No fue un debate muy estimulante, lo cual parece apropiado para unas elecciones en las que tantos votantes ven a los dos candidatos repelentes.
Trump estuvo trastornado durante un tercio del enfrentamiento de anoche en la Universidad de Hofstra e interrumpió con mala educación al moderador. Clinton se mostró demasiado encantada consigo misma y, una vez más, no consiguió mostrar una visión digerible de cómo cambiaría el país.
En cualquier caso, todo el mundo diría que la noche fue para Hillary Clinton, sobre todo porque Donald Trump no pudo evitar mostrarse incapacitado para el cargo. Movido por el ego, como es habitual, dejó imprudentemente que el debate fuese sobre él.
La afirmación de Trump de que él tiene mejor temperamento que ella fue absurda. Lo fue más aún su mentira de que nunca apoyó la guerra de Irak. Y peor todavía, su loca insinuación de que la prensa llame al furibundo presentador de derechas de Fox News Sean Hannity para pedirle confirmación. Su defensa del stop and frisk (la política policial de detener y cachear que se suele centrar en las personas negras y latinas), y su brusco rechazo a aceptar la afirmación del moderador de que esas medidas fueron declaradas inconstitucionales, fue insólita.
Su llamada a restablecer “la ley y el orden” era un anticuado mantra de Nixon, quizá alentado por Roger Ailes, que diseñó el vilipendiado regreso del presidente hace casi 50 años. Apenas le rebatieron su tratamiento a las mujeres o su enredo de la conspiración sobre el nacimiento de Barack Obama que tanto insultó al presidente y a la inteligencia de los votantes estadounidenses.
Como de costumbre, Clinton mostró su dominio de la política y ofreció gran cantidad de datos específicos adecuados, pero no logró mostrar un tema global sobre el que gire su campaña.
Pero si su intención era dejar que Trump se asfixie a sí mismo, misión cumplida.
He cubierto debates presidenciales desde que Gerald Ford cometió el error nefasto de decir que no había ningún dominio comunista en Europa del Este. Vi a Ronald Reagan hundir a Jimmy Carter con una única frase: “Ya está otra vez”. Esos momentos decidieron elecciones. Harán falta más debates para definir las de este año.
Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo