El mundo no prestaba tanta atención al puerto de Izmail desde hace siglos. Situado en el Danubio, se encuentra al borde del delta que separa Ucrania de Rumania.
Los imperios ruso y otomano se enfrentaron en este puerto en el siglo XVIII, y una batalla épica en 1790, seguida de una cruenta masacre de civiles, fue tan importante para la imagen que Moscú tenía de su poder militar que fue glorificada en el primer himno nacional no oficial del país. Después, la zona volvió a caer en un relativo olvido, y se convirtió en una zona de intercambio comercial entre potencias rivales y en un paraíso para los contrabandistas de extensos humedales y fronteras poco vigiladas.
Esto fue así hasta que Vladímir Putin lanzó una nueva guerra imperial e intentó cerrar el mar Negro a la navegación ucraniana. Los muelles oxidados de la era soviética y los canales de navegación de Izmail y la vecina Reni se convirtieron de la noche a la mañana en lugares de relevancia mundial.
Ucrania produce alrededor del 10% del trigo mundial, con el que se alimentan cientos de millones de personas. Estos puertos del Danubio, en un histórico crisol cultural conocido como Besarabia, son en estos momentos el único lugar donde la vasta cosecha puede cargarse de forma fiable en barcos para la exportación.
Este hecho ha reactivado la agonizante economía local. Más de 200 años después del famoso asedio, Izmail vuelve a estar de nuevo en el punto de mira de los altos mandos del Ejército ruso, que este verano ha atacado repetidamente ambos puertos.
“La gente se quedó conmocionada cuando nos atacaron por primera vez. La guerra también había llegado aquí”, dice el alcalde de Reni, Ihor Plekhov: “Necesitábamos preparar refugios”.
Hasta entonces, la violencia solo había llegado a esta tranquila tierra fronteriza en forma de desplazamientos. Sus carreteras se llenaban de miles de camiones que se dirigían al puerto, y sus casas y apartamentos, de miles de desplazados procedentes de zonas más cercanas a la línea del frente.
Frente a territorio de la OTAN
Todos pensaban que, por su cercanía a Rumania, miembro de la OTAN, este tramo del Danubio estaba protegido. El río tiene unos 500 metros de ancho, la frontera internacional pasa por el medio, y unos cientos de metros es un margen de error muy estrecho para los objetivos militares.
Sin embargo, las ganas de Moscú de ahogar el comercio de cereales de Ucrania fue aparentemente más fuerte que cualquier preocupación por desencadenar una escalada de las hostilidades con la OTAN y en julio, los primeros ataques con misiles y aviones no tripulados alcanzaron los almacenes de cereales del puerto. Los ataques aéreos se han intensificado desde entonces, y Rumanía confirmó la semana pasada que había encontrado restos de drones en su territorio. Este miércoles, Rusia ha vuelto a atacar los puertos fluviales de Izmail y Reni.
A finales de agosto, Oleg Kiper, jefe de la administración militar de Odesa, declaró a The Guardian que Rusia podría incluso haber aprovechado la frontera para lanzar drones kamikaze río arriba, justo dentro del espacio aéreo ucraniano. “Volaban muy cerca”, dijo sobre las primeras incursiones, añadiendo que a veces se encontraban a solo 200 o 300 metros de la frontera, lo que dificultaba el uso de defensas aéreas por parte de Ucrania. “Entendimos que, si alcanzábamos a estos drones, nuestras armas y algunas partes destruidas de los drones podrían caer en territorio rumano. Tal vez los rusos querían provocar a los países de la OTAN o tal vez simplemente lo hicieron sin análisis ni preparativos”.
Las autoridades de la zona afirman estar preparadas para más ataques, pero también esperan que su Ejército los proteja. “He pedido al presidente que nos ayude con mucha más defensa aérea para Izmail. Estamos en contacto y normalmente responde a nuestras peticiones”, dijo Kiper.
No podría haber más en juego en la lucha por mantener abiertos los puertos. El hambre de millones de personas, la estabilidad económica de muchas más y la economía ucraniana penden de un hilo.
Un improbable centro neurálgico
Puede que Besarabia ocupe un lugar en el imaginario colectivo ucraniano, de hecho, el famoso mercado central de Kiev lleva el nombre de la región, pero, según explica Plekhov, antes del año pasado apenas recibía atención por parte de las autoridades. “Besarabia siempre ha estado relegada. El Gobierno y el Estado no han invertido ni han hecho ningún esfuerzo para fortalecer el sentido de pertenencia ucraniano. Ni siquiera teníamos televisión en ucraniano. Pedimos torres de retransmisión, pero nos ignoraron”.
Geográfica y culturalmente, no podía parecer menos preparada o adecuada para sustituir a Odesa –un rico centro cultural y comercial con un profundo puerto en el mar Negro que hasta que fue atacada por los rusos manejaba hasta siete millones de toneladas de carga al mes– como gran centro logístico.
A los puertos del Danubio se llega por una única carretera, que se desvía hacia Moldavia en un tramo, un “corredor de tránsito” no oficial anterior a la guerra. El único puente que queda dentro del territorio ucraniano fue bombardeado por Rusia. Los guardias fronterizos de la carretera de un solo carril cuentan los pasajeros de los coches que entran y salen de esta zona de tránsito. Los hombres que intentan escapar del reclutamiento saltan regularmente de los vehículos y desaparecen a pie.
Son otras tres horas de viaje por una carretera de un solo carril, entre pantanos y lagos, hasta Reni o Izmail. Hay pocos almacenes de cereales o aparcamientos de camiones, así que los vehículos se alinean por miles a lo largo de las pequeñas carreteras rurales, transformando el paisaje de cañaverales y campos de girasoles en un aparcamiento industrial.
Una puerta vital
La desintegración de la Unión Soviética afectó especialmente a Reni, porque, aunque el puerto era mayor que el de Izmail, las vías férreas que llegaban a él pasaban por Moldavia. La nueva frontera bloqueó los envíos y el comercio fluvial disminuyó. En un buen mes, antes de 2022, Reni gestionaba unas 200.000 toneladas de carga. De hecho, las autoridades portuarias debían a la ciudad millones de euros en impuestos y tasas impagados.
“El puerto agonizaba”, dice Plekhov. Los residentes, muchos de etnia rumana o búlgara, a menudo tenían lazos más fuertes a través de esas fronteras que con otras partes de Ucrania. “Las infraestructuras estaban en mal estado”. A Izmail, más grande y famosa, le fue algo mejor.
Entonces, las tropas rusas cruzaron la frontera y atacaron Odesa, asfixiando el comercio del mar Negro. “Fue como si las autoridades recordaran: 'Ah, también tenemos el puerto de Reni, aprovechémoslo'”, dice Plekhov con una sonrisa.
Los comerciantes de grano de Ucrania, tanto las grandes empresas como las más pequeñas, se pusieron manos a la obra para reparar los puertos y construir nuevas infraestructuras. Una de las mayores empresas del país, Nibulon –cuyo responsable de la compañía murió cuando un mísil alcanzó su casa–, construyó una nueva terminal en Izmail en tres meses. La deuda con el Ayuntamiento de Reni quedó saldada.
Los puertos fluviales del Danubio gestionan en conjunto tres millones de toneladas de exportaciones, incluidos cereales y grandes cantidades de aceite de girasol, que se envían en buques cisterna bien limpios que transportan combustible.
Es una puerta vital, pero sigue siendo menos de la mitad de lo que procesaba Odesa, y no tiene capacidad para aumentar mucho más, incluso aunque los ataques rusos no disuadan a las ya recelosas compañías navieras.
Video of the aftermath of the #Russia|n combat UAV attack on the port of #Izmail, #Odesa region, south #Ukraine.
— Alex Kokcharov (@AlexKokcharov) August 2, 2023
This video was filmed from the Romanian bank of the Danube River. #Romania is a @NATO and #EU member state.pic.twitter.com/kHdvJ2Z9rk
Los buques llegan al río a través de un canal dragado conocido como canal Sulina que desemboca en aguas territoriales rumanas. Su desembocadura está abarrotada estos días de barcos que esperan zarpar no solo hacia Ucrania, sino también hacia otros países ribereños: Hungría, Serbia, Eslovaquia y Moldavia
“Incluso ahora hay muchos barcos esperando para entrar en el Danubio, desde varios días hasta semanas”, explicó Kiper. Y cuando baja el nivel del agua, los puertos no pueden gestionar tanta carga. “Un problema clave es la profundidad del canal. Hace unos meses la línea de flotación estaba un metro y medio más alta que ahora”. Entonces los buques podían cargar entre 5.000 y 7.000 toneladas; ahora, con aguas más bajas, pueden embarcar menos de la mitad.
Parte de esa presión sobre el Danubio desaparecerá cuando termine la guerra y se reabra Odesa. Pero los comerciantes esperan que la nueva infraestructura portuaria siga utilizándose con regularidad, aportando un dividendo económico que puede contribuir a reducir la delincuencia y el contrabando.
También reforzaría los cambios culturales que vinculan más estrechamente esta zona fronteriza con el resto de Ucrania. Ha llegado la televisión en ucraniano, una estatua del general ruso Alexander Suvorov, vencedor de la batalla de Izmail en el siglo XVIII, ha sido retirada de su zócalo, y jóvenes de la zona mueren para impedir el regreso de los militares rusos. “Mucha gente de esta zona se ha alistado como voluntaria en el Ejército de Ucrania. Cuando se marchan, dicen a sus amigos y familiares; 'Escucha, estoy luchando por Ucrania'”, dice Plekhov. “Estoy dispuesto a explicarlo todo. Tenéis que apoyar a Ucrania”.
Traducción de Emma Reverter.