Unos meses después de las elecciones de 2016, Emily Marburger de 29 años publicó un mensaje en Pantsuit Nation, un grupo privado de Facebook creado para apoyar la fracasada candidatura de Hillary Clinton a la presidencia de Estados Unidos. “Como todas nosotras, el pasado noviembre, me desperté en una realidad que no sabía que existía”, escribió. “Sabía que tenía que involucrarme, sentía el impulso de ayudar, pero nunca me imaginé a los 29 años me lanzaría como candidata a alcaldesa en las intensas primarias del Partido Demócrata de mi pequeño distrito de 21.000 kilómetros cuadrados (justo a las afueras de Pittsburgh)”.
En ese momento, el alcalde de su pequeña ciudad de Bellevue (Pensilvania) era un simpatizante declarado de Trump. Hasta que Marburger entró en la carrera, su único rival era un pastor conservador. “Pensé: ‘No, esto no puede suceder’”, escribió Marburger en Facebook. “La crítica principal (hasta ahora) es que no tengo experiencia y esta es mi respuesta: ‘Sí, tengo la experiencia; sí, puedo hacer este trabajo’”.
El mensaje de Marburger se volvió viral y recibió donaciones de lugares tan lejanos como Hawái. En 48 horas llegó a recaudar 10.000 dólares. El alcalde vigente fue vencido en la primera vuelta y Marburger ganó la segunda con holgura. Con los escombros de la derrota de Clinton, Marburger había construido un inesperado triunfo.
Su caso no es una excepción. La victoria de Trump ha sido un revés devastador para los progresistas estadounidenses pero también los ha hecho reaccionar de una manera que no habría sido posible con una victoria de Clinton. Antes de Trump, ni siquiera imaginaban el nivel de compromiso político con el que se han sumado a campañas, apoyado causas, donado, o directamente candidateado para cargos electos. En pocas palabras, hay muchas cosas pasando en la izquierda estadounidense; se está produciendo un reordenamiento que no es solo ideológico sino también estructural.
Se trata de un movimiento hacia la izquierda y hacia abajo. El poder se está desplazando hacia las bases y muchas iniciativas ya no son descartadas sistemáticamente como algo marginal. Es el caso de la gratuidad de la matrícula universitaria; el Green New Deal; el límite a las donaciones corporativas en las campañas políticas; o la atención médica universal; que ahora muchos candidatos defienden para las elecciones de 2020.
El documental Knock Down the House sigue a cuatro de los candidatos que se enfrentaron al establishment del Partido Demócrata en las primarias del Congreso Demócrata de 2018. En un momento del documental, la futura congresista neoyorquina Alexandria Ocasio-Cortez consuela a Amy Vilela, que acaba de darse cuenta de que su candidatura en Nevada no va a ganar. Ocasio-Cortez (no había sido elegida aún) le dice a Vilela que ellas siempre tuvieron todas las probabilidades en contra. “Esto no es sobre ninguna de nosotras, a nivel individual”, le dice. “Esto es sobre el movimiento, entender que para que una de nosotras lo logre, lo tienen que intentar cien”.
Tras viajar durante 10 días por todo el país hablando con activistas, alcaldes, académicos, sindicalistas, representantes de la ciudad y del estado, es evidente que hay miles de demócratas, progresistas, liberales y socialistas “intentándolo” de diversas maneras. Muchos, como Marburger, han logrado franquear la barrera.
“En mi lista demócrata yo era la única candidata que de hecho venía del Partido Demócrata”, explica Marburger: “Mi campaña fue sobre la intención de traer una energía nueva, una perspectiva nueva y una dirección nueva para cambiar lo que estaba haciendo el alcalde. Creo que el hecho de que haya ganado demuestra que la ciudad estaba preparada para ese tipo de cambio. Hasta después de ganar las primarias no me di cuenta de que algo más grande estaba sucediendo y que esto podía ser una parte”. Casi la mitad de los alcaldes de la zona fueron expulsados el mismo día.
Conocí a Marburger en el restaurante Superior Motors de Braddock, un antiguo pueblo obrero a las afueras de Pittsburgh que desde los años 50 ha perdido al 90% de sus habitantes. La población actual es de solo un par de miles de personas y uno de cada tres habitantes vive bajo el umbral de la pobreza. Ubicado en un antiguo concesionario de coches, Superior Motors es el primer restaurante que abre en 20 años en la ciudad. Se financió con dinero recaudado por Kickstarter y el local es propiedad del alcalde de entonces, John Fetterman, que no está cobrando alquiler. Allí se da capacitación laboral a la población y hay descuentos para los residentes que comen en el lugar. El restaurante es de gama alta y al principio le costó despegar pero lo logró con una crítica positiva del célebre y fallecido crítico gastronómico Anthony Bourdain.
Fetterman vive en el piso de arriba, solo que ahora ejerce el cargo de vicegobernador, tras hacer campaña con el apoyo de Bernie Sanders. Su esposa, Gisele Barreto Fetterman, cenó con nosotros. Ella llegó a EEUU desde Brasil con su madre cuando era una niña. No tenían papeles y eso hace que la amenacen regularmente y que reciba todos los días mensajes odiosos. Antes de las bebidas nos muestra en su teléfono móvil la foto de un hombre que la amenazó hace poco. Su equipo de seguridad le ha dicho que ese hombre tiene un historial de violencia, así que es una amenaza creíble y por eso necesita conocer su aspecto.
Como casi todas las tardes de charla política con gente progresista de EEUU, este es el tono de la conversación: entusiasmo por los cambios, las nuevas posibilidades que surgen, y los avances que están ocurriendo. Pero también se muestra preocupación por los tiempos oscuros que vivimos, lo aterradoras que se han vuelto las cosas y lo mal que todavía se pueden poner. En la mesa, todos piensan que Trump podría ganar de nuevo. La mitad cree que de hecho eso es lo que va a pasar.
Esperanza y miedo, peligro y oportunidad, progreso y reacción... Esa es la ambivalencia dialéctica que define el ánimo combativo y frágil a la vez de la izquierda estadounidense. Sigue sin estar claro qué significará todo eso para el Partido Demócrata, para la definición de un programa nacional, de los candidatos presidenciales, o de las elecciones presidenciales.
Las cuatro mayores manifestaciones en la historia de Estados Unidos ocurrieron en los últimos dos años y medio. Hay un 40 por ciento del país (55 por ciento de mujeres entre los 18 y 54 años) que dice preferir el socialismo al capitalismo. Mientras tanto, el principal candidato a la candidatura Demócrata es el ex vicepresidente Joe Biden, uno de los más moderados y vinculados con el establishment.
Trump puede haber provocado gran parte de la respuesta demócrata pero no la define por completo. Muchos demócratas están tratando de hacerlo por su cuenta. “No creo que se puedan sacar conclusiones anticipadas en esto”, explica Daniel Biss, que fue senador y diputado del estado de Illinois, así como candidato a gobernador. “El corazón progresista del electorado demócrata se está volviendo más audaz, y cada vez soporta menos que le digan 'cállate, vete a tu sitio'”.
Traducido por Francisco de Zárate.