Richard Wiles, el sheriff de El Paso, no se anduvo con rodeos. “Este anglosajón vino a matar hispanos”, dijo en referencia al tiroteo del sábado que dejó al menos 22 muertos en esta ciudad fronteriza de Texas. En un post de Facebook, Wiles llamó “racista” al joven de 21 años detenido como posible autor de la masacre, que fue hasta El Paso para matar a personas por “el color de su piel”.
Tras las dos matanzas de este fin de semana (la de El Paso; y la de Dayton, en Ohio), los políticos estadounidenses se han enredado en el clásico debate sobre control de armas. Pero los vecinos de El Paso dicen no tener miedo de llamar a las cosas por su nombre: el tiroteo fue un crimen de odio del supremacismo blanco y un ataque terrorista contra los latinos.
“Lo vemos como un acto de racismo hacia todos los hispanos”, dijo Daisy Fuentes (21) el domingo al periódico The Guardian. Ella y su familia se congregaron en el hospital al que habían llevado a sus abuelos tras el tiroteo del sábado por la mañana en Walmart, donde hubo al menos 20 muertos y entre 20 y 30 heridos. “Estaba lleno de hispanos ese Walmart, es súper triste”.
En todo El Paso los vecinos están impresionados y conmocionados por la terrible violencia y por la noticia de un “manifiesto” antiinmigrante y racista aparentemente publicado por el sospechoso blanco, Patrick Crusius, antes de abrir fuego en una tienda abarrotada de gente. Al parecer, el documento alertaba por la “invasión hispana de Texas”. Crusius enfrenta ahora la acusación de asesinato y una investigación federal por un posible crimen de odio.
En el oeste de Texas, El Paso lleva varios años en el candelero, desde que la Administración Trump la convirtió en el blanco de sus ataques contra migrantes y refugiados. “Kilómetro cero” y “primera línea” de los conflictos fronterizos, dijo una vez su ex fiscal general para referirse a El Paso. Como es sabido, el presidente también ha desplegado su propia retórica, llamando “violadores” y traficantes a los migrantes mexicanos y calificando a la migración latina de “invasión”.
Lo cierto es que El Paso, con unos 680.000 habitantes (el 80%, latinos), se clasifica una y otra vez como una de las ciudades más seguras de EEUU, contradiciendo el mentiroso relato de Trump que vincula al crimen con los migrantes. “En ese manifiesto hay mucha de la retórica del presidente”, dijo César Blanco, parlamentario de la Cámara de Representante de Texas.
Su oficina en El Paso está a pocas manzanas del lugar donde ocurrió el tiroteo. “Palabras como 'invasión' hacen daño a nuestra comunidad y vienen del presidente, que se refiere a las personas de mi comunidad como ‘asesinos y violadores que traen crímenes y drogas’; cuando nuestros representantes a nivel nacional hablan así, el mensaje que se está enviando a muchos de estos supremacistas blancos es que el odio está bien, que se permite que continúe y que se extienda”.
En el tiroteo de Walmart murieron casi tantas personas como en todos los homicidios sufridos en El Paso a lo largo de 2018. “Rezo para que esto no estigmatice a nuestra ciudad”, dijo Phoenix Vasquez (42), un vecino de El Paso que este domingo se unió a las familias de las víctimas para rezar junto a ellas en uno de los hospitales de la ciudad. “Somos una ciudad muy amigable, una ciudad muy unida”.
Más de 23.000 personas vienen todos los días a trabajar en El Paso desde Ciudad Juárez, la ciudad mexicana al otro lado de la frontera. “No queremos que El Paso sea conocido por esto”, dice Vásquez. La gente no debe tener miedo de venir, dice también. “Nuestra ciudad no es así”.
Las autoridades y los vecinos se apresuraron a destacar que el sospechoso no tenía ninguna relación con El Paso. Llegó allí desde un barrio periférico de Dallas haciendo un viaje de unos mil kilómetros. “El perpetrador de este crimen no era de aquí”, dijo David Stout, comisionado del condado de El Paso. “El Paso lleva años siendo una de las ciudades más seguras de Estados Unidos y vamos a seguir siéndolo... Pero siempre nos vemos en medio de esta dañina retórica en la que incurre nuestro presidente; siempre están tratando de demonizar la frontera; algo contra lo que hemos luchado constantemente”. Según Stout, hay evidencias claras de que el ataque fue “perfectamente calculado y hecho a propósito para agredir a nuestra comunidad”.
David Ríos (42), empleado de informática en un hospital y con toda una vida en El Paso, contó que estaba intentando que su hija de siete años no viera las noticias. No muy lejos del lugar donde ocurrió el tiroteo, dibujaba junto a ella corazones en la arena de un parque infantil. “Tratamos de seguir con normalidad”, dijo. “Pero la gente va a estar un poco más alerta... Uno espera que este tipo de cosas nunca ocurran, pero desafortunadamente ha ocurrido; vamos a tener que aprender a aclimatarnos de nuevo a la normalidad”.
Sam Thomas, un pastor de la zona que ha estado apoyando a las familias, dijo alegrarse por la clasificación policial del crimen como terrorismo. También dijo que confiaba en que la tragedia trajera un cambio. “Es de esperar que desaparezcan, al menos por un tiempo, el racismo, el odio y el veneno”, dijo. “Pero parece que estas cosas siempre terminan volviendo al punto en el que estaban”.
Mark Seitz, el obispo católico de El Paso, publicó un comunicado tras el tiroteo. “En los últimos meses, las tierras de frontera han demostrado al mundo que la generosidad, la caridad y la dignidad humana son más poderosas que las fuerzas que dividen”, decía. “La gran enfermedad de nuestro tiempo es que hemos olvidado cómo ser caritativos, generosos y humanos”.
El obispo es un conocido defensor de los migrantes que llegan desde Centroamérica para cruzar la frontera de Estados Unidos por México. En una ocasión anterior ya había pedido a los estadounidenses que no usaran a los migrantes como el último grupo de personas a las que “mirar con desprecio y temer”.
Traducido por Francisco de Zárate