Supervivientes de los bombardeos de Mosul huyen dejando a sus seres queridos entre los escombros
Sus manos están llenas de heridas y cubiertas de polvo de cavar. Ali Asad y su primo han tomado una decisión desesperada: dejar a su familia bajo los escombros de su casa en Mosul oeste y huir mientras puedan.
Los dos estaban entre los cientos de civiles listos para ser evacuados el domingo, aprovechando un periodo de calma desencadenado por la indignación que ha causado el elevado número de víctimas civiles en los múltiples ataques aéreos que han golpeado a la ciudad y a su población, atrapada en los últimos ocho días.
Las familias que se han refugiado en ruinas o se han arriesgado a quedarse en lo que queda de sus casas están saliendo de Mosul. Muchos llegan aturdidos y muertos de hambre a los centros de refugiados situados a las afueras de la ciudad, hacia el sur. Allí hablan de más de una semana de terror.
“Quedan seis personas de mi familia que todavía están bajo nuestra casa”, afirma Asad, de 32 años, con sus manos llenas de heridas. “Vi a mi padre, a mi hermano, mis dos hermanas y a dos primos morir delante de mí. Mi madre sobrevivió, pero después fue alcanzada por otra explosión y un bloque de cemento cayó sobre ella. Está gravemente herida”, añade.
Asad y su primo aseguran que 15 personas siguen enterradas bajo los escombros de tres casas en la zona de Yarmuk, Mosul, tras una serie de bombarderos lanzados el 22 de marzo. Los ataques eran parte de una descarga desde aviones de combate en apoyo de la ofensiva terrestre de las fuerzas iraquíes que comenzó el 17 de marzo. Aquella tarde, el barrio de Yadida fue también bombardeado en varias ocasiones, provocando lo que podría ser la mayor cifra de muertos civiles en un bombardeo en la región desde la invasión de Irak, hace 14 años. Se cree que han muerto al menos 150 personas, muchas de las cuales fallecieron durante los cinco días que tardó la ayuda en llegar.
Las informaciones indican que al menos 80 personas han muerto al refugiarse en el sótano de una de las casas atacadas, la más grande del vecindario, en la que las familias locales habían buscado refugio.
Asad asegura que decenas de personas siguen atrapadas bajo los escombros en los barrios de Yadida y Yarmuk. “No hay una defensa civil ni equipos de rescate. Solo estamos nosotros y nuestras manos. Todo el mundo tiene que defenderse por sí mismo”.
Las autoridades locales apuntan a los combates como la causa de la falta de un esfuerzo coordinado de rescate, que ha llegado a un punto muerto, al tiempo que ISIS intenta recuperar el terreno perdido y ataca el núcleo de la parte oeste de Alepo, una zona densamente poblada de hogares y carreteras estrechas.
Muchos de los supervivientes han hablado de personas, entre ellos menores, que piden ayuda a gritos desde las ruinas, pero que no han recibido ninguna asistencia de las autoridades locales ni tampoco acceso a equipos de excavación para usarlos ellos mismos.
“Esto es la guerra”
“No había absolutamente nada que pudiésemos hacer”, explica otro de los desplazados, Abdul Wahab Hashimi, quien asegura que los cuerpos de sus vecinos siguen enterrados entre los escombros de su casa en el distrito de Mansur.
Los habitantes de la parte oeste de Mosul habían sido percibidos como la población más vulnerable en la lucha contra el grupo terrorista. Se cree que hasta 350.000 personas permanecen en la ciudad. Algunas están siendo utilizadas por el ISIS como escudos humanos y otras no pueden huir hasta que los combates den un respiro.
Incluso entonces, la huida es una peligrosa marcha a través de un campo de batalla, antes de un largo y agotador viaje a un campo de refugiados. Jonathan Whithall, gerente de un centro médico de Médicos Sin Fronteras al sur de Mosul, explica: “Hemos presenciado una tendencia alarmante de pacientes que llegan a nuestros hospitales tras un importante retraso de hasta cuatro días”.
“Un padre e hijo que conocí hace poco habían estado atrapados bajo los escombros durante cuatro días tras un bombardeo y llegaron a nosotros agotados, hambrientos y desorientados. Otros que han resultado heridos más allá del frente de batalla en el oeste de Mosul solo pueden llegar a nosotros una vez que el frente se haya desplazado y por tanto sean capaces de escapar. Estamos muy preocupados por los pacientes que no pueden llegar al hospital y sufren un retraso en su tratamiento”.
El centro médico, el más grande de la zona, estaba prácticamente vacío el pasado domingo por primera vez desde que abrió sus puertas hace varios meses. Desde entonces, MSF ha tratado a 1.500 personas por traumas relacionados con el conflicto, muchos graves o en peligro de muerte.
El personal médico que apoya la operación de Mosul afirma que es difícil diferenciar los heridos a causa de los bombardeos y los heridos por otras armas de guerra. Sin embargo, el elevado número de personas enterradas bajo los escombros indica que los ataques desde aviones de combate representan una porción importante.
Militares estadounidenses han reconocido que el bombardeo en el barrio de Jadida fue llevado a cabo por aviones de la coalición (dirigida por EEUU) y solicitado por autoridades iraquíes. El mando central militar estadounidense ha lanzado una investigación formal sobre lo ocurrido. Los aviones de combate siguen presentes en el cielo de Mosul. EEUU confirma que el sábado se llevaron a cabo cinco ataques contra objetivos de ISIS cercanos a Mosul.
En el centro de refugiados, Hisham al Asadi, un alto cargo de inteligencia de las fuerzas de operaciones especiales iraquíes, señala: “Nos esforzamos mucho por limitar las bajas, pero ISIS se mezcla entre ellos [civiles]. Se ponen contentos cuando mueren civiles. Esto es la guerra y ojalá fuese diferente”. Hablando de los refugiados a su llegada a los centros de procesamiento explica: “No hablan, no dicen una sola palabra cuando llegan. Les decimos que ya no tienen nada que temer y después les llevamos a los campos”.
En la carretera que pasa por el campo lleno de basura donde los camiones descargan a los últimos refugiados de Mosul, retumba el ruido de un convoy estadounidense y el rugido en el cielo de los aviones de combate. Su presencia pasa inadvertida por los hombres y niños que hacen cola para recibir agua. Ninguno parece preparado para culpar a alguno de los bandos por su miseria. Un padre se acerca a los periodistas de the Guardian y dice: “A mi hijo pequeño le encanta el sabor de las galletas estadounidenses, ¿tienen alguna?”.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti