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Un supuesto acosador sexual divide a los republicanos y puede debilitar su mayoría en el Senado

Ben Jacobs

Montgomery —

Este martes, los votantes de Alabama tendrán que decidir cuál es el mal menor: un hombre acusado de abusar sexualmente de menores de edad o un demócrata. Los últimos sondeos dan ganador al supuesto abusador.

La sorpresa es que un demócrata siquiera tenga posibilidades de ganar en un estado profundamente republicano en el que Donald Trump obtuvo una victoria aplastante en las elecciones presidenciales de 2016. La idea de que un republicano pueda perder en Alabama es casi tan poco común como los campos de este estado en diciembre, donde la nieve se mezcla con los copos de algodón, produciendo un paisaje ártico en medio de llamada Franja Bíblica de Estados Unidos.

Pero Roy Moore no es un republicano común, y 2017 no es un año común.

El 9 de noviembre, el Washington Post publicó un artículo que acusaba a Moore de supuestamente haber abusado de una niña adolescente y haber tenido acercamientos románticos con al menos tres menores más cuando él tenía más de 30 años. Los días siguientes, otra mujer acusó a Moore de haber abusado de ella cuando era adolescente. Otras mujeres salieron a acusar a Moore de perseguirlas; una incluso dijo que Moore la hizo salir de una clase de trigonometría en el instituto para invitarla a salir.

Los republicanos nacionales le dieron la espalda a Moore y le pidieron que renuncie a su candidatura. El único dirigente que lo apoyó fue el exestratega de la Casa Blanca, Steve Bannon. Moore se convirtió en una figura ridiculizada: se burlaron de él en todos los programas de televisión nocturnos, incluso en Saturday Night Live.

Así, la carrera electoral se convirtió en una versión del enfrentamiento en El Bueno, el Feo y el Malo: por un lado los demócratas, por otro los republicanos tradicionales y por otro el ala “Trump” del partido republicano.

Los demócratas vieron una oportunidad de ganar un escaño, reducir aún más la ya escueta mayoría republicana en el Senado, y así obstaculizar los esfuerzos de Trump para hacer aprobar proyectos claves para el gobierno, como la reforma fiscal. Los republicanos de Washington, viéndose obligados a elegir entre un alborotador de extrema derecha y un demócrata, pensaron que podían plantear una tercera opción. Por otro lado, Bannon y el ala “Trump” del partido vieron un candidato que encaja en su idea de “limpiar la ciénaga”, ya que es radicalmente opuesto al líder republicano del Senado, Mitch McConnell y al líder de la minoría demócrata, Chuck Schumer.

La negativa de Moore a renunciar a la candidatura y su incapacidad de desmentir adecuadamente las acusaciones han convertido a las elecciones en un referéndum sobre él mismo, con políticos republicanos moderados acorralados entre su aversión hacia un hombre acusado de delitos sexuales y su desprecio tradicional por el partido demócrata.

Esta división entre los republicanos mejoró las perspectivas del demócrata Doug Jones, que reitera su mensaje de que un triunfo de Moore avergonzaría a todo el estado y empeoraría las posibilidades de Alabama de atraer a empresas generadoras de empleo. Su discurso no se ha apoyado en grandes proyectos o políticas, ni en análisis ideológicos muy profundos. Lo que hizo fue ofrecer la promesa de representar con honor un estado que ha sido durante mucho tiempo fruto de bromas por su historia de pobreza y marginación. Como ha repetido una de las mayores defensoras de Jones, la diputada Terri Sewell: “Nos merecemos tener un senador del que estemos orgullosos, de carácter, integridad y veracidad intachables”.

El mensaje ha calado en muchos votantes. Doris Anthony de Montgomery le dijo a the Guardian, durante un mitin de Jones el sábado, que un triunfo de Moore sería una vergüenza para toda Alabama. Significaría que “estamos mal de la cabeza, que no somos capaces de tomar decisiones políticas basadas en hechos”. Pero otros todavía tienen sus razones para votar a Moore.

Al principio, las acusaciones hicieron que los sondeos hablaran de un empate o incluso una victoria de Jones. Pero el impacto de las acusaciones fue menguando con el tiempo. El encuestador demócrata Zac McCrary cree que si las elecciones hubieran sido hace tres semanas, Jones habría ganado cómodamente. El estratega de Moore, Brett Doster, le dijo a the Guardian que “las acusaciones tuvieron cierto impacto cuando salieron porque la gente estaba bajo un efecto ‘shock”. Sin embargo, Doster piensa que el impacto se apagó porque “las acusaciones son sencillamente falsas y no hay ninguna prueba creíble que las respalde”.

Muchos republicanos han coincidido con la opinión del estratega de Moore respecto de las mujeres que han salido a acusar de abuso sexual al candidato a senador. En un focus group realizado por el encuestador Frank Luntz para Vice News, los defensores de Moore consideraron que las acusaciones son falsas. Luntz comparó el apoyo a Moore con el que tuvo Donald Trump en 2016. “Es un nivel de apoyo sin precedentes en la política estadounidense”, le dijo Luntz a the Guardian. “Igual que los votantes de Trump en 2016, cuanto más se les desafía, más se reafirman. E igual que los votantes de Trump, les gusta su candidato tanto como odian al oponente”.

El triunfo de Moore en las primarias fue el resultado de una extraña alianza entre los conservadores sociales que hace tiempo que acompañan a Moore y los populistas de Trump, incluido el exestratega de la Casa Blanca Bannon, que simplemente estaba dispuesto a apoyar a cualquiera que fuera rechazado por McConnell.

Sin embargo, esa alianza le dio a los demócratas la oportunidad de hacer crecer su coalición para abarcar “no sólo la típica base demócrata, sino a muchas mujeres y republicanos moderados”, como le explicó Sewell a the Guardian. En un intento de asegurarse el voto de estas mujeres indecisas, las oficinas de la campaña de Jones colgaron carteles que ponían “Las mujeres están del lado de Doug porque Doug está del lado de las mujeres”.

Igual que la retórica populista de Trump alejó a muchos votantes suburbanos en 2016, el tema actual es especialmente incómodo para un estado como Alabama, donde el Partido Republicano recién cobró fuerza en los años 60 y 70, en oposición al demócrata conservador y populista George Wallace. Los votantes de los prósperos suburbios de Alabama ya despreciaban a Moore antes de las acusaciones, por su historial de declaraciones provocadoras sobre temas sociales, como cuando dijo que la “conducta homosexual” debería ser ilegal, y sus apasionadas diatribas contra “los transgéneros”.

Este rechazo significa que muchos votantes republicanos se quedarán en casa el martes, o votarán escribiendo el nombre de alguien en la boleta si no soportan votar por un demócrata. Richard Shelby, el senador republicano más veterano, salió en una cadena televisiva nacional el domingo por la mañana para reiterar su rechazo por Moore. “Yo no voté por Roy Moore. No votaría por Roy Moore. Creo que el partido republicano puede tener candidatos mejores”, dijo Shelby, que votó por un candidato que no estaba en la boleta, escribiendo su nombre. Su declaración se convirtió inmediatamente en una publicidad de la campaña de Jones.

El desafío para los demócratas no sólo es convencer a los republicanos moderados que se escandalizan por el historial de Moore y las acusaciones en su contra, sino entusiasmar a los afroamericanos, que constituyen más de un cuarto de la población de Alabama y suelen acompañar al partido demócrata. Si bien la participación de los afroamericanos aumentó significativamente durante el gobierno de Barack Obama, en las elecciones presidenciales de 2016 se desplomó a nivel nacional por primera vez en dos décadas.

Para los demócratas, si Jones gana, significaría que la mayoría republicana en el Senado quedaría reducida a un margen de 51 a 49, y por ende sólo harían falta dos republicanos disidentes para poner freno a la reforma fiscal de Trump y a otras leyes esenciales para la Casa Blanca. En cambio, si Jones pierde, significa que los demócratas pueden encarar las elecciones de 2018 pintando a los republicanos como un partido de abusadores de menores. Los demócratas prefieren la primera opción, pero –después de casi dar vuelta las elecciones en un estado republicano– se conforman con la segunda.

Traducido por Lucía Balducci