¿Podrían dejar de afirmar que Donald Trump ha fulminado el tratado comercial con el Pacífico (TPP)? No lo ha hecho. Este acuerdo ya llevaba un buen rato muerto. Gracias a la presión de estadounidenses corrientes (sí, presionar es efectivo) el TPP ya yacía inerte en el suelo del Congreso. No hay ninguna necesidad de felicitar al régimen fanático de Trump. Tampoco es necesario simular que su equipo no responde a los intereses empresariales. Los republicanos no cooperaron con Barack Obama y los demócratas se equivocarán si “normalizan” la presidencia de Trump, un demagogo impopular que representa una amenaza para una democracia que sin lugar a dudas ya está en una situación de peligro.
Afirmar que Trump ha tenido algún tipo de influencia sobre el TPP es una mentira. El populismo de derechas del nuevo presidente mezcla la xenofobia y el proteccionismo con medidas que enriquecen todavía más a la clase a la que él pertenece. Sí, los trabajadores estadounidenses han sufrido durante años la caída de los salarios y la destrucción de la industria, y han sido testigos del efecto devastador que todo esto ha tenido en sus comunidades. De esta situación son responsables tanto el Partido Republicano como el Partido Demócrata. Nunca contemplaron la posibilidad de que estaban alimentando la ira y el resentimiento y que algún día un vulgar demagogo sabría aprovecharse de este estado de ánimo.
Si los demócratas hubieran escuchado a Bernie Sanders y a otros progresistas que se opusieron a este tipo de alianzas comerciales que benefician a las élites empresariales en detrimento de la clase trabajadora, Estados Unidos no estaría inmerso en estos momentos en una de las peores crisis de su historia. El TPP explica por qué los ciudadanos desconfiaron de Hillary Clinton, a pesar de que su rival es un mentiroso compulsivo. Como Secretaria de Estado apoyó este tratado, luego no hizo nada y más tarde se opuso, dando la sensación de que no tiene convicciones sólidas y que está dispuesta a cambiar de opinión si esto la beneficia políticamente.
La anunciada “victoria electoral” de Hillary Clinton se apoyaba en el voto del cinturón industrial de Estados Unidos; una zona que ha perdido las industrias que tuvo en el pasado. Si la oposición de la candidata demócrata al TPP hubiera sido real, tal vez la situación de Estados Unidos y el mundo no sería tan espeluznante.
El hombre del pantano
Los progresistas se oponen a tratados como el TPP porque comportan la pérdida de puestos de trabajo, desvían el poder y la riqueza hacia las grandes empresas, empeoran las condiciones laborales de los trabajadores y representan una amenaza para la democracia.
El TPP y la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, que también ha sido herida de muerte y con un poco de suerte no sobrevivirá, permiten que las multinacionales puedan demandar a los gobiernos elegidos por el pueblo ante tribunales opacos si estos gobiernos impulsan medidas que las perjudican. Aquí tienen un ejemplo de un choque del capitalismo con la democracia y la soberanía de un país.
Trump no pondrá fin a estas amenazas; todo lo contrario. Si bien en todos sus mítines prometió “drenar el pantano” y acabar con la corrupción, lo cierto es que el equipo que ha formado es el pantano y está lleno de exempleados de Goldman Sachs y personas poderosas como el ex director general de ExxonMobil, Rex Tillerson. El presidente tiene el compromiso de reducir los impuestos a las grandes empresas y terminar con las “regulaciones” que protegen a los trabajadores y a los consumidores. Trump puede criticar tratados como el TPP pero lo cierto es que mezcla xenofobia con un plan para que los salarios sean bajos y no haya seguridad económica.
Un programa que invirtiera en infraestructura en Estados Unidos podría incentivar la economía a corto plazo, pero si se combina con recortes fiscales para los más ricos y para las grandes empresas, entonces el trumpismo representa una grave amenaza para la economía del país. Como suele ocurrir con todos los populistas de derechas, Trump acusará de traición a todos aquellos que pidan un mayor escrutinio (ya no digamos a todos aquellos que lo critiquen). Razón de más para que los progresistas se mantengan firmes.
Ninguna de las acciones de Trump obedece a los intereses del estadounidense normal y corriente. Un plutócrata megalómano como Trump convierte a los inmigrantes en cabezas de turco y, al mismo tiempo, impulsa medidas que directamente enriquecen a sus socios. No se dejen engañar por nada de lo que haga. Resistan, no normalicen sus acciones, aíslenlo, saquen provecho de las divisiones dentro del Partido Republicano. No promuevan ninguna otra percepción de Donald Trump que no sea la de que es un charlatán que anima a los trabajadores de Estados Unidos a echar la culpa a todo el mundo menos a hombres como él, que son los responsables de los grandes males de una sociedad rica pero injusta.
Traducción de Emma Reverter