Cuando Spotify empiece a cotizar en la Bolsa de Nueva York dentro de unas semanas, es probable que esta plataforma de streaming de música será valorada en 20.000 millones de dólares, una buena muestra de la confianza que los inversores tienen depositada en el fundador de la compañía, el sueco Daniel Ek.
En su opinión, Ek puede levantar la respuesta europea a Netflix, un coloso cultural global capaz de enfrentarse al mismo tiempo a los operadores tradicionales de la industria y las cuatro grandes compañías tecnológicas, y terminar siendo el más importante de todos.
Si Netflix puede derrocar a Hollywood, entonces Spotify puede transformar la industria discográfica. Al menos esta es la esperanza entre los gestores de los fondos estadounidenses.
Solo han pasado diez años desde que se creó y Spotify es una fuerza del mercado a tener en cuenta. Cuenta con 159 millones de usuarios activos, de los cuales 71 pagan una suscripción mensual. El resto tiene un servicio freemium y tiene que escuchar anuncios para poder acceder a música gratis. El año pasado obtuvo unos ingresos de cerca de 5.000 millones de dólares. Apple Music, en comparación, tiene 36 millones de abonados.
En un comunicado reciente en Spotify, Ek indicó que la compañía espera “democratizar” la industria de la música. Spotify, escribió, “podría conectarnos a todos, a lo largo y ancho del mundo, a través de una cultura compartida que ampliara nuestros horizontes”.
Son objetivos nobles, envueltos en la terminología aspiracional que le gusta utilizar a Silicon Valley. Sin embargo, hay motivos para cuestionar que Spotify pueda tener el éxito que ha tenido Netflix. La industria musical es muy distinta a la del cine y su competitivo contexto actual plantea retos que Netflix nunca ha tenido que superar. La industria nunca ha recuperado el nivel de beneficios que solía tener antes de que plataformas como Napster hicieran trizas su modelo de negocio.
Las pérdidas siguen aumentando
Spotify perdió 1.500 millones de dólares el año pasado, superando la cifra de 650 millones de dólares en pérdidas del año anterior. Su relación con los operadores tradicionales de la industria musical, es decir, las discográficas, es uno de los principales obstáculos. La compañía tiene que pagar derechos a las discográficas y tropieza con las mismas trabas que estas ponen a cualquier otra plataforma de streaming. De momento los sellos discográficos tienen la sartén por el mango.
Tiene pérdidas porque paga más en licencias de música de lo que se puede permitir, aunque la cantidad final que llega a muchos artistas no les alcanza para vivir. Hasta el momento, según la empresa de servicios financieros Hargreaves Lansdown la compañía ha pagado unos 10.000 millones de dólares en concepto de derechos de autor a los sellos discográficos y editores, y en los próximos tres años tendrá que pagar un mínimo de 2.000 millones de dólares en concepto de derechos de autor.
“Cuatro compañías controlan los derechos del 87% de la música que se puede escuchar en Spotify”, indica Laith Khalaf, analista de Hargreaves. “Esto les permite estar en una posición ventajosa cuando negocian para obtener un buen trozo del pastel de los ingresos de Spotify”.
No obstante, Pär-Jörgen Pärson, uno de los primeros inversores de Spotify, considera que la dinámica de poder está cambiando y que hay razones para creer que las condiciones de los contratos serán cada vez menos onerosas.
Pärson, socio de la empresa sueca de capital riesgo Northzone, puntualiza que los acuerdos firmados hasta la fecha “eran favorables a las compañías discográficas, y era Spotify la que tenía que financiar el coste de crecimiento”. En cambio, señala, ahora “son las plataformas de streaming las que pueden promover o acabar con la carrera de artistas y son las que pueden proporcionar el tipo de apoyo que un artista necesita para construir su carrera y potenciar su trabajo creativo, este era el papel que desempeñaban los sellos en el pasado pero que se ha ido diluyendo con el paso del tiempo”.
Un problema de dependencia
Aunque Spotify lograra unas condiciones más ventajosas por parte de las compañías discográficas, todavía tendrá muchas dificultades para distanciarse de ellas, a diferencia de Netflix, que ha creado sus propios contenidos y con ello ha reducido su dependencia de Hollywood.
Netflix ha estado priorizando las producciones propias. Tras gastar 8.000 millones de dólares, ha prometido que el año próximo tendrá 800 títulos nuevos. En cambio, los fans de la música quieren tener una biblioteca de música completa que abarque todos los sellos y géneros.
Y luego está la competencia. Tres de las cuatro grandes empresas tecnológicas, Apple, Google y Amazon, tienen plataformas que compiten directamente con Spotify. De estas, Apple Music es, con diferencia, la más exitosa, ya que ofrece un servicio idéntico y por un precio idéntico, pero integrado directamente en sus smartphones, tabletas y smartwatches más vendidos.
Apple Music sigue teniendo menos suscriptores, pero con otra ventaja importante: no necesita obtener beneficios de su servicio de streaming musical, mientras que Spotify sí. Apple puede compensar las pérdidas de Apple Music indefinidamente, con la venta de más iPhones y obtener un beneficio global.
Por su parte, Google puede ampliar su dominio del mercado con Google Play Music All Access, y Amazon puede utilizar Amazon Music para vender, en definitiva, todos sus productos.
“Apple representa una amenaza considerable”, reconoce Pärson, si bien cree que “tienen un producto peor, y eso es evidente si lees las valoraciones de los usuarios, y su valor clave es que está integrado en sus teléfonos. Sin embargo, no debemos olvidar que solo tiene el 20% de la cuota de mercado mientras que Spotify ya está en todas partes”.
Traducido por Emma Reverter