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Opinión

Con Trump, regresa la abstinencia como fórmula de educación sexual

La ironía es casi perfecta: Donald Trump, el hombre que alardeó del tamaño de su pene durante un debate y al que una actriz pornográfica está demandando, quiere que la educación sexual se limite a promover la abstinencia como método anticonceptivo y de prevención de enfermedades. Así es, estamos en el mundo al revés.

La página web Politico informa que Valerie Huber, una activista con un largo historial en el movimiento por la educación en la abstinencia sexual que trabaja para el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés), tomará decisiones sobre los fondos federales de planificación familiar.

Huber, a la que en 2006 suspendieron de su puesto en el Departamento de Salud de Ohio por una investigación de la comisión estatal de ética, es fundadora de la National Abstinence Educators Association (Asociación Nacional de Educadores en la Abstinencia), que luego se convirtió en Ascend (el cambio de nombre formaba parte de una estrategia general del movimiento proabstinencia para parecer más creíble).

Esto viene después de que se filtraran un memorándum de la Casa Blanca y unas directrices del HHS con los planes de la Administración para educar a los adolescentes en los “métodos de reconocimiento de la fertilidad”, también llamados métodos del calendario, en lugar de en el uso de anticonceptivos. De alguna manera esperamos que los adolescentes, que apenas terminan sus deberes a tiempo, eviten los embarazos haciendo un seguimiento de sus períodos menstruales.

Si bien es cierto que últimamente sobran las razones para indignarse por las decisiones de la Administración de Trump, la idea de que regrese la educación sexual basada en la abstinencia no puede obviarse.

Hace casi diez años escribí un libro sobre la educación sexual proabstinencia. Las mentiras que los “educadores” financiados por el Gobierno federal decían a los estudiantes de todo el país iban desde lo inexacto hasta lo sencillamente asombroso.

Hablé con jóvenes a los que se les enseñó que podían ser arrestados por tener relaciones sexuales prematrimoniales. A otros les advirtieron de que las píldoras anticonceptivas terminarían con su fertilidad. En Montana, dijeron a los estudiantes que los condones podían provocarles cáncer. Un libro de texto ampliamente utilizado enseñaba que el sida se transmitía por contacto con la piel. Otro decía que una chica que ha tenido sexo ya no es “fresca”.

Estas clases no se limitaron a proporcionar información sanitaria incorrecta. También promovieron roles de género anticuados, como decir a los estudiantes que los niños están predispuestos para la ciencia, mientras que las niñas están orientadas hacia los “sentimientos”, o que a las niñas no les gusta el sexo tanto como a los niños, por lo que deben “pisar el freno” antes de llegar a situaciones íntimas.

Mientras escribía mi libro, jóvenes que habían sido víctimas de violación me hablaron personalmente de este tipo de lecciones. Creían que la agresión sexual se debía a que no hacían lo suficiente para detener a su atacante o a que lo “tentaban”.

Esta fue una generación de estudiantes a los que su país les falló. Jóvenes a los que se les dio información falsa y peligrosa sobre su salud y que tuvieron que desaprender todo lo que les enseñaron sobre el sexo.

Durante la Administración de Barack Obama empezamos a reparar parte de los daños. Por fin las tasas de embarazo adolescente bajaron y el uso de anticonceptivos aumentó. Ahora no podemos darnos el lujo de retroceder.

Lo cierto es que la mayoría de los estadounidenses quiere que sus hijos reciban información precisa y completa sobre el sexo para que estén más seguros. El 93% quiere que se les enseñe tanto sobre la abstinencia como sobre el uso de anticonceptivos.

Lo que los adolescentes aprenden, o no, sobre el sexo afecta literalmente a su salud y a sus vidas. No pueden permitirse que les mientan.

Traducido por Francisco de Zárate