Sudán del Sur: ¿el nuevo brote de violencia puede reanudar la guerra civil?
Cuando Riek Machar, el antiguo líder rebelde y vicepresidente de Sudán del Sur, llegó al aeropuerto de Yuba a finales del mes pasado fue recibido con vítores y con la liberación de palomas blancas, símbolo de la paz. Unas dos semanas después, hay tanques en las calles, artillería bombardeando vecindarios, cientos de miles de civiles desplazados, al menos 300 personas muertas y el aeropuerto cerrado debido a luchas feroces. No se sabe a dónde habrán ido a parar las palomas blancas.
La lucha en Yuba, la capital de Sudán del Sur, es caótica. Los detalles exactos sobre quiénes han estado involucrados y por qué no están claros todavía. Pero sabemos que las tropas teóricamente leales al presidente, Salva Kiir, han estado luchando contra Machar desde el jueves. Los dos comunicaron que habían ordenado el alto el fuego la semana pasada, pero la realidad es que quizá ya es demasiado tarde para hacer que Sudán del Sur se aleje del abismo.
El peor escenario es que la guerra civil que empezó en 2013 y que terminó a través de un acuerdo de paz el año pasado puede ahora reanudarse. El conflicto acabó con la vida de decenas de miles de personas y obligó a dejar sus casas a dos millones de personas. Un nuevo episodio de derramamiento de sangre destrozaría a Sudán del Sur, un lugar ahora visto como un estado extremadamente “frágil” y no como un estado “fallido” como Somalia.
La reanudación de la violencia forzaría a las agencias de cooperación a retirarse. Alrededor de la mitad de la población, de unos 11 millones de personas, está amenazada ya por la hambruna. Sin duda, la guerra significaría al menos sufrimiento desesperado y muerte para un número significativo de personas.
Existe la posibilidad de que los soldados que lucharon en los últimos días hayan estado haciéndolo sin el permiso –o incluso contra las órdenes expresas– de sus líderes. Quizá esto sea porque no les han pagado y están motivados por un afán de saqueo, así como de ajustar cuentas pendientes, antiguas y nuevas, con la fuerza de la oposición.
También pude ser porque están emergiendo nuevos líderes que están desafiando a la cúspide de la autoridad y no se ven a sí mismos atados a los acuerdos anteriores. Esto podría indicar una nueva y peligrosa fase para Sudán del Sur, pero eso también puede significar que todavía hay esperanza de que Kiir y Machar no están listos para un nuevo conflicto armado, por muy profunda que sea su desconfianza y aversión mutua.
La animadversión es profunda. Tanto Kiir, de 64 años, como Machar, de 63, emergieron de la guerra de 22 años de duración que enfrentó a Sudán del Sur contra el gobierno de Sudán en Jartum. Se puso fin a este conflicto a través de un acuerdo de paz en 2005.
John Garang, el líder veterano del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLA) y su ala política, el Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán, murió en un accidente de helicóptero poco después, dejando a los rivales discutir y, finalmente, combatir sobre su legado.
Sus grandes riquezas: petróleo y tierras fértiles
Tanto las tropas de Kiir como las de Machar están acusadas de terroríficos abusos de los derechos humanos, que incluyen violaciones en grupo y el asesinato de civiles. Un panel de expertos de la ONU dijo que Kiir y Machar tenían ellos mismos responsabilidad de mando sobre las tropas que supuestamente cometieron los crímenes. La rivalidad entre estas dos figuras se avivó después del referéndum de 2011 que terminó con la secesión de Sudán del Sur de Sudán. El premio es muy valioso. Similar a Francia en cuanto a su tamaño, se estima que Sudán del Sur ostenta la tercera mayor reserva de petróleo de África subsahariana. Gran parte de sus tierras son fértiles y aunque no tiene salida al mar existe potencial para el comercio.
Kiir, conocido por su sombrero de cowboy negro, se convirtió en presidente. Machar, un antiguo señor de la guerra y político que ha sido elogiado como combatiente de la resistencia al tiempo que insultado como colaborador, asumió el puesto de vicepresidente. Su cese en 2013 desencadenó la guerra civil.
Su rivalidad va más allá de sus personalidades. Kiir pertenece al grupo étnico mayoritario dinka, mientras que Machar pertenece a los nuer. Sin embargo, las lealtades y las obligaciones son complicadas en Sudán del Sur y no siempre siguen las líneas étnicas. Hay también mucha violencia entre los subgrupos que hay dentro de las etnias más importantes.
Sudán del Sur visto como un feudo
Ahmed Soliman, investigador del Instituto Real de Asuntos Internacionales de Londres, ha explicado que durante los últimos años se han repetido errores pero que el principal problema era que los políticos habían visto a Sudán del Sur “como un feudo”.
“Aquellos que están en el poder han mostrado que sus prioridades son sus propias posiciones, sus estatus y su importancia, por encima de las mejoras o incluso de la estructuración del país”, cuenta Soliman.
El acuerdo de paz de agosto de 2015 pedía un gobierno de transición de 30 meses compuesto de ministros y parlamentarios de ambos bandos antes de unas nuevas elecciones. Esto permitió también tanto a las tropas del gobierno como a las rebeldes estar posicionadas en Yuba. Fue “como mínimo arriesgado”, explica Soliman.
Los movimientos para bloquear un embargo de armas, particularmente por parte de Estados Unidos, también han sido criticado por muchos observadores.
Una figura clave en el actual brote de violencia quizá sea Paul Malong, jefe de Estado Mayor del SPLA, que ha rechazado varias veces la autoridad de Machar y tiene fama de intransigente.
Pero hay otros muchos actores dentro y fuera del país. Entre ellos hay países vecinos y de la región como Sudán, Uganda y Kenia, organismos africanos multilaterales, otras instituciones internacionales como la ONU, Estados Unidos, la industria petrolera, una gran cantidad de ONG y muchos activistas.
“Me alegro de estar de vuelta”, dijo Machar a los periodistas en el aeropuerto el mes pasado. “La guerra fue despiadada. Hemos perdido a mucha gente en ella y necesitamos unir a nuestro pueblo para que puedan reconciliarse y curar las heridas, las heridas mentales que tienen”.
La semana pasada, primero Kiir llamó a sus tropas a volver a los barracones. El jefe del Estado Mayor, Malong, hizo lo mismo. Después, aunque los disparos continuaron a lo largo de la ciudad, supuestamente Machar hizo lo mismo. Los próximos días y semanas dirán si Sudán del Sur se ha alejado del abismo o si ha dado un paso de gigante hacia la catástrofe.
Traducción de Cristina Armunia Berges y Jaime Sevilla Lorenzo