El martes por la noche, el rostro de un hombre destacaba entre los miles de turcos que se dieron cita delante del ayuntamiento de Estambul. Al final de la calle, una imagen gigante de Recep Tayyip Erdogan, el presidente de Turquía, parecía observar a la multitud.
El gobierno los había citado a través de un mensaje de texto y los ciudadanos participaban en lo que oficialmente se conoce como “la vigilancia de la democracia”: un acto público para expresar el rechazo hacia la intentona de golpe de Estado de la semana pasada y una muestra de apoyo al sistema político actual. En realidad, muchos participantes acudieron para apoyar a un político concreto. “Queremos a nuestro presidente”, indicó Ersin Korkmaz, un funcionario de 29 años envuelto en una bandera de Turquía y acompañado por sus dos hermanas menores. “Es el mejor líder que hemos tenido desde Mehmed el Conquistador”, añadió, en referencia al sultán otomano que se hizo con el control de Constantinopla en 1453.
La inquebrantable popularidad de Erdogan sorprende a algunos observadores occidentales, que lo conocen principalmente por sus tendencias autoritarias. En los últimos días, los líderes occidentales han expresado su preocupación por la purga que se ha llevado a cabo tras el golpe frustrado. Desde el sábado, unos 35.000 funcionarios, soldados, policías, jueces, fiscales, profesores y decanos de la universidad han sido detenidos, destituidos o suspendidos de sus cargos ya que Erdogan quiere aislar a todo aquel que represente una amenaza para su gobierno. Sin embargo, la multitud concentrada ante el ayuntamiento lo ve como un salvador. “Algunas personas creen que es un dictador pero los que hemos conocido a los anteriores líderes del país sabemos que no lo es”, explica Adem Çankaya, un conductor de 42 años: “Y es por este motivo que lo votamos. Estaremos a su lado hasta el final”.
Sus partidarios suelen citar tres razones principales que explican la popularidad del presidente y también de su partido, el AKP. La primera es social. Creen que Erdogan es un hombre del pueblo, un representante de las clases más desfavorecidas que se sintieron completamente ignoradas por los anteriores líderes. “Sus predecesores no tenían en cuenta al pueblo”, indica un hombre que se hace llamar Ismail y que sostiene una bandera del AKP. “A Erdogan le preocupan los ciudadanos. Esto es lo más importante, es uno de los nuestros”.
Según Aslı AydıntaÅbaÅ, una analista turca del Consejo Europeo de Asuntos Exteriores, “la totalidad del discurso del AKP gira en torno a la periferia recuperando el control del país, que está en manos de unas élites que han abusado de su poder. Los simpatizantes de Erdogan consideran que él encarna este discurso. En el pasado, percibían que las instituciones del Estado actuaban en contra de los intereses de los más pobres. En cambio, ahora estas instituciones son sus instituciones”.
También se debe tener en cuenta el elemento religioso. El partido islamista de Erdogan representa al sector religioso más conservador de la sociedad turca, que se ha sentido marginado desde que Mustafa Kemal Atatürk, el fundador de la Turquía moderna, secularizó al Estado turco en los años veinte del siglo pasado. “Antes de Erdogan, teníamos a gente corrupta y que se había desviado del camino correcto”, indica Korkmaz, el funcionario envuelto en una bandera: “Gracias a Dios, hemos conseguido cambiar la situación para las generaciones futuras”.
Por último, también hay un motivo económico. Con el gobierno de Erdogan, los ciudadanos tienen la sensación de haber prosperado. Desde que asumió el poder en 2003, su gobierno ha logrado mejorar las infraestructuras estatal, ha construido un gran número de puentes, carreteras y líneas de metro y también ha mejorado el sistema de salud pública.
Çankaya, el conductor, señala que gracias a Erdogan su madre, una mujer pobre, ha sido tratada por médicos del sistema público de salud. La mujer padece una enfermedad de riñón y hasta las elecciones que dieron la victoria a Erdogan nunca había recibido tratamiento médico. El presidente reformó el sistema y ahora la madre de Çankaya tiene derecho a tres sesiones de diálisis semanales, de forma completamente gratuita.
“Desde que ganó las elecciones hemos experimentado muchos cambios económicos”, afirma, coincidiendo con el inicio de la actuación de una banda de música.
“El sistema sanitario, el transporte público, la atención a las personas mayores y también las medidas en torno a la inflación. Los ciudadanos nos sentimos más valorados”.
Soner ÇaÄaptay, autor del libro El levantamiento de Turquía, considera que los simpatizantes de Erdogan soportan su autoritarismo en parte porque consideran que está justificado. Erdogan utiliza lo que ÇaÄaptay denomina “la estrategia autoritaria del desvalido” para silenciar a la oposición y alegar que esta acción es una medida legítima para protegerse de aquellos que lo quieren hundir. “Cada vez que alguien se opone a sus políticas, Erdogan lo presenta como una conspiración para derrocarlo”, indica ÇaÄaptay. “Y así justifica sus medidas ante sus simpatizantes”.
En la manifestación, un partidario de Erdogan evidenciaba esta percepción. En referencia a la campaña de Erdogan para silenciar a algunos periodistas, Ismail señala que “estos periodistas son unos traidores. Bajo la excusa de hacer periodismo, hacen otra cosa. Hay un tipo de periodista que ayuda a su país y otro que lo traiciona”.
En los últimos años, Erdogan y sus aliados han sido acusados de corrupción. Una vez más, sus partidarios han preferido mirar hacia otro lado porque les compensan las prestaciones que obtienen de este gobierno. “La base del partido piensa que tal vez es cierto que se han quedado dinero pero que también lo es que sus vidas han mejorado”, indica AydıntaÅbaÅ. “Hay un elemento cultural en juego que alguien de fuera no puede comprender. Erdogan representa la Turquía suní, una identidad que se ha sentido marginada durante muchos años”.
¿Podría Erdogan perder apoyos a corto plazo? Para muchos, esto es difícil de imaginar salvo que la economía se estanque o que el principal partido de la oposición encuentre unos líderes mejores que consigan reactivarlo. ÇaÄaptay avanza que la brecha entre la mitad de la población que apoya al presidente y la otra mitad que no lo vota no hará más que crecer. Si bien gran parte de la oposición se ha mostrado contraria al intento de golpe de Estado, la purga que el presidente está llevando a cabo hará que la sociedad se fragmente todavía más.
“Hasta ahora, a una parte de la sociedad le gustaba Erdogan y a la otra mitad, no. Ahora, una parte de la sociedad lo adorará y la otra, la odiará”.
Traducción de Emma Reverter