La ciudad de Kremenchuk busca sangre. La semana pasada, dos misiles rusos hicieron saltar por los aires un gran centro comercial y de ocio donde alrededor de 1.000 personas pasaban la tarde. Aún se desconoce el número exacto de muertos, pero cientos de personas estaban en el epicentro de la explosión, y de algunas de ellas no quedan ni restos. Sí se conoce la cantidad de heridos. Los supervivientes se quedaron sin brazos, sin piernas. Y necesitan sangre.
Esta tragedia ha dado un nuevo impulso a los programas de donación de sangre. En Ucrania, se necesita sangre en todas partes, allí donde explotan los misiles rusos, allí donde regresan los soldados heridos del frente de batalla. En Leópolis, esperan sangre en el hospital militar, ubicado en una calle cuyo nombre homenajea al escritor ruso Antón Chéjov, al igual que en el hospital regional situado en una calle que lleva el nombre del escritor ruso León Tolstoi.
El odio
Hay olas de odio recorriendo Ucrania, empujando a los ucranianos a buscar enemigos internos. Buscan sangre. Existen muchos enemigos internos reales. Alguien, aparentemente, compartió las coordenadas de centros de entrenamiento militar ucranianos con el Ejército ruso, y sus barracones han sido destruidos por misiles. Alguien está distribuyendo propaganda prorrusa en foros ucranianos de Internet.
Al mismo tiempo, se exhibe cada vez más desconfianza, y a veces incluso odio, hacia autores e intelectuales de habla rusa, quienes ahora deben demostrar que son tres veces más patriotas que sus colegas que hablan en ucraniano. Y ni siquiera esto los salva de las acusaciones de que son ellos a quienes hay que culpar por la guerra, por hablar, pensar y escribir en ruso. Lo llevan en la sangre.
A pesar de la vehemencia de la demanda oficial de Ucrania y de los jóvenes de que otros países boicoteen la cultura rusa, los ucranianos mayores siguen siendo más conservadores, y no quieren llegar tan lejos. Se oponen, en silencio, al boicot total a la cultura rusa. Un amigo nuestro amante de la ópera se echó a llorar ante la idea de no poder escuchar Eugene Oneguin en la ópera de Kiev nunca más.
Los ucranianos que hablan ruso están casi acostumbrados a estas acusaciones constantes. Esto no significa que la gente se haya acostumbrado a las explosiones de cohetes en las ciudades, pero nos hemos acostumbrado a la idea de que esta guerra va a durar mucho tiempo.
Los “expertos” predicen constantemente la fecha del final de la guerra. Algunos dicen septiembre. El presidente, Volodímir Zelenski, dice que la guerra terminará antes de las heladas, antes del invierno. Otros políticos piensan que la primavera de 2023 es más probable.
El intercambio de muertos
Los familiares de los prisioneros de guerra ucranianos están demandando, de manera pública y a voz en grito, un intercambio de prisioneros entre Rusia y Ucrania, mientras se da otro proceso, de manera no pública y silenciosa: el intercambio de muertos.
Se dice que los cadáveres se intercambian uno a uno: un soldado ucraniano muerto por un soldado ruso muerto. En un intento por obtener la mayor cantidad de cuerpos posible, los rusos recurren a triquiñuelas. Se dice que han puesto los cadáveres de civiles muertos en bolsas negras. Como resultado, el trabajo con las bolsas comienza con un proceso de clasificación general. También se procesan restos “civiles”, pero es un asunto más largo y complicado porque no se sabe de dónde los han obtenido los rusos. Se conservan un tiempo en el frigorífico de la morgue, y luego son transferidos a otras morgues regionales para identificarlos y buscar a los familiares.
No sé dónde tiene lugar este intercambio, pero es en alguna parte cerca del frente. Con frecuencia, un camión refrigerado con el número “200” en el parabrisas llega a la morgue regional de la calle Oranzhereinaya, cerca del jardín botánico de Kiev. Con “200” se designa a los muertos en la terminología militar. Los soldados llevan a la morgue las bolsas negras con los restos de los muertos. Los patólogos trabajan con estos restos.
La tarea principal es tratar de encontrar la información del soldado para poder trasladar los restos a los familiares para su entierro. Si la persona fallecida tenía tatuajes, esto es mucho más fácil. Pero las bolsas negras no siempre contienen el cuerpo completo del soldado. Muchas veces son solo huesos y un cráneo, a veces trozos de un cuerpo. Los familiares de los desaparecidos donan su ADN para que sea más fácil y rápido encontrar a sus seres queridos muertos.
La base de datos de ADN de ucranianos cuyos familiares han desaparecido en la guerra crece constantemente. Todas las personas que estaban cerca de la explosión en Kremenchuk el 27 de junio desaparecieron por completo; no queda nada. No hay rastros ni trozos. Él o ella ha desaparecido para siempre. No sabemos exactamente cuántas personas son. El ADN no sirve.
El luto
Mientras los residentes de la ciudad donaban sangre para los heridos, las autoridades locales declararon tres días de luto por los muertos. Durante los períodos de luto, en general no se celebran eventos de entretenimiento, conciertos ni espectáculos de circo, pero puedo imaginar que los habitantes de Kremenchuk no tendrán planes para divertirse hasta dentro de mucho tiempo.
Uno de los entretenimientos más populares para los ucranianos, incluso ahora, es la pesca. La pesca no está prohibida durante el luto. Se podrían declarar lutos en decenas de ciudades y pueblos de Ucrania tras bombardeos y masacres de ciudadanos ucranianos por parte del Ejército ruso. Pero parece raro guardar luto en medio de la guerra. Al fin y al cabo, normalmente, tras el período de duelo, la vida debería volver a la normalidad. Se puede volver a emitir comedias en televisión, los teatros y circos pueden abrir sus puertas. Ahora solo hay un canal de noticias en televisión en Ucrania, que agrupa a todos los canales de noticias que existían antes.
Es posible ir al teatro en algunas ciudades, pero no hay ninguna garantía de que la sirena que anuncia un ataque aéreo no vaya a interrumpir el espectáculo. Sería mejor, claro, que un espectáculo fuerte y dramático interrumpiera la guerra. O que la detuviera por completo. Pero, por desgracia, el drama de la guerra de verdad es imparable. Su director y productor, Vladímir Putin, quiere derramar toda la sangre ucraniana posible.
Andrei Kurkov es novelista ucraniano y el autor de 'Muerte con pingüino'.
Traducción de Patricio Orellana.