Haití se ha sumido de nuevo en el caos y las imágenes de miembros de bandas armadas con rifles de gran potencia, escopetas con acción de bombeo o armas automáticas en las calles de Puerto Príncipe se han convertido en una constante este mes. Las armas no se fabrican en Haití, un país sin capacidad para fabricar armamento ni munición. En realidad, proceden en su mayor parte de Estados Unidos.
Según los expertos, es probable que la mayoría de las armas lleguen de estados con una legislación permisiva en materia de armas de fuego y, gran parte de ellas, entre en Haití desde Florida. Este comercio clandestino está proporcionando un vasto alijo de armas a las pandillas haitianas que ya tienen un arsenal muy superior al de las fuerzas policiales, las cuales carecen de recursos y observan impotentes cómo las bandas se hacen con el control de las principales ciudades del país.
Una evaluación de 2020 publicada por la Comisión de Desarme de Haití, estimaba en hasta 500.000 las armas ligeras que había en el país, de las cuales sólo 38.000 registradas legalmente. Según los analistas, es probable que esta cifra sea aún mayor tras el aumento de las operaciones de tráfico en los últimos años.
Robert Muggah, experto en seguridad y cofundador del centro de estudios Igarapé Institute (con sede en Brasil), señala que gran parte de estas armas proceden de Estados Unidos a través de testaferros, que compran las armas en nombre de los contrabandistas. La mayoría son adquiridas en estados con normativas permisivas en materia de armas, como Florida, Arizona, Texas y Georgia.
“La facilidad con la que se puede acceder a las armas de fuego procedentes de Estados Unidos es uno de los diversos factores que están agravando la inestabilidad de Haití”, afirma Muggah. “La abundancia de rifles de gran potencia, pistolas y munición está aumentando drásticamente el poder de las bandas de delincuentes, que superan fácilmente a la diezmada Policía nacional y a los modestos organismos de seguridad de Haití. También están desempeñando un papel clave en el aumento de los altos índices de violencia sexual, asaltos violentos, secuestros y desplazamientos internos”, agrega. En 2023, la violencia de bandas causó 8.000 muertos en el país del Caribe.
Las bandas y las fuerzas de seguridad se están enfrentando a tiros en las calles de Puerto Príncipe y ayer, jueves, la Policía informó de que el jefe de banda de Delmas 95, Ernst Julmé alias Ti Gregl (uno de los presos evadidos a principios de este mes de la Penitenciaría Nacional) murió en uno de esos tiroteos.
Desde el pasado fin de semana, las fuerzas haitíanas llevan a cabo operaciones contra las bandas en el área metropolitana de la capital, que se han saldado con la muerte de varios pandilleros y la incautación de armas de guerra.
Los traficantes operan a sus anchas
Varias incautaciones recientes han dejado al descubierto la relativa facilidad con la que operan los traficantes. En febrero, la Fiscalía estadounidense consiguió que fueran declarados culpables dos altos cargos de la banda 400 Mawozo, que en 2021 apareció en los medios de comunicación internacionales por el secuestro de 17 misioneros cristianos de Ohio, mientras visitaban un orfanato en Puerto Príncipe. Los investigadores descubrieron un arsenal de al menos 24 armas de fuego, entre ellas AK-47, AR-15, un rifle de carabina M4 y un rifle de francotirador de calibre 50 de uso militar, adquiridos en varias armerías de las ciudades de Miami, Orlando y Pompano Beach, en Florida, según una denuncia.
Joly Germine, de 31 años y líder de 400 Mawozo, hizo solicitudes específicas de armas de gran potencia a través de mensajes de WhatsApp enviados desde una prisión haitiana. Esos mensajes iban dirigidos a personas que vivían en Florida y que tenían la ciudadanía estadounidense, entre ellas, la pareja sentimental de Germain. Las armas se metían en bolsas de basura, que a su vez se introducían en grandes barriles y se ocultaban bajo “ropa, zapatos y Gatorade” para su envío.
En julio de 2022, las autoridades de Haití se incautaron de un cargamento de 17 armas semiautomáticas, una escopeta del calibre 12, cuatro pistolas y 15.000 cartuchos de munición procedentes de Florida con destino a una iglesia episcopal haitiana, que se beneficia de ciertas exenciones aduaneras.
“Ninguna de las técnicas de contrabando o métodos de ocultación es innovadora, única o requiere experiencia”, afirma Matt Schroeder, investigador principal de la organización Small Arms Survey: “El éxito de las operaciones de tráfico de armas se debe al enorme volumen de mercancías que se mueven a través de las fronteras y a la dificultad de controlar minuciosamente cada envío”.
En los últimos años, las autoridades estadounidenses han redoblado las medidas contra el tráfico ilegal, como la ampliación de las operaciones de seguridad nacional en Florida, la creación de un nuevo grupo de trabajo regional con otros países de la región del Caribe y el endurecimiento de las penas para las compras con intermediarios, incluidas en las leyes bipartidistas sobre armas de 2022.
Muggah señala que la aplicación de esas medidas, aunque suponen un cierto avance, solo muestran la capa más superficial del problema. “Las autoridades de ambos países sólo están incautando una parte del volumen total de armas de fuego y munición que entra en el país, ya sea por tierra, mar o aire”, explica.
Fuerzas de aduanas y fronteras, sin recursos
Un aspecto crucial es un problema sistémico de las fuerzas aduaneras y fronterizas de Haití, que carecen de recursos para hacer frente al tráfico ilegal de armas. Según un reciente informe publicado por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, la unidad de patrulla fronteriza de la Policía nacional de Haití sólo cuenta con 294 agentes y la guardia costera sólo dispone de 181 efectivos, y un único buque operativo.
Haití tiene 1.770 kilómetros de costa y 392, de frontera terrestre con la República Dominicana. En ese extenso territorio, han proliferado las rutas de tráfico ilegal de armas, según varios informes recientes del Consejo de Seguridad de la ONU analizados por The Guardian. Entre ellas, destacan las rutas desde Florida a Puerto Príncipe y a las ciudades septentrionales de Port-de-Paix y Cap-Haïtien, y rutas de contrabando terrestre a través de la frontera con la República Dominicana tras los envíos realizados a dos puertos clave.
Los investigadores de la ONU también han identificado 11 pistas de aterrizaje clandestinas en el país, muchas de las cuales se crearon con fines humanitarios tras el catastrófico terremoto de 2010, pero que ahora apenas están vigiladas por las fuerzas de seguridad. Algunas, según las imágenes de satélite a las que hace referencia el informe, se encuentran “dentro de grandes propiedades privadas”.
El informe del Consejo de Seguridad de la ONU, publicado en enero, advierte de que hay hasta 30 aviones privados registrados en Estados Unidos con base en Haití, que son difíciles de rastrear si viajan por debajo de los 18.000 pies, altura a la que no tienen que informar de su plan de vuelo, de acuerdo con la normativa de la Administración Federal de Aviación.
“La realidad es que mientras exista una gran oferta y demanda de armas de fuego y munición, éstas seguirán siendo objeto de tráfico desde Estados Unidos hacia sus vecinos, incluido Haití”, afirma Muggah. “Esto no sólo se debe a las decenas de miles de puntos de venta de armas de fuego en Estados Unidos, sino también al apetito constante de cientos de bandas delictivas de todo el Caribe”.
Traducido por Emma Reverter