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El drama de ser madre soltera en Túnez

Celebración de una fiesta en el centro Amal para madres tunecinas solteras. / Facebook.

Sarah Souli

A menudo se elogia a Túnez como un país árabe progresista donde, de acuerdo con la ONG estadounidense de derechos humanos Freedom House, “las mujeres gozan de más libertades sociales y derechos legales que en la mayoría de Estados de la región”. Una serie de reformas de género implantadas bajo el presidente Habib Bourguiba entre los años 50 y 70 abolió la poligamia, dio a las mujeres el derecho a votar, a divorciarse y a abortar y elevó el papel de la mujer en la sociedad tunecina. Para todas excepto, según parece, para las madres solteras.

“No se les considerada seres humanos como al resto”, denuncia Rebah ben Chaaben, psicóloga en Amal, la única clínica del país dedicada a asuntos legales, sociales y de salud mental que afectan a las mujeres solteras. La clínica tiene su base en la capital del país. Tratando a unas 50 mujeres al año, la organización benéfica sirve de espacio de seguridad para las mujeres y sus bebés. Prácticamente todas las mujeres de Amal provienen de entornos de clase socioeconómica baja. La mayoría no han tenido educación sexual y algunas no han tenido ningún tipo de educación. La mayoría han quedado embarazadas tras mantener relaciones sexuales consentidas con sus novios o prometidos y, por eso, han sido abandonadas.

El prometido de Mariam la abandonó tras enterarse de que estaba embarazada. “Entonces se casó con otra mujer”, afirma. Tiene grandes manchas de leche materna en su camiseta, su hija solo tiene 20 días y está amamantando constantemente. Mariam y su hijo se quedarán en Amal los próximos cuatro meses, el máximo periodo permitido. Amal les ayuda a encontrar pisos y trabajos.

“Todo [para estas mujeres] depende de la reacción de sus familias y de sus padres”, explica Semia Massoudi, directora de Amal. El sexo antes del matrimonio está prohibido en el islam y una madre soltera es sujeto de vergüenza y deshonra. Las familias a menudo presionan a sus hijas para que renuncien a sus hijos. De acuerdo con la ONG francesa Santé Sud, más de la mitad lo hacen.

“No le dije a nadie que fui violada”, confiesa Fatma. Nacida en una familia campesina en un pueblo en la parte oeste del país, Fatma ha sufrido abusos toda su vida. Por un lado, sus hermanos le cortaron el dedo a la altura del nudillo. Tras ser violada por un miembro de su familia más lejana, la madre de Fatma la envió a un hospital a la capital durante su tercer trimestre de embarazo. Su madre solo estaba dispuesta a volverla a dejar entrar en casa si abandonaba al hijo. Fatma se negó. El violador sigue viviendo en el pueblo.

El tabú social se refuerza por el sistema legal. “Hay una diferencia legal entre un hijo 'legítimo' y un hijo 'ilegítimo'”, explica Monia ben Jemia, jurista y presidenta de la Asociación Tunecina de Mujeres Democráticas. Esta diferencia empieza en el mismo hospital, donde la madre soltera es inmediatamente interrogada por la policía, que le pregunta el nombre del padre. Debido a la inclinación patriarcal en la legislación de familia “las mujeres no tienen la tutela legal de los hijos extramatrimoniales”, explica Ben Jemia. Un hijo nacido fuera del matrimonio no tiene los mismos derechos hereditarios que un hijo nacido de padres casados y no existe jurisprudencia legal de tutela para madres solteras. Tanto Marruecos y Argelia han eliminado las leyes de 'jefe de familia' que dan la tutela solo a los hombres, un paso positivo que Túnez todavía no ha dado.

Dados los tabúes legales y sociales, el reconocimiento del padre es fundamental para muchas mujeres, incluso para aquellas que han sido violadas. Amal proporciona servicios de mediación entre padres y madres, aunque ben Chaaben reconoce que a menudo esto no funciona. En su lugar, la mayoría de las mujeres prefiere utilizar la “ley de nombre patronímico” de 1998. Esta legislación permite a las mujeres realizar una prueba de paternidad. La Asociación Tunecina de Mujeres Democráticas ha trabajado con decenas de mujeres de Amal durante este proceso.

Muchas madres agradecen esta posibilidad, dado que protege a sus hijos de la marginación social y les da una manutención. Pero se puede decir que también es una legislación con fallos, dando el poder a un padre legal ausente y renuente a entrar arbitrariamente en la vida del niño.

Además, la ley no ayuda a estas mujeres una vez vuelven a la sociedad, donde reciben críticas y hostigamiento al tiempo que se enfrentan a las dificultades financieras y psicológicas de criar a un hijo en solitario.

En este escenario hostil, Amal es un lugar único. “Aquí no juzgamos a las mujeres”, indica ben Chaaben. Envueltos en mantas rojas, media docena de bebés entran y salen del sueño en la entrada. Ben Chaaben cree que el país se mueve lentamente en la buena dirección. “Para cambiar el papel de estas mujeres en la sociedad, tenemos que ser optimistas”, afirma con una sonrisa.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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