El placer más vergonzoso de la nueva terminal privada para mega ricos en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles (LAX) no es la lujosa y tranquila privacidad, las camas con edredón, los masajes, el jabón con aroma a cilantro, el despliegue de chocolates y gominolas al estilo Willie Wonka ni el exclusivo vino del Valle de Napa (California).
Es el iPad en uno de los mostradores a la entrada con un pequeño título: “Un vistazo a lo que te estás perdiendo en este momento en la terminal principal”. La pantalla muestra a los viajeros arrastrando maletas en terminales llenas, esperando en largas colas, estresados entre empujones y abriéndose hueco entre las masas de paparazzi. Obstáculos ordinarios para los 80 millones de personas que pasan al año por el aeropuerto.
“Por ahí se controla a miles de personas a la vez, hay muchos gritos. Es ruidoso. Esto es muy agradable”, explica Gavin de Becker, que dirige la nueva terminal, llamada Private Suite.
Está en lo cierto. Las instalaciones, de 20 millones de euros, las primeras de este tipo en Estados Unidos, abrieron este lunes, dando la oportunidad al 1% de la población de separarse completamente de la realidad del resto del mundo.
El lujo, explica Becker mientras da un tour a por la terminal a the Guardian, es secundario a la comodidad: escapar de las molestias de los viajes aéreos modernos. “El propósito verdadero es de logística”. El director de la terminal reconoce que alrededor de una décima parte de sus clientes serán famosos que están hartos de los paparazzi plantados en LAX. El resto serán empresarios: consejeros delegados y otros jefazos del capitalismo.
De Becker, que dirige una empresa de consultoría de seguridad, se inspiró en el nombre de Windsor Suite, un santuario de mármol para papas, presidentes y otros famosos en un rincón de la terminal 5 del aeropuerto de Heathrow.
En lugar de pelearte en los atascos que obstruyen la llegada al aeropuerto, uno llega a Private Suite por la Autopista Imperial, que da a una discreta salida donde un guardia armado comprueba tu identidad y presiona un botón. Las altas puertas grises se abren y tú entras en el paraíso.
Es caro. Además de una cuota anual de 6.900 euros, hay que pagar 2.500 euros por vuelos internos y 2.760 euros por vuelo internacional. El coste cubre un grupo de hasta cuatro personas. Si no eres miembro, pagas 3.200 euros por vuelo interno y 3.700 por vuelo internacional para un grupo de hasta tres personas.
Hay 13 suites, cada una tiene baños, televisiones, bebidas, aperitivos, wifi, artilugios y vistas a las pistas. Hay listas de juguetes para niños y alfombras de oración para los musulmanes.
Si te manchas con un poco de vino Cabernet, no hay problema: coge el teléfono y en unos minutos aparecerá un hombre en chaqueta con un carrito con calcetines Calvin Klein, camisas Banana Republic, blusas Anne Klein y zapatos Steve Madden. Si el clima en tu destino es un poco húmedo, echa mano de una chaqueta impermeable.
Si necesitas ese sentimiento de alegría por el mal ajeno —schadenfreude — al estilo Juegos del Hambre, mira el iPad que muestra a las masas pasándolo canutas en la terminal principal.
Otro hombre en chaqueta facturará tu equipaje y te avisará a la hora de dejar tu suite en dirección a la “galería”, una mini terminal disfrazada de recepción de hotel. Está decorada con piezas de arte que se cambiarán de forma periódica: actualmente es una serie de retratos de colibrís del fotógrafo Gary Yost. Las obras se pueden comprar y los ingresos se destinarán a fines benéficos.
A la hora de dejar la terminal, un agente TSA (Transportation Security Administration) de la terminal principal se dará una vuelta para escanearte a ti y a tus acompañantes. Posteriormente un BMW te llevará rápidamente a tu avión. Las llegadas reciben el mismo trato, con butacas de cuero y surtidos de chocolates al lado de los mostradores de inmigración y aduanas.
De Becker rechaza cualquier sugerencia que afirme que su terminal simboliza la desigualdad. No ha costado nada a los contribuyentes y generará 31 millones de euros en los próximos nueve años, asegura. Además, hará que sus clientes utilicen más vuelos comerciales en lugar de jets privados. “Se trata del aeropuerto, de la previsibilidad. Cuando fletas un avión puedes comprar la posibilidad de salirte de ese esquema”.
¿Es entonces Private Suite un avance igualitario? De Becker asiente: “Es un impuesto voluntario a los ricos”. El socialista más famoso de Estados Unidos, Bernie Sanders, lo aprobaría, indica. “Me encanta Bernie Sanders”.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti