”.
Francisco Mendes, que durante la crisis económica estaba desempleado, es el cofundador de Beeverycreative, que fabrica pequeñas impresoras 3D a bajo coste. Cree que, si reciben el apoyo necesario, Lisboa y Portugal protagonizarán una transformación radical.
“Somos un país pequeño pero tenemos la energía, las ideas y nuevas tecnologías, el cambio es una realidad”, indica. “No tenemos el tamaño de Silicon Valley pero sí el dinamismo que ellos tenían 20 o 30 años atrás”.
Por el momento, las calles empinadas y adoquinadas de Lisboa mantienen su encanto y la pintura de las fachadas de muchos de sus edificios antiguos se sigue descascarando. Sin embargo, las grúas que acarician el cielo son un símbolo de cambio.
Kantelal modera su optimismo con ciertas dosis de realismo, patriotismo calmado y su mirada puesta en el futuro. No creo que Lisboa llegue a ser como San Francisco. Tendrá su propia identidad. Con un poco de suerte, nunca será tan cara como San Francisco.