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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Opinión

¿Hemos llegado a la era de la tolerancia cero ante el acoso sexual?

¿Hemos llegado a una era de tolerancia cero en los casos de acoso sexual cometidos por hombres poderosos? Al Franken puede ser la prueba de fuego.

Acaban de aparecer acusaciones de que en 2006 besó a una mujer de manera forzada. De hecho hay una foto de él posando, como un imbécil, haciendo como que toca los pechos a esta mujer mientras duerme. La fotografía, publicada en Twitter por ella misma, ya se ha hecho famosa dentro del movimiento #MeToo (#Amítambién).

Aun con todo, creo que existe un abismo entre Harvey Weinstein, enfrentándose a acusaciones de violación, y los abusos admitidos por Franken. Franken todavía no había sido elegido para un cargo público cuando se hizo la foto. No era el jefe de esa mujer. Se ha disculpado sinceramente y ha pedido que el Senado lleve a cabo una investigación sobre sí mismo.

Estas son circunstancias atenuantes.

Me preocupa que la tolerancia cero no permita tales distinciones. Me inquieta que demócratas progresistas y columnistas feministas pidieran de inmediato la dimisión de Franken. 

El periodo histórico desde Anita Hill hasta nuestros días cubre una generación. Cuando Hill denunció a Clarence Thomas por acoso sexual durante su confirmación (para un puesto en el Tribunal Supremo), el término de acoso sexual no era muy conocido, mucho menos en el Senado.

En aquel entonces fueron demócratas progresistas como Edward Kennedy y Joe Biden los que fracasaron a la hora de proteger a Hill de los ataques a su credibilidad protagonizados por un Comité Judicial del Senado formado al completo por hombres.

Antes de Hill, era común culpar y avergonzar a las víctimas. Después de Hill, inspiradas por su valentía, miles de mujeres se atrevieron a presentar denuncias de acoso sexual. Más mujeres, aunque aún no suficientes, han sido elegidas para el Senado.

Ahora hemos entrado en otro periodo: después de Harvey. En la nueva era, Al Franken quizá sea expulsado del Senado. La mala conducta sexual de Bill Clinton está siendo de nuevo analizada y denunciada por parte de mujeres que lucharon contra su destitución en 1998. Después de todo, él también ha sido acusado de violación.

Si la era de tolerancia cero nos trae un cambio positivo, al igual que el testimonio de Hill, estoy completamente a favor. Me preocupa, sin embargo, que tenga un coste más alto para las mujeres que un beneficio. Y desearía que esto no llegase en un momento en el que los republicanos, algunos de ellos culpables de acoso, están tan firmemente instalados en el poder.

En la Casa Blanca, Donald Trump se está riendo plácidamente del caso Franken. Ha tuiteado sobre lo mala que es la foto. ¿Cómo es posible que el señor 'Agárrala por el coño' tenga el descaro de lanzar piedras? Si vamos a volver a examinar las denuncias contra Clinton, seguramente deberíamos volver también a las decenas de mujeres que acusaron a Donald Trump de acoso sexual durante la campaña de 2016.

El viernes, un grupo de mujeres republicanas en Alabama se reunió con Kayla Moore, la esposa de Roy Moore, para mostrarle su apoyo, llamándole “oficial y caballero”.

Moore tenía muchas opciones para hacerse con un escaño en el Senado antes de que el Washington Post diese voz a una serie de mujeres que habían sido acosadas por Moore cuando eran adolescentes, una de ellas cuando tenía 14 años. El New Yorker también publicó que Moore había sido expulsado de un centro comercial local por merodear de forma asquerosa cerca de chicas.

A pesar de que algunos republicanos han pedido que abandone la campaña y que va por detrás en los sondeos, un bombardeo de noticias falsas sobre mujeres que denuncian y el odio a los medios de comunicación y la élite política en Washington pueden hacer que los votantes de Alabama vuelvan a confiar en él.

El Senado al que todavía podría llegar está ya controlado por republicanos que están decididos a echar abajo el derecho al aborto como parte de una agenda reaccionaria contraria a las mujeres. Moore tiene una relación incómodamente cercana con activistas que defienden la violencia contra aquellos que prestan servicios para abortar y es un miembro devoto del grupo radical Personhood Movement, que sostiene que el feto, desde el momento de su concepción, goza de la protección completa de la Cláusula de Igual Protección.

Varios estados han aprobado leyes “contra el homicidio del feto” por las que aboga este movimiento. Si logra llegar al Congreso, Moore se unirá a una cábala ultraconservadora decidida a hacer retroceder décadas de legislación que protege la salud de las mujeres y los derechos en torno al aborto.

El acoso sexual también se encuentra en el torrente sanguíneo del Tribunal Supremo de EEUU, donde el juez Thomas, que fue confirmado en 1991 a pesar de las creíbles acusaciones de Hill, encabeza el ala conservadora. Este último se ha hecho más fuerte gracias a un nombramiento de Trump, el de Neil Gorsuch, y a la posibilidad de que vayan surgiendo otras vacantes judiciales. Trump ya ha nombrado a un número récord de jueces federales de apelación probablemente favorables a restringir el derecho al aborto.

Expulsar a Al Franken, que ha sido un apasionado y entusiasta defensor de los derechos de las mujeres en un Senado que cada vez es más hostil hacia ellas, podría eliminar un arma muy importante del arsenal demócrata.

Una nueva evaluación del comportamiento de la era Bill Clinton podría tener el mismo efecto contraproducente. Sus acusadores ya se apuntaron para ayudar a Donald Trump a ser elegido presidente cuando aparecieron con él antes de uno de los debates presidenciales. Todos ellos han hecho un pacto diabólico con varios republicanos aterradores, entre los que se incluye Roger Stone.

Uno de los asesores políticos clave de Trump me dijo recientemente que la aparición en público junto a Trump de las mujeres que habían acusado a Bill Clinton “mitigó completamente el daño de la grabación de Access Hollywood. Fue un importante punto de inflexión en la campaña”. Las mujeres que acusaron a Clinton ayudaron a elegir a un depredador sexual diferente. A diferencia de Clinton, que fue un aliado del movimiento de las mujeres, Trump es su enemigo mortal.

Algunos nunca perdonaron a Hillary Clinton por justificar tácitamente la mala conducta sexual de su marido. Esto dañó su campaña. Otro de los golpes mortales llegó por culpa de los delitos sexuales del marido de su asesora más cercana, Huma Abedin, que impulsó al director del FBI James Comey a reabrir la investigación de los correos electrónicos que, según ha reconocido ella misma, fue una de las razones de su derrota. Gracias, Anthony Weiner.

En teoría, apoyo la tolerancia cero hacia el acoso sexual. En la práctica, me preocupa que pueda dar lugar a una respuesta violenta que termine lanzándonos a cómo estaban las cosas antes de Anita Hill. Necesitaremos a un Al Franken castigado para ayudarnos a asegurar que esto no vuelva a suceder.