“El martes 11 de septiembre de 2001 amaneció templado y casi sin nubes en la Costa Este de Estados Unidos”, comienza el informe de la comisión del 11-S con una prosa limpia. “Millones de hombres y mujeres se preparaban para trabajar”.
Thomas Kean, sin embargo, había pasado la noche con dolor de mandíbula. “Estaba recuperándome de una visita odontológica”, recuerda en una conversación telefónica, “y mi dentista llamó para preguntar cómo estaba y dijo: 'enciende la televisión, está pasando algo en el World Trade Center'. Así que la encendí y la mantuve encendida hasta que el segundo avión se estrelló”.
Kean, que sería el presidente de la comisión sobre el 11 de septiembre y coautor del informe, era entonces el presidente de la Universidad Drew en Nueva Jersey. Se apresuró para llegar al campus, preocupado porque, dada su proximidad con Nueva York, sus estudiantes podrían estar entre los muertos a manos de los terroristas de Al Qaeda que secuestraron dos aviones y los estrellaron contra las Torres Gemelas.
No hubo víctimas entre su alumnado, pero Kean, que solía frecuentar el World Trade Center, perdió amigos, conocidos y antiguos colegas. “En la zona donde vivo no hubo nadie que no se viera afectado”, dice Kean, que ahora tiene 86 años, en una entrevista desde Far Hills, Nueva Jersey. “No hubo pueblo que no perdiera gente. Lo más triste que recuerdo era pasar por los aparcamientos de las estaciones de tren –donde suben y bajan los pasajeros– y ver los coches que nunca nadie volvió a buscar”.
Kean asistió a los servicios conmemorativos en Nueva Jersey y Nueva York. El dolor se sentía por doquier. “Recuerdo hablar en el servicio de homenaje en la Catedral de St. John the Divine. Fue la única vez que casi no pude mantener la compostura porque había muchos supervivientes en la primera fila, muchas mujeres con niños muy pequeños o mujeres embarazadas cuyas criaturas nunca conocerían a sus padres”.
“Me levanté, lo primero que vi fue las primeras filas de estas personas y me costó hablar. Para todos los que vivíamos en la zona fue un golpe emocional en el estómago y no fue algo pasajero. Duró por mucho, mucho tiempo”.
“¿En qué me he metido?”
Casi 3.000 personas murieron en el peor ataque terrorista sufrido en suelo estadounidense. Los familiares de las víctimas pidieron una investigación sobre qué, cómo y por qué había sucedido, dónde habían estado los errores y qué aprendizajes podrían prevenir una repetición.
En 2002, el primer candidato del presidente George W. Bush para dirigir la comisión sobre el 11 de septiembre fue Henry Kissinger, el antiguo secretario de Estado, con el exsenador George Mitchell como segundo, pero ambos lo rechazaron por conflictos de intereses. Los puestos fueron en cambio para Kean, antiguo gobernador republicano de Nueva Jersey, y Lee Hamilton, un antiguo legislador demócrata de Indiana.
Sería una de las investigaciones más trascendentales en la historia estadounidense y podría ser un regalo envenenado para quien la realizara. “Sentí que una montaña me había caído encima”, recuerda Kean. “Tres presidentes me habían ofrecido puestos en sus gabinetes y yo los había rechazado”.
“Había decidido que ya había dado mis servicios al gobierno y ya estaba en otras cosas. Pero, como había perdido amigos y es muy difícil decirle que no al presidente de los Estados Unidos, sentí que esta vez no tenía opción. Así que dije que sí e inmediatamente después pensé: 'Por Dios, ¿en qué me he metido?'”
La comisión se conformó en un momento de división partidista, cuando Bush, un presidente polarizador, buscaba la reelección. Cuando Kean entró en la sala donde la comisión se reuniría por primera vez, encontró a los republicanos sentados en una esquina y a los demócratas en la otra.
“Dije 'vamos a empezar la reunión' y todos se sentaron. Entonces dije que quería que cambiaran de asientos y que no quería volver a ver a un republicano sentado junto a un republicano ni a un demócrata sentado junto a un demócrata ni en público ni en privado en la comisión. Me miraron y refunfuñaron un poco, pero lo hicieron. Desde entonces se sentaron siempre de ese modo e intentamos hacer las cosas juntos”.
Cuando Kean fue invitado al programa insignia de política de la cadena NBC, Meet the Press, se aseguró de que Hamilton lo acompañara, sentando un precedente para que los miembros de la comisión se presentaran en la prensa en pares de ambos partidos.
Las sospechas de los familiares
Pero pasó un tiempo antes de que Kean se ganara la confianza de los familiares de las víctimas, que a él le resultaron “personas maravillosas”. “Nos pusieron contra las cuerdas”, dice. “Creían que había muchas cosas que no habían sido reveladas y tenían razón. Pero creyeron que había sucedido más de lo que realmente sucedió y querían asegurarse de que revisáramos cada rendija y recoveco para encontrar cualquier evidencia que hubiera”.
“Una cantidad de familias, casi la mayoría, sospecharon desde el primer día que el presidente sabía algo que no le había dicho al público estadounidense: que en una sesión informativa de inteligencia diaria habrían dicho que los terroristas usarían aviones como bombas. Estaban bastante convencidos de que eso había sucedido y querían que nosotros lo comprobáramos”.
Kean y su equipo llevaron al director de inteligencia británico a Estados Unidos para una reunión secreta. Entrevistaron al antiguo presidente Bill Clinton, al entonces vicepresidente Dick Cheney y al propio presidente Bush. Cuando la sesión con el presidente ya llevaba dos o tres horas, Kean pensó que era el momento de terminarla.
“El presidente me miró y dijo: 'Estaré aquí hasta haber contestado todas sus preguntas. No me iré hasta haberlas respondido todas'”, recuerda Kean. “Pensé, '¿en qué otro sitio del mundo podría suceder esto?' Un grupo de ciudadanos comunes no electos, sin cargos oficiales, podía ir a la Casa Blanca y hacer que el presidente de Estados Unidos dijera que quería contestar a todas sus preguntas. Fue uno de esos momentos decisivos”.
La lucha por la transparencia
El informe final deja claro que si tanto Clinton como Bush hubieran actuado de otro modo, los ataques podrían haber sido evitados. “Creo que ambos presidentes sintieron que dadas las circunstancias a las que se enfrentaban en ese momento, tomaron decisiones razonables, pero en retrospectiva y considerando muchos hechos, ambos pensaron: ‘Si hubiéramos sabido estas cosas, habríamos actuado de otro modo’”.
Bajo la presión constante de los familiares, que asistieron a las audiencias públicas con fotos de sus muertos, la comisión intentó no dejar piedra sin remover en su búsqueda de los documentos gubernamentales. Pero la transparencia no llegó fácilmente.
“No querían entregarlos. Tuvimos que luchar por conseguir entrevistas con el presidente, luchar para ver los informes diarios de inteligencia del presidente, luchar para obtener información que a veces consideraban era demasiado confidencial incluso para nosotros. Pero finalmente conseguimos todo lo que habíamos pedido y pudimos hacer ese informe porque conseguimos acceso total a la información”.
Kean y sus colegas obtuvieron un acceso sin precedentes a los informes diarios del presidente, un resumen de la información de alto rango y análisis de los asuntos de seguridad nacional. Se sacaban los documentos de cajas de seguridad para que los miembros de la comisión pudieran leerlos y tomar notas, aunque no tenían permitido sacar las anotaciones de la habitación donde los consultaban.
Uno, con fecha del 6 de agosto de 2001, estaba titulado “Bin Laden ha decidido atacar a EEUU”. Los miembros de la comisión convencieron a la Casa Blanca de convertirlo en el primer informe diario del presidente que se publicaría para el público.
Kean sentía que tres cuartos de los documentos confidenciales no deberían haber sido tales. Las familias pedían que se publicaran los hallazgos de una investigación del FBI sobre la posible complicidad de Arabia Saudí en los ataques, incluyendo contactos entre funcionarios saudíes y dos de los secuestradores que vivían en California en los meses previos al 11 de septiembre.
Joe Biden cedió la semana pasada ante la presión y anunció la revisión y desclasificación de los archivos de investigación del FBI. Quince de los 19 secuestradores eran ciudadanos saudíes, pero el país niega cualquier participación en el plan y se enfrenta legalmente a las familias en un juzgado federal en Nueva York.
“Hubo muchas teorías conspirativas”
El informe de la comisión detalló que “no hay evidencia de que el gobierno saudí como institución ni que funcionarios saudíes hayan financiado individualmente” a Al Qaeda. En una entrevista la semana pasada en el podcast de The Guardian Politics Weekly Extra, Kean dijo: “En todos los documentos que leí, incluyendo los que las familias quieren que se publiquen, no encontré nada que indicara la participación de funcionarios gubernamentales de Arabia Saudí”.
“Ahora, si hubo ciudadanos de Arabia Saudí involucrados en algún punto u otro o no, no puedo decirlo. Me mantengo cerca de las familias, nos llevamos bien, pero les diré que no creo que consigan nada. Encontré más información sobre la posible participación de Irán que de Arabia Saudí”.
Kean estaba decidido a seguir cada pista, sin importar cuán alocada o improbable. Por teléfono dice: “Todo el tiempo hubo muchas teorías conspirativas sobre lo que había sucedido, cosas ridículas. Alguien dijo que los judíos estaban detrás. Otros que era una conspiración de la extrema derecha. Una teoría decía que el Gobierno de Bush había sacado a la familia de Bin Laden y a líderes árabes fuera del país antes de que pudieran ser cuestionados por el FBI”.
“Yo mantuve: 'Solo concluiremos con la tarea si rastreamos las teorías conspirativas: si son verdaderas, las pondremos en el informe; si no, las refutaremos'. Entonces le adjudicamos a los miembros de la comisión cada una de las teorías conspirativas y refutamos la mayoría”.
Reformar las agencias de inteligencia
La comisión hizo 41 recomendaciones sobre temas como la seguridad nacional, la respuesta de emergencias, la reforma del Congreso y la política exterior, y recolectó fondos privados para mantener un pequeño equipo que presionara para su aplicación. Para Kean, quizás el más importante sea el intercambio de inteligencia para prevenir más ataques terroristas, lo que sería la mayor reforma de inteligencia en la historia de EEUU.
Así lo explica: “Si el FBI y la CIA y otras 14 agencias de inteligencia hubieran hablado entre ellas, la mayoría de nosotros sentimos que el ataque podría haberse evitado. Reorganizamos todo el aparato de inteligencia para que en vez de distintas agencias haya ahora una sola cabeza –el director de inteligencia nacional– y que luego los miembros de las distintas agencias se reúnan y compartan información”.
El informe fue publicado el 22 de julio de 2004. Kean y sus colegas de la comisión lo llevaron a un editor privado para hacerlo más accesible al público que los típicos documentos oficiales. Ese trabajo histórico escrito con fluidez se convirtió en un éxito de ventas y ha vuelto a suscitar interés por el vigésimo aniversario de los atentados.
El informe ha soportado el paso del tiempo mejor de lo que Kean esperaba. “Todavía tenemos algunos adeptos a teorías conspirativas, pero es todo lo que tenemos. Pensé que saldrían a la luz cosas nuevas que no sabíamos o no pudimos descubrir. El informe todavía se mantiene. Estoy satisfecho, pero también sorprendido”.
Las dos décadas desde el 11 de septiembre han sido testigos de las guerras en Irak y en Afganistán (y una retirada abrupta, caótica y sangrienta el mes pasado), las elecciones de Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden y un debate crispado sobre la posición de Estados Unidos en el mundo. ¿Cree Kean – que ahora preside el consejo de la Carnegie Corporation de Nueva York – que los eventos de ese día templado y casi sin nubes le causaron un trauma psicológico al país que aún persiste?
“Obviamente algo tan grande y trágico dejará una cicatriz, y la ha dejado, no solamente individualmente en las familias, sino en todo el país. Pero yo creo que lo más importante que hay que recordar es: hay que adelantarse. Reconocer el hecho de que se cometieron errores, no por personas malas, sino por personas buenas. Si hubieran hecho las cosas de otro modo, el atentado no habría sucedido. Así que, adelántense a los hechos, usen la inteligencia adecuadamente. Que todos hagan su trabajo”.
Traducción de Ignacio Rial-Schies.