Barricadas levantadas por los agricultores, ferrys inmovilizados en los puertos, pensionistas en las calles: las protestas han regresado a Grecia en lo que muchos creen que pueda ser el inicio del invierno más turbulento de un país azotado por la crisis.
Desde la frontera greco-búlgara hasta la sureña isla de Creta, los agricultores se han sublevado ante un nuevo paquete de medidas internacionales de austeridad. “Esto es la guerra”, advierte Dimitris Vergos, que cultiva maíz, en la ciudad de Naoussa, al norte de Grecia. “Si ellos [los políticos] siguen presionándonos hasta el límite, si quieren seguir despojándonos de nuestra humanidad, iremos a Atenas y los quemaremos a todos”.
Con la retórica alcanzando tales niveles, el Gobierno de izquierdas del primer ministro, Alexis Tsipras, se ha encontrado de pronto a la defensiva. Al tener que enfrentarse a varias manifestaciones –los pescadores y ganaderos se unirán a los bloqueos del próximo martes, justo cuando saldrán a las calles los trabajadores del sector público y privado–, los analistas han dado por acabado el periodo de luna de miel que Tsipras pudo haber disfrutado en algún momento.
Una caravana de tractores en Thessaly, el granero del país, bloqueó el pasado miércoles la carretera de Tempi, cortando la principal autovía que atraviesa de norte a sur el país. Otro centenar se alinearon frente a la costa de Tesalónica mientras, más al norte, la policía se vio obligada a utilizar gas lacrimógeno contra los manifestantes que rodeaban a Evangelos Apostolou, el ministro de Agricultura, en un edificio oficial, al mismo tiempo que se producían violentos choques en Komotini.
Su furia está motivada por la reforma fiscal y de las pensiones. Estas medidas son las últimas de la batería de reformas exigida en contraprestación al tercer rescate, de 86.000 millones de euros, que el país recibió el pasado verano.
Para los agricultores, las medidas propuestas es lo mismo que una condena a muerte. “Vamos a una confrontación total”, dice el dirigente sindical, Yannis Vanfos, que advierte que el viernes se formarán barricadas por todo el país. “No estamos nada de acuerdo (con el Gobierno). Las cosas están fuera de control. No es sólo una cosa lo que tenemos que negociar”.
Después de seis años con Atenas sumida en la crisis económica, cada vez más griegos afirman que han sido forzados hasta un punto en el que no pueden sobrevivir al rigor de la austeridad. Con un número sin precedentes de 1,2 millones de personas desempleadas -más del 25% de la población–, muchos se han visto empobrecidos por el nefasto efecto de impedir la bancarrota. Los pensionistas, cuyos ingresos han sido reducidos en 12 ocasiones a instancias de la Unión Europea y de el FMI, también esta semana han aumentado su presencia en las calles.
Recortes en el sistema de pensiones
Los acreedores afirman que con un gasto que supone el 17% del Producto Interior Bruto, el sistema de pensiones en Grecia es el más caro de Europa y en gran medida el responsable de los problemas fiscal. Pero aquellos que dicen verse afectados por las reformas, argumentan que los cambios van demasiado lejos.
Para los agricultores, las reformas no solo incrementarán sus cotizaciones a la Seguridad Social de un 6,5% a un 27%, sino que tendrán que pagar el doble de impuesto sobre la renta, del 13% al 26%, lo que liquidará mas de tres cuartos de sus ingresos anuales. “Conozco a muchos que se ven obligados a vivir de pensiones de 360 euros al mes”, admite Vergos. Estuvo al frente de centenares de agricultores y ganaderos que intentaron asaltar el Parlamento griego tras conocer los planes propuestos en noviembre. “Es como si pretendiesen que nos rindamos con estas últimas medidas”.
Vergos, de 35 años, añade que está teniendo problemas para sacar adelante a sus tres hijos por los recortes en prestaciones. “Y pensar que voté a Tsipras y a su partido, Syriza”, se lamenta. “Pensar que eran nuestra mayor esperanza. Ahora no los quiero ver ni en pintura”.
El descontento ha confirmado la caída abrupta en popularidad de Syriza. Las encuestas realizadas hace unos días –a raíz de la elección del exbanquero reformista, Kyriakos Mitsotakis, como líder de Nueva Democracia– sitúan en cabeza al principal partido de centro-derecha de la oposición con más de cuatro puntos de diferencia.
Casi un año después de que asumieran el poder, y provocaran un terremoto en la derecha europea, los izquierdistas y su inquebrantable política antiausteridad se han enfrentado a lo mismo que tuvieron que afrontar los otros gobiernos desde el inicio de la gran recesión: la dificultad de aplacar a los grandes organismos (internacionales), mantener el país a flote y evitar el coste político que esto implica.
La tregua que movilizó a los políticos para evitar la expulsión de Grecia de la Eurozona -con los partidos de oposición proeuropeos apoyando el impopular rescate financiero después del cierre de los bancos y la imposición de controles de capital- se ha evaporado con la aparición de Mitsotakis. En una nueva atmósfera de polarización política, marcada por un primer encuentro agresivo entre Tsipras y Mitdotakis el pasado martes, la incertidumbre ha regresado al panorama político.
La izquierda, que gobierna con el pequeño partido de derechas ANEL (Griegos Independientes), ya ha visto reducida su mayoría a sólo tres escaños en un Parlamento de 300 asientos. La aprobación de reformas tan opuestas ideológicamente a esos diputados ya no está garantizada.
El Gobierno se ha visto debilitado también por las críticas ante la publicación de que altos cargos de Syriza colocaron a dedo a amigos y familiares, a pesar de sus promesas de acabar con el nepotismo en el sector público.
“Políticamente hablando, Tsipras está acorralado y la gran cuestión es cómo va a reaccionar”, dice el analista político Pandelis Kapsis. “La situación es muy inestable y el suyo es un historial muy imprevisible. Tsipras puede convocar nuevas elecciones o incluso otro referéndum”.
Con los sindicatos anunciando una huelga general para el 4 de febrero, las perspectivas de malestar social han reavivado el debate sobre la capacidad de Grecia de mantenerse en la moneda única. El miedo a que los acreedores dirigidos por el FMI exijan mayores recortes, tras el descubrimiento de 1.800 millones de euros de déficit fiscal en el presupuesto de este año, hace que no se pueda descartar una repetición de la crisis de Grexit. Las negociaciones entre Atenas y sus acreedores comenzarán en los próximos días.
Mientras las protestas se intensificaban, Tsipras viajó a Suiza el miércoles para participar en el Foro Económico Mundial de Davos.
Se espera que pida flexibilidad en sus reuniones con Christine Lagarde y Mario Draghi, los máximos responsables del FMI y el Banco Central Europeo. Las autoridades creen que les presionará argumentando que el tiempo ahora es crucial para que Atenas pueda completar las reformas y una revisión de la economía, abrir negociaciones para la reestructuración de la deuda y evitar el drama que los puso al borde de la salida de la Eurozona en 2015.
Traducción de: Mónica Zas