No ganan los hechos sino los relatos, y solo la extrema derecha lo ha entendido
Donald Trump tuvo el sábado un ataque de verborrea en el ciberespacio cuando tuiteó, sin aportar ninguna prueba que lo demostrara, que Barack Obama había “pinchado su teléfono” un mes antes de las elecciones. De hecho, su única evidencia era un artículo de Breitbart News que a su vez citaba otro, con “fuentes anónimas”, de la página web Heat Street.
Antes de llegar a la verdad, tenemos que analizar las mentiras porque son ellas las que están ganando la batalla. Después de analizar 1,3 millones de artículos publicados en Internet durante la campaña electoral de EEUU, una investigación reciente de la Universidad de Columbia demuestra cómo está ocurriendo: no es la tecnología de Internet lo que fragmentó la verdad o promovió noticias falsas y mentiras descaradas. Lo que creó este efecto fue la existencia de medios de derecha que, con una clara motivación política, adoptaron abiertamente estrategias propagandísticas y de desinformación.
Según el análisis de Columbia, los grandes medios de comunicación corporativos (desde The New York Times y The Washington Post hasta la CNN) viven en un mundo casi completamente ajeno al de las noticias consumidas por los votantes de derecha. El centro de este sistema solar de la “derecha alternativa” es Breitbart News. A su alrededor giran muchos otros vendedores de paranoia.
Lo que sorprende es la falta de coincidencia. La imagen que muestran los gráficos de la red es similar a la que se obtendría poniendo el Twitter palestino junto al israelí: universos paralelos.
A simple vista, otros dos resultados se destacan. Primero, la falta de diversidad en los medios de la extrema derecha. Mientras que en EEUU los medios de la izquierda y de la centro izquierda eran diversos y críticos en su apoyo a Hillary Clinton, portales como Breitbart News, Zero Hedge y Truthfeed podrían ser clasificados sin problemas como partidarios extremos de Trump. En esencia, están todos en el mismo negocio.
En segundo lugar, los recién llegados fueron capaces de acosar y marginar temporalmente a su único rival entre los grandes medios, Fox News, hasta que la cadena de Murdoch se unió a ellos y comenzó a abastecer a su público de historias pro-Trump. Antes de las primarias republicanas, las cinco historias sobre Fox más compartidas en Breitbart News tenían que ver con el presunto apoyo de la cadena de televisión a los “inmigrantes ilegales”.
Según los autores de la investigación, ni las noticias falsas ni Facebook representan el verdadero desafío para los medios masivos sino “un ambiente lleno de propaganda y desinformación”. Como los autores no ofrecen ninguna sugerencia para contrarrestar esto, lo voy a hacer yo.
Primero, identificar cómo encajan las piezas de la derecha. Sus certezas y paranoias, además de la desesperanza de su pelea contra la verdad, no se alimentan unas a otras accidentalmente: están diseñadas para funcionar en conjunto. Si tenemos suerte, algún día descubriremos quién las diseñó así. Pero lo que está claro es que a los medios liberales de Occidente les está saliendo el tiro por culata con sus grandes titulares.
Para quienes tienen una teoría de la ideología, nada de lo que está pasando debería resultar sorprendente. Si entendemos que los medios están configurados para representar los intereses de aquellos con poder económico, podremos reconocerlo en lo que está haciendo la derecha actualmente.
Donald Trump, Marine Le Pen, Geert Wilders y Vladimir Putin son políticos dispuestos a acabar con la globalización, las obligaciones multilaterales y el estado de derecho. No desacreditan a los medios de comunicación masivos porque sean los garantes eternos de la verdad, sino porque ya no funciona la manera en que representaban los intereses de la élite.
Los medios de derecha tradicionales atacaban a los trabajadores que hacen huelga, “a los que viven de la ayuda social”, a los migrantes, pero siempre en nombre del estado de derecho. Si exponían las cosas malas que hace la élite era por la misma razón por la que existen los abogados corporativos: para crear un campo de juego aparentemente equilibrado en el que los ricos puedan explotar a los pobres. Todo lo aligeran con una gran dosis de noticias sobre personajes famosos, fabricadas con la complicidad de la industria de relaciones públicas y la aceptación por parte de sus consumidores de que no todo tiene que ser verdad en ellas.
Pero algo muy importante sucedió entre 2008 y 2017: la ideología de la élite se cayó a pedazos. Mantuvieron vivo el sistema financiero global con doce billones de dólares en billetes y la filosofía de “posponer y fingir”. Pero es difícil mantener viva una ideología así. El cerebro de las personas exigió coherencia y lo que no pudo ofrecer el conservadurismo liberal de The Wall Street Journal lo trajo la xenofobia racista de Breitbart News.
Tenemos que aprender algo profundo de esto. En una crisis ideológica, los hechos no ganan discusiones por sí solos. Los relatos, sí. La diferencia más clara entre los periódicos liberales y democráticos, como the Guardian, y los periódicos de derecha es que los primeros no tienen una gran narrativa global, apoyan causas justas y lanzan asépticas investigaciones empecinados en seguir un montón de reglas autoimpuestas que terminan por impedirles pillar a nadie. Después de creerse la autojustificacion ideológica de que “solo informan la verdad”, muchos editores y cronistas siguen sin tener ni idea de por qué esa “verdad” está siendo vapuleada por mentiras descaradas.
Trump y Breitbart News están diseñados alrededor del atractivo de lo insensato y basadas en el egoísmo mezquino. No llegaría ni un dólar a Breitbart News si no fuera porque una gran cantidad de votantes estadounidenses comparte su visión egoísta. Es la paranoia de la gente de raza blanca frente a las múltiples etnias; del hombre frente al inevitable crecimiento de la libertad de la mujer; del habitante del pueblo pequeño frente al de la gran ciudad.
Quiero que los periodistas luchen contra esto volviéndose partidarios de la verdad. Deberíamos emular a Robert Capa en el día D, a Ed Murrow cuando narró El Blitz (los bombardeos sobre Londres), y al escritor ruso Vasili Grossman cuando se adentró en lo que quedaba del campo de exterminio de Treblinka. Debemos hacerlo escribiendo una historia detrás de otra sobre la resistencia de la gente común; sobre la humanidad de las víctimas y sobre la inhumanidad de la violencia racial y sexual. Debemos mirar más allá de los pequeños hechos y buscar los grandes. Debemos tomar la decisión corporativa y colectiva de achicar la máquina de chismes sobre celebridades, que erosiona la verdad incluso dentro de los imperios mediáticos que la avalan.
La pelea de Trump con el FBI demuestra que es un fabulador mentiroso. Si a los medios de comunicación liberales les queda algún principio, no deberían reservarlo a las páginas de comentarios. Deberían decirlo en los titulares de la primera página: “Se reveló que el presidente es un fabulador mentiroso”.
Traducido por Francisco de Zárate