Ante la falta de estrategia, Trump culpa a Obama del ataque químico en Siria

Julian Borger

La escala y el horror del ataque químico de este martes sobre civiles en Idlib pone de manifiesto el vacío en la política exterior de la administración Trump. La primera reacción fue el silencio. Después llegaron las críticas a Obama.

Donald Trump describió el ataque, que ha matado a decenas de personas, incluidos muchos niños, como una “consecuencia” directa de la política de su predecesor respecto de Siria. “Estas crueles acciones del régimen de Bashar al Asad son una consecuencia de la debilidad y falta de resolución de la anterior administración”, señaló el presidente en un comunicado. “El presidente Obama dijo en 2012 que fijaría una línea roja contra el uso de armas químicas y posteriormente no hizo nada”, añadió.

La reacción automática de Trump refleja la permanente sensación del presidente de estar bajo la sombra de su predecesor. Una impresión que ya era evidente en su compulsiva publicación de tuits denunciando sin pruebas que Obama le espió.

Como en el sistema de salud, la política de Trump sobre Siria ha estado definida por el deseo de deshacer el legado de Obama, aunque sin una imagen clara de lo que le sustituirá. En ausencia de una visión clara, la respuesta inicial fue el silencio.

El ataque de Idlib fue rápidamente condenado por las capitales occidentales y líderes del Congreso, pero el secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson, —que estaba visitando Jordania en ese momento— ignoró una pregunta de la prensa sobre el asunto, manteniendo su silencio habitual ante los eventos mundiales. Hace poco, Tillerson se describió a sí mismo como “una persona poco accesible a los medios”.

El martes por la mañana Trump acudió a una conferencia sobre el sector de la construcción, pero no mencionó el ataque. No fue hasta más tarde cuando el portavoz de la Casa Blanca leyó un comunicado del presidente en el que Trump aprovechó la ocasión para sumarse un punto contra la administración Obama.

Señaló que Obama había fijado una “línea roja” en 2012 sobre el uso de armas químicas en Siria, pero argumentó que posteriormente “no hizo nada” cuando el régimen de Asad atacó con gas la región de Ghouta en agosto de 2013. Obama no llevó a cabo bombardeos aéreos, pero acordó con Rusia sacar del país y destruir el arsenal declarado de armas químicas de Siria.

No había nada en el comunicado de Trump que indicase cómo podría responder Estados Unidos de manera diferente a la postura adoptada por Obama. Tras el ataque a Ghouta en 2013, Trump se manifestó enérgicamente contra la acción militar en Siria. El 7 de septiembre de ese año tuiteó: “Presidente Obama, no ataque Siria. No existe ningún aspecto positivo, solo tremendos inconvenientes ¡Ahórrate la pólvora para otra (y más importante) ocasión!”.

El comunicado del presidente estadounidense de este martes tampoco mencionaba el impacto que tendría el ataque sobre la postura de Washington respecto a los principales aliados de Asad, Rusia e Irán. Unas horas después del comunicado, Tillerson emitió su propio comunicado, que hacía referencia a la responsabilidad de Moscú y Teherán.

“Aunque seguimos monitoreando la terrible situación, está claro que así es cómo opera Bashar al Asad: con barbarismo descarado y brutal”, afirmó el antiguo empresario del petróleo. “Pedimos a Rusia e Irán, una vez más, que ejerzan la influencia que tienen sobre el régimen sirio y que garanticen que este tipo de horribles ataques no vuelvan a ocurrir nunca”. El tono de la declaración recuerda al utilizado por la anterior administración, por su condena al papel de Rusia e Irán como facilitadores y por su falta de referencias a futuras acciones estadounidenses.

Foco en ISIS, alivio sobre Asad

Los aliados de EEUU y las figuras de la oposición siria han puesto en duda la coherencia de la posición de la administración Trump, señalando que el ataque se produce tras declaraciones tanto de Tillerson como de la representante de EEUU en la ONU, Nikki Haley, que parecen formalizar un cambio en la política estadounidense. Según este cambio, EEUU está abandonando las exigencias sobre el final del régimen de Asad.

Tillerson declaró esta semana durante una visita a Turquía que “el pueblo sirio decidirá sobre el futuro estatus a largo plazo del presidente Asad”. El jueves, Haley señaló a los periodistas: “Uno elige y escoge sus batallas... Y mirando esta, se trata de prioridades y nuestra prioridad ya no es sentarnos y centrarnos en echar a Asad”.

El martes, el ministro de Exteriores francés descargó su frustración contra la confusión en el núcleo de la política de Trump en Siria, argumentando que fue el Gobierno de Damasco el que llevó a cabo el ataque de Idlib para probar los límites y las respuestas de la nueva administración estadounidense. “Es una prueba. Por eso Francia le repite especialmente a Estados Unidos que clarifique su posición”, declaró el ministro Jean-Marc Ayrault a RTL Radio.

“Les dije que necesitamos claridad. ¿Cuál es tu postura? La cuestión es saber si los estadounidenses apoyan o no una transición política en Siria, lo que implica organizar dicha transición, las elecciones y que al final del proceso se plantee la cuestión sobre la salida de Asad”, explicó Ayrault.

Pero las críticas también llegaron de líderes republicanos. El senador John McCain afirmó que la idea de que el pueblo sirio pueda votar sobre el futuro de Asad al tiempo que es bombardeado es “una ficción absurda”. “Las recientes declaraciones de autoridades estadounidenses que sugieren lo contrario solo sirven para legitimar las acciones de este criminal de guerra en Damasco”, añadió.

La hipótesis inicial de la política sobre Siria de la administración Trump es que sería posible concentrarse casi exclusivamente en la lucha contra los extremistas del ISIS, posiblemente de común acuerdo con Rusia, y solo después hablar seriamente sobre el futuro político del país. Nunca ha estado claro cómo esa política es congruente con reducir la influencia iraní en la región, ya que Teherán se beneficiaría del foco occidental sobre el ISIS y de un alivio de la presión sobre su aliado, el régimen de Asad.

La masacre de Idlib ha puesto en evidencia otro agujero en la estrategia de la administración: el no entender hasta qué punto la brutalidad de Asad es una causa del extremismo.

Basma Kodmani, miembro de la oposición siria, sugiere que el ataque fue, de hecho, una consecuencia directa de la decisión estadounidense de rebajar la presión sobre Asad. “Los sirios reaccionaron en primer lugar pensando que el ataque fue una consecuencia directa de las declaraciones estadounidenses afirmando que Asad no es una prioridad y dándole tiempo para permanecer en el poder”, señaló Kodmani a Reuters en Washington.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti